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¿Dónde está Pacheco?

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Vista del Picacho de Galipán desde la cima del Ávila. Abruptas pendientes y elevaciones superiores a los 2.000 metros son rasgos característicos de la vertiente norte de la serranía de Waraira Repano, donde se localizan los poblados de San Francisco y San Antonio de Galipán, tradicionalmente tierras de floricultura (Foto: SF, 2002)

Por estos días, en Venezuela hay más de un personaje cuyo paradero se desconoce, pero, al menos en Caracas y comarcas circunvecinas, al parecer a quien se echa en falta de veras es al viejo Pacheco, personificación del agradable descenso de las temperaturas –para muchas personas frío realmente-, que suele ambientar las tradicionales misas de aguinaldos y las festividades de Navidad, Noche Vieja y Año Nuevo. Sobre el origen de la leyenda de Pacheco existen diferentes versiones, pero no cabe duda de que el fenómeno forma parte de esa rica climatografía vernácula venezolana, que incluye manifestaciones como los hielitos zulianos, las cabañuelas, el veranito de San Juan, el invierno de las chicharras, el cordonazo de San Francisco y el viento barinés, entre tantas; unas reales, otras menos, pero todas del mayor interés folclórico y etnográfico.

Recordando al álgido Pacheco, entraremos en algunas consideraciones meteorológicas con una nota de optimismo: las series históricas de datos, hoy herencia climatológica nacional, nos dicen que, al menos en la región de Caracas, las medias térmicas más bajas del año no se observan en diciembre, sino en los meses de enero y febrero, con unos 19,1 y 19,4 centígrados, al igual que las temperaturas mínimas absolutas, registradas a lo largo de todo el siglo XX, de modo que la bajada del mítico vendedor de flores galipanero, desde las alturas avileñas, aún puede producirse. Inclusive, ya Pacheco realizó algún descenso a principios de diciembre.

Sin embargo, este fin de año y al menos durante los primeros meses de 2024, las condiciones meteorológicas al parecer se apartarán de su comportamiento regular, no sólo en Venezuela sino en gran parte del mundo. Esto es consecuencia del episodio cálido que se encuentra activo a lo largo de todo el océano Pacífico ecuatorial, lo que se conoce como el fenómeno de El Niño. Debido a la vastedad de dicho océano, las temperaturas de sus aguas tienen el poder de alterar la circulación atmosférica a escala planetaria y de modificar, a través de complejas conexiones físicas, la trayectoria habitual de las grandes masas de aire, cuya dinámica constituye factor de primer orden en la generación, en algunos casos, o supresión, en otros, de las precipitaciones, tanto pluviales como nivosas, a la vez que puede modificar, tanto positiva como negativamente, las temperaturas de las regiones por las que dichas masas de aire se desplazan.

Anomalías térmicas superficiales a escala global, para el 30 de diciembre de 2023. Se observa todo el Pacífico ecuatorial con temperaturas entre 1 y 4 cuatro mayores que los valores medios, al igual que gran parte de los otros océanos y mares (Fuente: NOAA).

Anomalías térmicas superficiales a escala global, para el 30 de diciembre de 2023. Se observa todo el Pacífico ecuatorial con temperaturas entre 1 y 4 cuatro mayores que los valores medios, al igual que gran parte de los otros océanos y mares (Fuente: NOAA)

Así, por ejemplo, hacia finales de 2023 ya se reportaron situaciones anómalas para esta época del año, tales como la ausencia de nevadas en zonas donde éstas son características, así como temperaturas inusualmente altas para el inicio de la estación invernal, en el caso del hemisferio norte. Los modelos predicen que tales condiciones podrían prolongarse durante los primeros meses de 2024, mientras se mantengan los efectos de El Niño, efectos que -es importante recordarlo- para gran parte de Venezuela también generan sequías meteorológicas más o menos severas.

Ahora bien, es difícil predecir cuándo Pacheco podrá bajar a Caracas en el transcurso de las próximas semanas, porque ello también depende de factores regionales, como la nubosidad que en esta época del año generan, ocasionalmente, los nortes, a menudo acompañados de lluvias. Estas condiciones actúan de manera tal que la energía solar que recibe la superficie terrestre durante las horas diurnas, no se disipa hacia las capas atmosféricas altas a lo largo de la noche y, por ende, las madrugadas son menos frías respecto a lo que ocurre cuando las noches se mantienen despejadas, situación que permitiría a Pacheco realizar alguna visita a la capital.

Como suele ocurrir en casos similares, no faltará algún experto que atribuya al cambio climático las alteraciones meteorológicas antes aludidas. Pero se requiere mucha investigación antes de emitir conclusiones de ese tipo, para que puedan considerarse válidas. Las disciplinas atmosféricas, como todas las ciencias, no admiten afirmaciones genéricas, carentes de base, es decir, de datos resultantes de investigaciones. Lo cual no significa desconocer que el calentamiento global ya está generando impactos graves en muchos países y que podría terminar convirtiéndose en el “Grinch” que acabe, definitivamente, también con Pacheco.

Para cerrar estas líneas, quizá sería conveniente resaltar la relevancia de la educación ambiental como una valiosa herramienta para inculcar a las niñas y niños, desde los primeros niveles educativos, la importancia del estudio de la Naturaleza, formación que debe necesariamente empezar por el conocimiento de los problemas ambientales a escala local, a fin de desarrollar tempranamente conductas protectoras hacia el entorno natural. Para los escolares y estudiantes caraqueños, el Parque Nacional Waraira Repano, el vetusto, amado Ávila, con su magnífica topografía, con sus diferentes ecosistemas, escalonados en función de los pisos térmicos, con sus climas locales y microclimas, con su rica y delicada biodiversidad, con sus habitantes galipaneros y con su bella leyenda de Pacheco, constituye una maravillosa e insustituible aula de clases, y como tal debe ser objeto de la más rigurosa defensa integral.

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