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Donald Trump quiere volver a la Casa Blanca

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Trump quiere regresar al poder. Tiene nostalgia de la Casa Blanca. No creo que lo consiga. ¿Por qué? Por la misma razón razón que acaba de “perder” los comicios de medio término: por la juventud que, finalmente, encontraba razones para salir a votar, ceremonia que no le hacía mucha gracia. Esa tendencia se irá reforzando con cada elección que suceda, en el diálogo permanente que existe en la gran democracia americana entre los políticos y sus electores.

Mientras tanto, “el cambio climático”, supuestamente producido “por el calentamiento global” (la hipótesis de la mayor parte de los jóvenes electores de Biden), “los derechos reproductivos de la mujer”, es decir: Roe vs Wade, y los del “conglomerado LGBTQ”, sumados a la pertinaz estupidez de “la defensa de la Segunda Enmienda”, y el peso creciente de la visión religiosa, le han producido a Trump una intensa derrota relativa, al menos frente a sus expectativas de una “marea roja” invadiendo todo el espacio político.

Trump y los candidatos que respaldó fueron derrotados por la generación Zeta. Son los nacidos a partir de 1996. Son los que se involucran en cada una de las causas señaladas. Es Maxwell Alejandro Frost, el “demócrata” más joven del Congreso. Apenas con la edad de ser elegido (25 años), para representar el décimo distrito de Florida, situado en Orlando, en el centro del Estado, y luchar contra el hecho monstruoso de que en Estados Unidos sea más fácil comprar un fusil de asalto que una pastilla de antibiótico. El muchacho es de origen cubano.

Trump quiere volver a la Casa Blanca. Repito: no lo logrará. Cleveland es el único presidente que logró regresar a la Casa Blanca. En la segunda mitad del siglo XIX Grover Cleveland dejó de ser el presidente número 22 que había pasado por la Casa Blanca. Era abogado. Pertenecía al Partido Demócrata y tenía malas pulgas. Personalmente, había ejecutado a dos delincuentes en su carrera de “sheriff”. Uno de ellos había asesinado a su propia madre. Tal vez por eso lo eligieron. En aquella época de sobresaltos, en medio de la posguerra civil, conflicto en el que perdieron la vida más de 620.000 personas (más o menos los que murieron, sumados, en las dos guerras mundiales), se valoraban mucho los líderes políticos que podían restablecer el orden. Fue el presidente 24. El 23 fue el republicano Benjamín Harrison. Un abogado del que Theodore Roosevelt, pese a ser correligionarios, tenía una pésima opinión.

Biden cumplió 80 años el 20 de noviembre. Es muy viejo, pero Trump también. Son de la misma generación. Biden no está nada senil. Una amiga muy querida me sorprendió con un vídeo de Tik-Tok en el que se veía a Biden confuso. Parecía que estaba bajo los efectos de un ictus. No era cierto. Di con el video original. Respondía perfectamente. Se trataba de una manipulación preelectoral. A Biden no le ocurría nada. Nada que no le sucediera a los treinta o cuarenta años. Tendía a confundir los nombres en el Senado.

Uno de cada seis adultos va a morir de ictus. Ese es el nombre por el que se conoce el ACV, el accidente cerebro-vascular. Lo sé porque tengo la edad de Biden y debo “palmarla” en cualquier momento. Yo también soy muy viejo. Mi neurólogo, me ha contado que el ACV “viene” de dos maneras: la isquemia y la hemorragia. 80% de los ACV es producto de la isquemia. La isquemia consiste en una disminución brusca del riego del cerebro por una obstrucción de los vasos sanguíneos. No sigo porque no quiero ser acusado de “intrusismo profesional” o, peor aún, de “ignorancia supina”. Lo último es mucho más grave, aunque no sea penado por la ley.

No sé qué hará Biden. Si estuviera cerca de él le recomendaría que no se arriesgara a ser uno de esos seis adultos. Al fin y al cabo, la obesidad es uno de los factores de riesgo más notables para sufrir un ACV, y eso queda con los republicanos (Dios nos libre de desearle mal a nadie). En fin, Biden ha hecho un gran trabajo ahorrándole al pueblo americano cuatro años más de sufrimiento con un golpista insensible al frente de Estados Unidos. Lo que le queda a Biden es organizar la sucesión sin traumas dentro del Partido Demócrata y eso, sin duda, es dejar en marcha unas primarias honorables.

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