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Donald Fox: personas que inspiran

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Donald Fox fue un distinguido y destacado abogado, nació en Iowa en 1929 y pasó su juventud en Nebraska. Fue en este estado donde tuvo la oportunidad de conocer y estudiar junto a grandes personalidades de la política y la economía de Estados Unidos.

Tuve el privilegio de conocerlo hace más de 20 años. Fue en Nueva York, durante una reunión casual en un café con mi gran amigo y abogado colombiano Helmer Arizmendi. Helmer me comentó que iba a visitar a un conocido abogado en una firma vecina al café, y con gusto lo acompañé. Al llegar, me presentó a un hombre muy gentil que había pasado por las aulas de la Universidad Católica Andrés Bello de Montalbán. Durante nuestra conversación sobre Venezuela, se enteró de que yo era de Margarita y, con gran entusiasmo, me dijo: «Virgilio, quiero que conozcas a mi socio del escritorio, quien también es margariteño». Se levantó inmediatamente de su silla y me condujo a la oficina contigua para presentarme a este personaje impresionante. 

Con una sonrisa amable y un marcado acento americano, Donald me expresó: «Yo también soy de Margarita, como tú, Virgilio. Tengo un rancho de Chana en la isla desde hace más de 15 años y viajo cuatro o cinco veces al año, para mí es un paraíso. Siento a la isla como mía y tengo muchos amigos allá. Así que, cada vez que visites la isla, quiero que nos veamos y almorcemos juntos». Fue el inicio de una profunda y valiosa amistad.

Donald estudió Historia y Literatura en la Universidad de Harvard y se graduó magna cum laude en 1951. Entre 1951 y 1953, sirvió como primer teniente en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Tras cumplir su servicio militar, continuó su formación jurídica en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, donde obtuvo su título de Abogado en 1956, como académico Root-Tilden. Fue profesor en la Escuela de Derecho de la misma universidad. Dominaba el español, el francés y el inglés, lo que le permitió servir a un público de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Fue miembro del American Law Institute, de la American Bar Foundation y miembro de muchas organizaciones involucradas en los asuntos extranjeros, entre ellos el Consejo de Relaciones Exteriores, el Consejo de las Américas, y la Cámara Brasil-Estados Unidos de Comercio. Ha presidido las comisiones de la Asociación de Abogados de la Ciudad de Nueva York. Tendría que escribir muchas páginas para nombrar todos los éxitos que Donald obtuvo durante su vida.

En cada etapa de su vida, Donald mostró humildad, ingenio y una educación sobresaliente en una amplia gama de temas. Tenía un profundo afecto por los abogados pasantes y por el personal que contribuyó al éxito de su firma a lo largo de los años. Como optimista conocedor de los problemas de la isla de Margarita, solía conversar conmigo sobre posibles soluciones. A menudo, estas charlas eran acompañadas por mi esposa o mi hermana Flor, quienes también desarrollaron una intensa amistad con Donald y su amorosa esposa, doña Ana Clemencia, originaria de Nicaragua, quien le profesaba admiración y cuidado permanente.

Los pilares más importantes en la vida de Donald eran su familia, lo jurídico y la política. Estaba profundamente informado sobre el contexto mundial, los acontecimientos geopolíticos, así como la política norteamericana y latinoamericana. Se dedicó a promover sistemas judiciales y reformas para disuadir a los gobiernos opresores en todo el mundo.

Formó una de las grandes firmas de abogados en Nueva York, la cual, a través de los años, se posicionó como una de las más importantes en Estados Unidos, sirviendo también a Europa y América Latina con certeza, fluidez y una honestidad a toda prueba. Donald supo rodearse de grandes talentos como Ezequiel Camerini y David Camerini, quienes continuarán el legado de este coloso del derecho junto a su asistente Gail Moutsasos, a quien le tenía infinito cariño y confianza.

Era un conversador grato, agudo y de una sabiduría que desbordaba su inteligencia y humildad. Siempre me hizo sentir su afecto cercano, y sus consejos fueron siempre acertados. 

Le estaré eternamente agradecido por sus enseñanzas, tanto para mí como para mi hijo mayor, a quien llevó a trabajar como pasante en su bufete de Nueva York. Además, le brindó orientación para continuar sus estudios de LLM con especialización en banca y finanzas en la Universidad de Fordham de Nueva York. Incluso años después, Donald invitaba regularmente a mi hijo a las celebraciones de los aniversarios de su prestigiosa firma Fox Horan & Camerini LLP.

Las conversaciones que tuve con Donald en muchas oportunidades estaban llenas de recuerdos y anécdotas. En esas charlas salía a relucir su inquebrantable amistad con Warren Buffet, a quien conoció en Nebraska durante sus años de colegio. Donald solía decirle: «Warren, tú tomaste el camino para convertirte en el hombre más importante de las finanzas en Estados Unidos, mientras yo me quedé estudiando en Harvard». Fue su gran consejero y abogado, representándolo en múltiples negocios.

Ezequiel Camerini, con quien Donald se asoció en la firma en 1981 para desarrollar la práctica de la firma en América Latina, recordó en el último evento del bufete: «Donald fue la razón principal por la que me uní a la firma. Era un abogado brillante, un mentor y un socio generoso y comprensivo”.

El pasado 26 de junio de este año, perdimos para siempre a este brillante norteamericano que adoptó a Margarita como su segunda patria. Donald fue un hijo insigne de la isla, gran promotor de su belleza, y uno de los grandes talentos que he conocido, siempre con una respuesta oportuna para cada caso y un virtuoso ciudadano que siempre tuvo tiempo para servir a los demás con sabiduría y paciencia. Dejó cuatro hijos de quienes se sentía profundamente orgulloso: Mark Edwards, Genevieve, Melissa y Matthew, así como diez nietos con quienes mantenía un contacto permanente.

Aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo perdimos a un amigo sincero en quien se podía confiar ciegamente. La última vez que Donald visitó Margarita fue en marzo de este año, donde se despidió con una sonrisa al lado del murmullo de las olas que lo arrullaron en las hermosas playas de Guacuco, en su amada Margarita. Las visitas de sus amigos, que nunca fallaron, siempre estuvieron llenas de gratas conversaciones, buenos consejos o consultas importantes que él atendía con generosidad.

Donald sentía un gran aprecio por muchos margariteños y venezolanos que lo visitaron, entre ellos el Dr. Cheo Herrera, un destacado cardiólogo e investigador a quien seguía de cerca, brindándole consejos y ayuda para posicionar sus inventos a nivel mundial. Otro de sus grandes amigos fue el empresario Jorge Massa.

Sus amigos lo extrañaremos y lamentamos profundamente su ausencia. Sin embargo, nos deja un inmenso legado y un profundo agradecimiento por sus virtudes como ciudadano ejemplar de gran mundo. 

Paz a su alma, querido amigo Donald Fox.

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