Ayer, 5 de agosto de 2020, falleció en Caracas doña Blanca de Pérez, doña Blanquita, como la llamaba popularmente nuestro pueblo. Su personalidad se caracterizó por su amabilidad, y sencillez. De manera sorprendente, esa afabilidad se transformaba en firmeza y carácter en los momentos difíciles de su vida. Acompañó a su esposo, Carlos Andrés Pérez, en los años de clandestinidad y de exilio que tuvo que enfrentar durante la dictadura perezjimenista en su permanente lucha por el restablecimiento del régimen democrático. En las dos presidencias fue un permanente ejemplo de honestidad y rectitud. Su integridad personal le permitió evitar que se formaran a su alrededor las eternas camarillas, como normalmente ocurre en esas funciones, para beneficiarse de los dineros públicos. Percibía con facilidad a aquellos que buscaban adularla y, de inmediato, los rechazaba.
En sus funciones como primera dama de la República dirigió, con gran acierto, acompañada de su hija Carolina, la Fundación del Niño, al ayudar masivamente a sectores populares, afectados en su salud, facilitándoles medios ortopédicos que, por sus costos, eran inalcanzables para amplios sectores de la población. También impulsó el programa de Hogares de Cuidado Diario, mediante el cual se organizaban guarderías administradas por madres cuidadoras de cada comunidad, a las cuales el gobierno cancelaba una remuneración, además de los recursos y alimentos necesarios para atender a los niños que cuidaban. De esta manera, esas madres podían trabajar para poder enfrentar su responsabilidad en el sostenimiento de sus familias. A pesar del tiempo transcurrido los sectores populares recuerdan con agradecimiento el eficiente funcionamiento de esos programas.
Durante la asonada militar del 4 de Febrero de 1992, doña Blanca fue un factor importante, por su actitud valiente y serena, en el fortalecimiento del espíritu de combate de los efectivos del batallón de Apoyo del Regimiento de la Guardia de Honor, los cuales defendieron La Casona del agresivo ataque de una compañía de paracaidistas del batallón José Leonardo Chirinos. Al empezar a caer sobre el techo de la parte familiar de la residencia presidencial granadas de fusil y consultársele si consideraba que deberían rendirse para evitar un posible riesgo a su familia, con gran carácter rechazó esa posibilidad. Al contrario, comenzó, con sus hijos, a atender a los heridos. Al ser controlada la asonada, cerca de las 11:30 am, la visité en La Casona. La encontré reunida con su familia en la parte privada de la residencia presidencial. Estaba serena. No parecía que hubiese tenido que enfrentar una situación de tanto riesgo.
Doña Blanca de Pérez fue una gran venezolana. Supo cumplir sus obligaciones de madre y esposa en las más difíciles circunstancias. Merece que su memoria quede grabada en el espíritu de nuestro pueblo. Paz a su alma.