Basta con ser ama de casa para comprender las verdaderas causas de la crisis económica que se padece en Venezuela. Por eso cuando aparecen los voceros del régimen tratando de justificar lo que está pasando con el dólar, no es menester pedirle al exministro Miguel Rodríguez que les desmonte sus argucias publicitarias, ya que cualquier ciudadano, padre de familia, que tenga que dar la cara para sostener un cuadro familiar, estará en condiciones de rebatirle cada una de esas mentiras que tiene su punto de partida en el grito de que “el dólar paralelo subió”.
La verdad es que lo que no ha dejado de subir, como la espuma, es la carestía de la vida. Porque el dólar sigue igualito ¡no se mueve! lo que sí está siempre en caída libre es el devaluado signo monetario venezolano que este régimen tritura con sus equivocadas políticas económicas, fiscales y monetarias. Por lo tanto, hay que desmentir a esos manipuladores de oficio que cada vez que se devalúa la vida de los venezolanos corren a desgañitarse echándole la culpa “al imperio, a los oligarcas, a los escuálidos” y pare usted de contar, cuando bien se sabe que es Maduro y sus acólitos los que cada día hunden más el deteriorado salario de los ciudadanos.
Ya se sabía que esos pañitos calientes no remediarían la grave enfermedad que padece el sistema financiero nacional. Maduro pretendió engañar a los venezolanos haciéndoles ver que con una aspirina curaría el desastre cometido en el Banco Central de Venezuela, en donde por ordenes suyas se viene imprimiendo billetes devaluados y si no, veamos como se achicharran los aumentos salariales en la paila de la inflación. Todo lo que está ocurriendo tiene una falla de origen y no es otra que esas políticas de controles, el intervencionismo salvaje del régimen, el despilfarro, el gasto corriente indiscriminado, el desorbitado endeudamiento público y la gangrenada corruptela que lideran las elites del chavomadurismo.
No caigamos en esas celadas. Recordémosle a la gente cuantas veces se le ha cambiado el nombre al bolívar, que pasó de ser llamado el bolívar “fuerte” al “soberano” para terminar emboscado por la incertidumbre que parte de la inseguridad y la ausencia de planes económicos bien articulados. Era evidente una sobreapreciación a la hora de estipular la línea cambiaria y ahora salen a flote las consecuencias que pagan los ciudadanos con productos mas caros y lejos del poder adquisitivo, comerciantes castigados por esos desajustes de precios y un régimen aplicando medidas populistas porque, en definitiva, poco les importa resolver el problema que ellos mismos engendraron. Esa seguidilla devaluacionista no se resolverá con medidas espasmódicas, no es simplemente meterle dólares al ritmo cambiario, es dejar de utilizar lo que era el instituto emisor de la nación como un instrumento al servicio de los caprichos del caudillo de turno.