Nunca he ocultado mi antigua militancia en la ultraizquierda marxista-leninista de Venezuela en la década de 1980. Fui militante activo y disciplinado del partido Bandera Roja mientras estudié Historia en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de los Andes de Mérida-Venezuela. Recuerdo que encontrándome estudiando 4to y 5to año de Humanidades en el Liceo Néstor Luis Pérez de Tucupita, estado Delta Amacuro, ya tenía nexos y vínculos políticos con los dirigentes políticos estudiantiles universitarios que hacían vida política activa de agitación y propaganda en la Universidad de Oriente (UDO-Cumaná). Entre los líderes estudiantiles con quienes tenía afinidades políticas, teóricas, ideológicas y afectivas estaban Alexis Rojas, cariñosamente llamado “el Pillo”, quien estudiaba la carrera de Matemáticas en la UDO; Alí Rivas, un activo colaborador de Bandera Roja que hacía las veces de “correaje” entre los más destacados líderes estudiantiles de mentalidad de izquierda en el Delta y la dirigencia estudiantil universitaria de las universidades autónomas. Recuerdo vívidamente al dirigente estudiantil deltano Azael Vargas, estudiante de Sociología de la UDO-Cumaná y activo militante del MEUP-LIGA SOCIALISTA. Azael estaba dogmáticamente imbuido en los manuales marxistas de Martha Harnecker, “Los conceptos elementales del materialismo histórico”, recuerdo que siempre llevaba consigo un ejemplar de una edición de Siglo XXI editores. También solía mostrar entre sus libros de bolsillo, libritos que estaban de moda como aquel titulado Marx para principiantes. Muchos libritos de manual que se vendían baratísimos; a tres por lochas en los pasillos de las universidades nacionales autónomas como la UCV, LUZ, ULA, UC, UDO… La efervescencia ideológica que exhibían los estudiantes universitarios vinculados con las organizaciones de la llamada ultraizquierda extraparlamentaria de la época tenía la impronta que ese tiempo le decíamos “prosoviética” pero en realidad eran libros, folletos, revistas y periódicos “prorusos”. En aquella época mi frágil y endeble formación teórico e ideológica no me permitía discernir la diferencia entre la noción de “soviético” proveniente de Soviets y la palabra Ruso que alude a una idea totalmente distinta.
Por supuesto que conocí a un carismático líder estudiantil y posteriormente dirigente popular comunitario llamado Alexis Marcano a quien le profesábamos un singular respeto y admiración intelectual. El camarada Elías Guerra, cariñosamente llamado “Plis”, y Alexis Marcano eran una dupla inseparable que cuando realizaban una actividad de venta del periódico órgano oficial del Partido Comunista de Venezuela, PCV, conocida como “batida” (venta del periódico Tribuna Popular y recolección de dinero para sufragar los gastos de su organización política en el Delta, obtenían el respeto y admiración de los transeúntes y viandantes que asistían al mercado municipal de Tucupita.
Recuerdo a Eloy Bermúdez, estudiante de Sociología de la UDO-Cumaná y militante de la Liga Socialista, con su inseperable guitarra y su porte de militante trostkysta. Eloy se sabía las letras de los grupos musicales de la canción protesta. De memoria cantaba las canciones de Los Guaraguaos, Alí Primera, Gloria Martín y tocaba y cantaba gratis en cuanto acto estudiantil y popular organizábamos a beneficio de la organización y el movimiento estudiantil de Educación Media. Eloy Bermúdez no bebía, sólo fumaba. Sólo de vez en cuando se echaba un palito de ron para entonar y aclarar la garganta. Eso sí, para quienes estudiábamos 5to año de bachillerato Eloy era todo un mito y una leyenda del cantautor urgente y necesario. Eloy era para nosotros, jojoticos y párvulos estudiantes “cabeza calientes” de los liceos, un puente para acceder a otras músicas latinoamericanas; Facundo Cabral, Mercedes Sosa, Los Quilapayún, Víctor Jara, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés…
Recuerdo que estudiando 5to año en el liceo Néstor Luis Pérez de Tucupita conocí a dos estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, uno era Alberto González, estudiante de Economía-UCV y el otro era Vladimir López, estudiante de la Escuela de Sociología-UCV. Ambos eran militantes de la juventud socialista del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, organización política que había sido fundada por Américo Martín, Moisés Moleiro, Rómulo Henriquez, Simón Sáez Mérida. Alberto y Vladimir eran estudiantes muy bien formados y ostentaban un bagaje teórico impresionante. Recuerdo que los dos protagonizaban discusiones sobre la teoría marxista del valor y yo presenciaba tales discusiones en donde no era infrecuente oír a Vladimir citar fragmentos y pasajes sobre los Grundisses o sobre el primer tomo de El Capital.
Vladimir era la más viva personificación del espíritu herético y heterodoxo. Podía citar perfectamente en un contexto particular frase de la Sagrada Familia y emparentar su relación con citas del joven Marx o del filósofo neohegeliano Ludwig Febuerbach o extraer como por arte de magia un brillante aforismo de Así habló Zaratustra; no se paraba en mientes Vladimir a la hora de exhibir su vasta cultura bibliográfica de aquella izquierda universitaria que abrevaba no sólo en las fuentes puras de la izquierda francesa proveniente de los últimos coletazos del Mayo francés y de sus corolarios en la Renovación universitaria que se protagonizó en la UCV. Alberto González tenía un conocimiento pormenorizado sobre lo que en esos días los jovenes oíamos nombrar con el novísimo concepto del “Eurocomunismo”. Alberto citaba con soltura frases que en sus días pronunciaba Georges Marcháis, (Francia) Santiago Carrillo, (España). No cabía duda de que las ideas que circulaban con la corriente eurocomunista de los popes de los partidos comunistas hispanofranceses Marcháis y Carrillo repercutían en Venezuela, en Caracas y en el lejano sur del Delta del Orinoco.
Hay un dicho que reza: “Si un joven siendo estudiante no ha sido ‘comunista’, no ha vivido plenamente de manera completa su vida; no obstante, si habiéndose graduado continúa siendo ‘comunista’ ello es prueba fehaciente de su más rotunda estolidez. O, quien nunca tiene el suficiente valor moral de cambiar de opinión y de desechar principios obsoletos y ahistóricos ciertamente da pruebas inequívocas de pusilanimidad y hazmerreir del ineluctable devenir de la historicidad constituyente. La vida pana, la vida es implacable y sus lecciones inapelables.