La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (citaré como CIGNS) es el documento 3 del Concilio Plenario de Venezuela y constituye una especie de manual de Doctrina Social de la Iglesia (DSI) en coordenadas nacionales.
El referido Concilio (2000-2006) se coextiende temporalmente en realización y aplicación con el sistema Socialismo del Siglo XXI, que se ha tratado de imponer al país por un cuarto de siglo, violando principios y normas establecidos en la Constitución. Fáciles actualizaciones hacen de tal documento conciliar CIGNS una orientación muy útil en el campo del compromiso social en perspectiva cristiana. Valga aquí como introducción al mismo, el siguiente planteamiento que él destaca:
“Una de las grandes tareas de la Iglesia en nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna, más humana, más cristiana y más solidaria. Esta tarea exige la efectividad del amor. Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural” (CIGNS 90).
Lo que el marxismo achaca a la religión, no tiene aplicación en el caso del cristianismo auténticamente entendido y practicado. Una de las seis dimensiones de la evangelización (misión de la Iglesia en este mundo concreto) consiste precisamente en el imperativo de contribuir a la construcción de una nueva sociedad, algunas de cuyas notas específicas recuerda el documento conciliar como veremos a continuación. Desde ahora sea dicho que cuando en la Iglesia se habla de opción por los pobres como exigencia cristiana, no hay que entenderla simple y primariamente como ayuda a los necesitados de facto, sino como praxis efectiva para evitar el flagelo, mediante un trabajo consciente y esforzado por una sociedad justa y solidaria, desde los ámbitos menudos e inmediatos hasta los más amplios y globales.
En cuanto a fundamentación doctrinal el documento parte de una noción a) de Dios, no ciertamente la del absoluto y solitario de la Ilustración, sino la del “Dios amor” (ver 1Jn 4, 8), b) de su Hijo Jesucristo, quien se autoidentifica con el prójimo y, por cierto con el más necesitado (ver su narración del Juicio Final en Mt 25, 31-46). Igualmente, c) del Reino (o Reinado) de Dios, referencia central de la “buena nueva” y de la misión de la Iglesia, el cual se edifica también, ya desde la historia, mediante la edificación de una convivencia libre, justa y fraterna (nueva sociedad o civilización del amor).
Puntos fundamentales de la DSI y que aparecen claros en el documento CIGNS son: la dignidad y centralidad de la persona en el tejido social; el carácter intrínsecamente social del ser humano; el bien común como eje rector y meta en el actuar social económico, político y ético-cultural; el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad, orientadores de un desarrollo integral; el sentido humano y humanizante del trabajo; la tríada interrelacionada y altamente interpelante de solidaridad, participación y subsidiaridad.
Tres temas merecen una mención aparte: los derechos humanos y su condición de “eje central de toda actividad de defensa y promoción en el ámbito social y ético cultural (Ibid. 108); la política como actividad positiva ineludible humana y cristiana -superando concepciones restringidas, elitistas y aun negativas- con particular exigencia para los laicos (seglares); la cultura en su sentido englobante social, que totaliza y entreteje el compromiso humano y su quehacer histórico.
Por cierto que la metodología asumida por el documento CIGNS es la del ver-juzgar-actuar, que permite un tratamiento de los temas desde un ángulo situacional bien concreto y estimulante. Ello permite, entre otras cosas, que la parte relativa a la acción adquiera un sentido operativo bien realista y muestre de modo ejemplar cómo la DSI ha de impulsar de modo efectivo la edificación de una nueva sociedad, que, en cuanto histórica, ha de pensarse y actuarse en perspectiva de revisión y perfeccionamiento continuos.