¿Realidad o ficción? Ante lo innegable de los hechos actuales y los históricos nos encontramos, como en siglos anteriores, ante ¡tristes claridades en las que no hubiésemos querido estar! Nuevamente algunos piensan que para las mayorías populares el pensamiento político-ideológico debería quedar relegado. Estas tendrían que hacer abstracción de las variables más exquisitas de la divagación filosófica, para poder concentrarse en aquellas soluciones que le permitan resolver, más que una amenaza creíble, la subsistencia de poner al menos el pan y el agua en el calabozo en que le han convertido su otrora hogar venezolano en democracia.
Fue sumamente reveladora una entrevista, la cual recomiendo mirar en Youtube, realizada por el periodista Luis Olavarrieta a Margot, hija mayor del dictador venezolano general Marcos Pérez Jiménez. Subrayo de dicha entrevista, en la que logró hilvanar diversos e interesantes aspectos, tres que considero nos ayudarán a revisar sobre lo que pienso tiene hoy total pertinencia discutir: 1) La libertad 2) La seguridad y 3) La corrupción.
1) La libertad. Se le entiende a Margot que en aquel tiempo de la dictadura de su padre «era solo una niña»; pero ya no lo eres. También que el general prefirió irse antes que enfrentar a muerte a la juventud de su «Academia Militar»; los cuales aspiraban junto a su país a un sistema democrático de instituciones para la libertad. En aquel tiempo, como ahora, y que hemos sostenido en múltiples conferencias y foros organizados por nuestra Cátedra Internacional por la Libertad “Francisco de Miranda”, no solo representa el poder transitar por el territorio de una ciudad a otra cualquiera, sin mayores temores a ser atracado, agredido. O ir a la playa, o de paseo, en un país específico. Tampoco creer que podemos ser libres gracias a alguna forma cómplice de afiliarse al orden dictatorial existente, y que así se nos favorezca con la posibilidad de emprender alguna iniciativa: económica, comercial, socio-cultural, o de cualquier tipo; siempre y cuando esta no tropiece con la voluntad omnipotente de la dictadura. Se equipara así, erróneamente por algunos, una suerte de noción de sentirse libres “si no se opone resistencia o uno no se mete con los intereses y arbitrariedades del poder, o dicho de otra forma, “ si uno no se mete en política”.
2) La seguridad (“se podía dormir con las puertas abiertas”). Se suele confundir con el sentido de pertenencia, a un orden al cual se acoge dentro de cualesquiera de las formas de dictadura, parte del pueblo que se resigna a la imposición de un mandato irrevocable e instalado permanente en el poder mediante el uso de la criminal represión: la persecución implacable ante el que disienta o exprese un pensamiento distinto al que gobierna. Se utiliza también la manipulación de sistemas de prebendas y seducción a determinado entorno traidor, que se acomoda al poder dictatorial y le sirve de sustento también para su continuidad. Nada que ver realmente con el Estado de Derecho, las instituciones independientes del Poder Ejecutivo, tales como un auténtico parlamento libre y un Poder Judicial autónomo.
3) La corrupción: “No es necesario robar, a uno le dan”. Esta frase, muy reveladora como hemos dicho dentro de la cultura política de la que nos habla Margot, representa una línea delgada entre lo que podría ser una futura democracia de instituciones sanas, y no podridas. Esta confesión del cómo logró vivir tantos años el general Marcos Pérez Jiménez en Madrid, en una vida sin ninguna estrechez o carencias, y sin tener que trabajar, radican muchos de los males que habrán de enfrentarse para lograr mayor y mejor transparencia del cómo se puede competir por el poder legítimo para establecer una democracia, ejercerlo y luego dejarlo, sin tener que recurrir a la corrupción.
En Venezuela se había avanzado en la creación de la condición de senador vitalicio con una pensión digna, reservada a los que hubieran llegado por medios legítimos a ejercer la institución de la Presidencia de la República. El estruendosamente desacertado e ingratamente recordado en este instante Alfredo Peña, entre otros, emprendieron una campaña para su eliminación, llamando vagos a los expresidentes de Venezuela. Dicha establecida previsión, con lo cual esta institución podría haberse considerado un instrumento perfectible, para más bien estimular y garantizar el desempeño honesto en el cargo de los mandatarios, como por ejemplo, dejando que el propio Senado al término del mandato presidencial votara la ratificación, o no, de tal reconocimiento previsional, sin embargo en su lugar esta cámara se abolió de un todo en la actual Constitución.
“Como en todas partes se cuecen habas”, me viene otro ejemplo a nivel de la política local con el caso de la ciudad en el sur de la Florida llamada Doral; en la que anteriores comisionados aprobaron pensiones vitalicias sin otros criterios. Habría que pensarse bien cuáles condiciones deberían considerarse a la hora de fijar un reconocimiento previsional al que realmente entregase su vida, o la mayor parte de ella al servicio de su ciudad. Que, como a cualquier otro trabajador, aquel que durante varios períodos de gestión haya servido bien, logrado metas y ahorrado con acertados desempeños gastos innecesarios a sus conciudadanos, se le premiase, por ejemplo, con tal garantía a su retiro.
Es comprensible la aparente disyuntiva o confusión que representa para algunos la contradicción entre lo que debe ser los lemas de la lucha en las actuales circunstancias frente a la tiranía genocida que se ha instalado en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Cuáles deben ser las consignas populares a ser enarboladas entre necesidades inmediatas de exigencias de atención al hambre, enfermedades y el hábitat versus la libertad, la democracia, la defensa de los derechos civiles e instituciones de la dignidad humana. Sin embargo, tal contradicción o dilema es falso. La realidad es que el hombre debe luchar a cada paso por su mejor nivel de calidad de vida posible, unido a la dignidad de su derecho a la libertad de pensar, de crear, de opinar y organizarse para participar en su destino.
Venezuela no está ni para «doblegarse ni doblarse”. Las protestas por las legítimas reivindicaciones de los trabajadores son una expresión clara de resistencia y lucha por la vida, la libertad y la vuelta a la democracia.
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