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Doble Play: Educación

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Out en segunda – Se abre  el telón: arquetipos, cachuchas y gritos

Por David Mendoza Yamaui

Se abre el telón, y se van mostrando “el loco”, “el mago”, “el emperador”  en su pose de baraja, en la escena de este artículo.  Aparecen también “el juez”, “el policía”, “el político” y demás arcanos del tarot de esta vida cotidiana nuestra. Aparece “el estudiante” y “el profesor”, “el transeúnte” y “el motorizado”, “el enchufado” y “el opositor”. Todos sin excepción. Todos van apareciendo en esta obra de realidad. Incluso “el articulista”  y “el querido lector”, es decir, tú y yo. Estamos los arquetipos completos. Es una fiesta inmensa esta obra.

¿Y es buena? Tiene sus momentos. Sin embargo, su calidad ha disminuido y su final termina siendo más incierto cada día. Los actores no han podido con los roles. Te voy a dar un ejemplo. El profesor, ahora no quiere ese rol porque es el peor rol de la obra ¡Y el peor pagado! No es protagónico. Al profesor no le gustan sus diálogos. El estudiante no respeta al profesor, dice que si sabe tanto, por qué es tan pobre. Que saber da pobreza y que ignorar enriquece; y dice que por eso, muchos políticos y militares rojos, son muy ricos. El profesor dice que el salario es una de las mil formas de avergonzarlo. Que si no lo respeta nadie, pues tampoco los estudiantes. Esto ha causado que ningún estudiante quiera aspirar a ser profesor, y es que nadie sensato quiere aspirar a ser pobre. Y admitamos querido lector, que su lógica es socrática. Es decir, impecable. Esto, conlleva a que las herramientas del oficio del personaje, como los son el conocimiento, los libros, el respeto y la actividad en sí, sean denigradas y vistas con desprecio. Incluso el público querido lector, es decir, los que tienes sentados a tu lado, abuchean al profesor. Imagina el resto de los actores actuando sus roles sin tener que aprender nada de ningún profesor, sin haber aprendido del respeto, y además  sin libreto. Simplemente te pones la cachucha, el uniforme y listo ¡Vamos pa´lante! En consecuencia ningún rol goza del respeto por parte del resto de los roles, porque sabemos que son imposiciones arbitrarias, no reúnen las mínimas condiciones de conocimiento, mérito, ética y rigor que demanda el ejercicio de  cualquier rol, incluso el de profesor. ¡Y por supuesto! Los que acuden a las instituciones educativas, van no con la intención de aprender a desarrollarse en un rol, sino a comprar la licencia (la cachucha) para ejercer también su tiranía desde el espacio de poder que dicho rol crea.

¿Y cómo funcionan las cosas? No funcionan. El que tenía que aprender a producir no aprendió, pero recibe los recursos y se los queda o los malbarata. El que tenía que aprender a administrar no aprendió, y actúa igual. El que tenía que aprender a dirigir, no sabe cuál es su propósito, y siente su poder como un bien en sí mismo, inherente a él; como un elemento que conforma su ser. El que tenía que aprender a analizar no lo sabe hacer, no aprendió y aún así pasó, porque la situación es muy difícil y el rigor no puede ser exigido. Este individuo que pasó las materias porque sí esgrime un título que no es legítimo. Pero que sirve como un título nobiliario. Así, hemos ido convirtiendo la república en un reino de terror, ignorancia y estupidez. Donde todos sabemos, gobierna el peor, o los peores.

¡Entonces sí termina mal! No ha terminado aún, y nada termina hasta que se termina. Todavía hay razones para luchar. Debemos convertir este espacio que es nuestro mundo cotidiano, en el cual debemos habitar, en uno en el cual queramos estar. Es nuestro derecho ejercer nuestra voluntad y capacidad transformadoras en nuestro mundo, e impregnarlo de nuestra esencia. Cualquier modelo económico o social, pasa por hacer gerentes responsables. El gran problema de América latina no son los gringos, ¡Es nuestra pobre gerencia! Los complejos históricos que arrastramos. Sin profesores respetados siendo la piedra angular de la sociedad no hay sociedad. Son los profesores los que construyen con sus manos sabias a los hombres que luego toman las decisiones que van creando la realidad. Cualquier modelo debe empezar por el salario monetario, social y espiritual del maestro. Y luego, hay que promover una transformación cultural.

[email protected]

@termometro.economico

Out en primera – La crisis educativa

Por Julio Castellanos

Durante los pocos años que llevo en mi actividad docente en la Universidad de Carabobo he tenido la oportunidad de contar entre mis estudiantes a jóvenes de Puerto Cabello, Bejuma, San Joaquín, Carlos Arvelo e, incluso, de San Felipe, Cocorote y Nirgua. Eso fue posible por la confluencia de dos servicios universitarios que hoy no existen: comedor escolar y transporte estudiantil. Esos servicios dejaron de existir antes de la pandemia debido a la asfixia presupuestaria que el Estado venezolano aplica a la universidad dado que pensar en una dictadura es, claramente, subversivo.

Muchos estudiantes y docentes se retiraron de las aulas, unos emigraron y otros buscaron otras actividades más remunerativas. Quienes aún continuamos  esperando que en algún momento vuelva a reactivarse la Universidad de Carabobo, con o sin pandemia, quizá debamos plantearnos cambiarle el nombre y colocarle uno más acorde con la población que podría asistir a sus aulas, me suenan dos: Universidad de Naguanagua o Universidad de Bárbula. La universidad como la conocimos ya no existe.

Ahora bien, ¿este escenario es una condena? ¿No hay nada más que hacer? Pues no. La universidad puede no solo ser rescatada sino que, además, puede ser fundamental para el desarrollo de nuestro Estado y del país. Lo primero es que debe comprenderse, si alguien aún no lo ha comprendido, que los docentes requieren un salario que les evite morir de inanición, aún más, que les permita vivir con dignidad, perfeccionarse en su área de conocimiento y desarrollar investigación académica. La universidad, los docentes y los estudiantes requieren contar con dispositivos electrónicos que les permitan acceder a los servicios de educación a distancia, no para algunos y solo para fines propagandísticos, sino a la totalidad de la comunidad universitaria.

Cada municipio del país debe ampliar la disposición de redes de Wi-Fi públicas y gratuitas en plazas, áreas verdes y comunidades para que más y más personas, principalmente, los miembros de la comunidad universitaria, puedan contar con acceso a Internet. Si el actual contexto de pandemia nos obliga a hacer mano de la educación a distancia, pues, que sea este un aliciente para que los gobiernos locales descubran que invertir en conectividad puede tener un impacto positivo en el acceso a la población a los servicios educativos.

Son muchas las tareas pendientes, desde dentro de las universidades, desde los gobiernos locales, desde el gobierno nacional, que desespera ver este ambiente de inmovilidad generalizada. Parece que todos los involucrados estamos resignados a ver la grama crecer o vernos el ombligo. Esa no es la actitud que debemos asumir, al contrario, debemos comprender, como una obviedad, que sin educación no hay futuro, ni independencia, ni bienestar. Es necesario actuar o la ignorancia nos devorará.

[email protected]

@rockypolitica

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