La palabra diversión, en este caso no debe ser tomada en su acepción festiva, alegre, que evoca el jolgorio y el bochinche, que según el precursor es lo único que los venezolanos sabemos hacer… ( “… bochinche, bochinche esta gente no sabe hacer sino bochinche”). Muy por el contrario recurrimos a ella en su significado militar, castrense, táctico.

La diversión en este caso es el grotesco recurso de distracción del pueblo y de la opinión pública –nacional e internacional– del drama que vivimos y que nos estrangula inmisericordemente, en aras de la súbita y más que sospechosa preocupación por la suerte de la zona en reclamación con lo que fuera la Guayana Inglesa. Materia en la cual la Cancillería chavo-madurista se ha plegado desde el comienzo de su proceso a la posición antivenezolana que había fijado Fidel Castro, de allí que estos pujos patrioteros luzcan aún más grotescos. Convocando para el próximo 3 de diciembre un referéndum ad-hoc

Nunca he tenido vocación por los gestos inútiles, aquello de “llorar sobre leche derramada” no es conmigo, ni le veo sentido alguno. La democracia civil –como la llaman los politólogos actuales- fue tristemente contradictoria y torpe en tan delicado asunto y Chávez y Maduro llanamente entreguistas.

Betancourt/Falcón Briceño obsedidos -con razón- por la idea de que había que resolver el asunto antes de que Guyana se independizara, adelantaron con gran discreción soluciones pragmáticas, que muy tristemente no tuvieron tiempo de concluir antes de que se consumiera el período constitucional. Iribarren Borges, sucesor de Falcón Briceño en la Casa Amarilla, objetó las negociaciones bien avanzadas y a sottovoce con el Foreign Office y sobre todo con la Royal Dutch Shell. Y le vendió al doctor Leoni la tesis de una pronta solución jurídica y “estéticamente” más deseable. De allí el protocolo de Puerto España,  para cerrar de forma epileptoide y sobre todo inane, con la sublevación de los amerindios y los sucesos de Rupununi. La primera administración Caldera/Calvani tampoco acertó definidamente en el asunto.

La indisoluble imbricación del régimen actual y la Fuerza Armada explica que las reiteradas claudicaciones  y los “errores” de la “revolución bonita” en esta materia hayan sido a lo largo de estos cinco lustros de ignominia, minimizados, ignorados, tocados a la sordina. Pues, resulta contranatura creer que la Fuerza Armada aprobaría esta dejación de la soberanía territorial, quizá la principal de sus razones de ser.

Ya pasada, ha muchos años la luna de miel con el chavismo, un pueblo hambreado, maltratado, innúmeras veces engañado y despreciado, lamiéndose las heridas y los verdugones, derrama sobre los sitios de votación de las primarias de la oposición más de 2.500.000 de votantes, 93% de los cuales señala de marera inequívoca, prístina, demoledora, que la casi totalidad del país ha ungido, más que electo, a María Corina Machado como su adalid, su campeón para el rescate del país y de su futuro.

El referéndum guyanés del próximo diciembre es ostensiblemente un capotazo, para distraer la atención del soberano de su prioridad incuestionada: salir del gobierno

No les auguro ningún éxito, la sensibilidad del colectivo está claramente definida y el asunto del Esequibo -tristemente preterido- tiene escasas posibilidades de revivir. Hasta Luis Almagro, a quien tanto le debemos los venezolanos de bien, brama hoy y lanza sus rayos contra el “imperialismo venezolano”, que no es más que un gesto de utilería del neonazismo populista, del proceso chavo-madurista que hoy le pone ritmo de bailongo peronista a la traición de nuestros justos derechos en el Esequibo.


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