OPINIÓN

¡Disfraz! Y no es Carnaval

por Omar González Omar González

A pesar de que no hemos llegado al Carnaval, ya Nicolás Maduro sacó su comparsa a la calle y el tema de esta es: Milicianos.

Corren varias denuncias de personas dentro de los ministerios y demás entes del Estado, quienes aseguran que desde Miraflores están ordenando a los funcionarios a colocarse el disfraz de milicianos y portar armas de guerra como parte de la campaña de “defensa” ante la posibilidad de acciones por parte de Estados Unidos.

El régimen no conoce límites, ni sentido del recato o del pudor. Además de impulsar a través de la inefable, írrita e ilegítima asamblea constituyente una nueva Ley de las Fuerzas Armadas en la que incluyen como un nuevo componente de esta a las Milicias, también pretenden militarizar a la ciudadanía.

Maduro vive con la demencial idea de una gran movilización nacional que lo defienda a él y a su régimen, lo que es producto de los delirios del poder y de las alucinaciones de aquellos que se embriagan en sus propias mentiras.

Lo cierto es que ni aquellos que los han obligado a disfrazarse de milicianos, antes de las fechas carnestolendas, ni los que en verdad lo son, tienen el afán, compromiso y mucho menos deseo de perder sus vidas para que Maduro y sus cómplices permanezcan en el uso ilegal e ilegítimo del poder.

Me atrevería a decir que los llamados milicianos, como muchos de los colectivos, cuando suene el primer triki-traki saldrán corriendo dejando atrás fusil, uniforme y todo lo demás. O tal vez se les aflojen los esfínteres, como suele suceder con los cobardes.

Cuando pase el primer avión rasante por Miraflores, cuando se escuche el primer cañonazo, y no precisamente de Año Nuevo, mucho de los valientes torturadores de estudiantes y de mujeres dejarán el pelero; muchos que son valientes armados y ante un contrario desarmado dejarán su coraje a un lado y pegarán la carrera.

Y hasta allí quedarán los disfraces, no solo de los milicianos que no son milicianos, ni de los milicianos que pretenden disfrazarse de militares sin serlo, sino de todos aquellos guapos de barrios que son fuertes frente al débil, pero que se rajan cuando llega otro de su tamaño.

Si la ciudadanía masivamente despierta toma las calles, ya veremos a más de un esbirro acobardado; si la Fuerza Armada se decide a defender a los venezolanos y la Constitución, ya veremos a más de un prepotente oficialista pidiendo cacao; y si llega a Venezuela una fuerza de coalición democrática y humanitaria encabezada por Estados Unidos, nos gustaría ver aunque sea por un huequito a aquellos que dicen con la boca grandota: “Patria, socialismo o muerte”.

Justo cuando ocurra alguno de esos episodios, los disfraces se acabarán, veremos quién es quién y  quiénes son los verdaderos valientes de este país. Mientras tanto, la inmensa mayoría de venezolanos demócratas, sin alharacas, sin aspavientos y sin altanería de ningún tipo seguirán apostando a la Ruta del Coraje, seguirán en su posición y haciendo lo que tengan que hacer para que Venezuela sea libre nuevamente.