El marxismo desde sus orígenes históricos privilegió el discurso violento, fue precisamente Marx quien señaló que “la violencia es la partera de la historia” y en su Manifiesto Comunista escrito junto con Engels describe a la lucha de clases como el hecho característico de la historia. Los marxistas colombianos no se podían quedar atrás de los soviéticos, chinos, vietnamitas y cubanos en la práctica de ese discurso. Por más de 70 años se han ensañado contra el pueblo colombiano con crímenes de lesa humanidad atroces y su brazo armado -FARC y ELN- se apoderaron del narcotráfico, convirtiéndose en narcoterroristas.
Gustavo Petro como fiel candidato marxista del narcoterrorismo no podía dejar de tener un discurso del odio como eje central de su campaña presidencial. El llamado al resentimiento y la venganza de los “pobres” contra los “ricos”, la denigración del empresario (sin darse cuenta de que este no solamente es el gran capitalista, sino también la abrumadora mayoría de la clase media, por cierto mayoritaria en el país), sus programas de estatización masiva y expropiación de los sistemas pensional y de salud están claramente enmarcados dentro del modelo del socialismo del siglo XXI del chavismo venezolano, y lamento que no nos hayamos percatado de que lamentablemente “Colombia sí puede ser Venezuela”, como muchos de los venezolanos creían hace 3 décadas que “Venezuela no era Cuba”. Es feo pretender con el “se los dije”, pero yo no me cansé de advertir (aunque me quedé corto) lo que se le venía a Venezuela con Chávez, como no me canso de advertir lo que se le viene a Colombia con Petro y su discurso de odio.
Como si la cantaleta marxista clásica de Petro no fuese suficiente, porque su discurso es marxista-leninista por mucho que lo disfrace de populismo dizque “liberal”, ahora la “adorna” con las “ bellezas” discursivas del marxismo cultural de Francia Márquez (porque, como dice María Fernanda Cabal, no se habrá cambiado el nombre para ser coherente), un discurso que trata de dividir a los colombianos con lemas ramplones del feminismo, la jerga LGBTI, el racismo del “Black Matters” y otras simplezas de las oligarquías intelectuales del primer mundo, por cierto.
Al estalinismo que se nos viene encima de ese Petro que “por ahora” se conforma con enviar un tweet señalando de “neonazi” a un escritor judío que se “atreve” a denunciar su política económica del modelo del socialismo del siglo XXI, y al medio que lo publica, como preludio de la prisión y tortura (y puede que hasta asesinato) del primero y cierre del segundo, ese es el “discurso del amor”, digo del odio de Petro y su gente.
Los colombianos la van a tener fácil en las próximas elecciones presidenciales, pues quien se le va a enfrentar a Petro (en una primera vuelta que es una segunda adelantada, como dice Miguel Uribe) es Fico y este lo tiene claro: “Su discurso es el de la gente”
¿Cuál es el discurso de la gente? Pues precisamente ese que está convirtiendo a Fico en un fenómeno electoral: el que le habla de forma simple y directa de trabajo, educación, seguridad, salud, valores tradicionales y sobre todo unión y paz (no la de Santos, sino la resultante de hacer cumplir a las FARC lo que prometió). Si me llevó 3 párrafos describir el discurso de Petro y solamente unas líneas el de Fico es precisamente por la redundancia ideológica del primero y la claridad argumental del segundo. Por eso el discurso de odio de Petro es el que une a los cínicos de la “izquierda del Chicó” con los bárbaros de las FARC-ELN. El discurso de Fico es el que une a todos los colombianos como él, usted y yo, el hombre común de la calle. Por eso este 29 de mayo a los colombianos le será fácil distinguir el candidato del discurso del odio, del candidato del discurso de la gente.
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