Han pasado en vano estos 25 años de régimen, portador de una diferente cultura política que le ha dado alcance a la oposición. Ésta, particularmente, revela conductas, estilos y modos de hacer la política que guardan estricta correspondencia con la noción de amigo y enemigo que tiene su mejor exponente en un teórico alemán como Carl Schmitt. En consecuencia, por muchas libertades y respetos que se exijan a los individuos, en los términos de la política y mejor aún de la política partidista, no hay compromiso mutuo, sino una ciega lealtad, un total sojuzgamiento, una subordinación perruna e inevitable y un culto a la personalidad hacia el jefe político. Además, jefe político que no importa que no sea líder en los términos consagrados por la sociología y la politología, sino el jefe, faltando poco, patrono.
La libertad y las liberalidades se dejan o dejarán en manos de los agentes económicos de haber un cambio de régimen, pero esta micro tiranía oculta tras bastidores, con vestigios democráticos, traspapelada, parece que no trasciende a la opinión pública. El ejercicio de la política no se entiende sin el conflicto y éste, según los expertos en la disciplina académica, puede ser existencial o agonal: en un caso, una relación suma cero, el pleito acaba con la derrota total del enemigo: y, en el otro, el pleito lleva a soluciones de compromiso, al ganar-ganar, significando una coexistencia de respeto, consideración y hasta tato con el adversario. La contradicción o coincidencia depende de los principios y valores, fueren o no compartidos, en última instancia.
Huelga comentar que el chavismo se ha confrontado por todas estas décadas con la mayoría de los venezolanos y quienes piensan de un modo diferente, simplemente, no existen. Esto pasa dentro del partido o partidos mismos del oficialismo, así que no hay sorpresas. Pero la sorpresa que más de uno se lleva es en los predios de la oposición que, valga el detalle, ignoran olímpicamente la historia: de enterarse esos jefes, enmudecerían porque Carlos Andrés Pérez y Acción Democrática tuvieron diferencias y desencuentros en su segundo gobierno, como Luis Herrera Campíns lo tuvo antes de cumplir un año de su gobierno al perder la convención interna del partido; no obstante, todos siguieron andando en la misma procesión por un tiempo más.
Hoy en día, eso es inadmisible en las organizaciones opositoras, y toda diferencia, absolutamente toda por ligera que fuese, constituye un acto de traición personal con la jefatura intolerante, caprichosa, autoritaria que, por favor, reclama respeto y democracia al régimen. Cuando no hay direcciones políticas real y convincentemente colegiadas, ocurre este fenómeno. Cuando existen opinantes tan maniqueos y que tratan la política como un asunto de farándula, esas traiciones se inventan, como la cobardía del traidor y, si se empuja un poco la cosa, su alacranato.
Hablar de dirección política no es más que hablar de personas o grupos políticos involucrados con cargos específicos en el marco de sus funciones dentro de las organizaciones políticas, pero para ello los cuadros o dirigentes deben estar formados y con experiencia para ejercer esos liderazgos, algo que en los últimos años ha dejado de ser en Venezuela. Esta práctica debemos recuperarla en nuestro entorno político, un verdadero respeto a nuestra dirigencia. Es esencial buscar la recuperación de las instituciones políticas para así convertirnos en la dirigencia que se necesita en nuestro país. Insistir, resistir y persistir en la formación y la educación de los dirigentes para poder salir del atolladero en el cual nos ha metido este régimen en los últimos 25 años.
X, IG: @freddyamarcano
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