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Diplomacia y dignidad

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La diplomacia es una ciencia noble que ha acompañado a las civilizaciones a lo largo de la historia como herramienta de comunicación entre Estados. Según Harold Nicolson (1961), la diplomacia no solo es el arte de negociar, sino también un instrumento para preservar la paz y representar dignamente a los gobiernos en la arena internacional. Esta representación implica valores como la honestidad, la lealtad y el respeto por los principios fundamentales del derecho internacional. Sin embargo, la práctica diplomática también enfrenta desafíos éticos cuando los valores que debe representar entran en conflicto con la legitimidad o moralidad del régimen que ostenta el poder.

Desde este prisma, quienes han ingresado a la carrera diplomática a través de concursos públicos o han construido una trayectoria en servicio al país, han asumido el compromiso de representar no solo a un gobierno, sino también a la nación y sus principios democráticos. Este deber adquiere un matiz crítico ante situaciones donde la legitimidad del poder es cuestionada. En el caso de Venezuela, si a partir del 10 de enero Nicolás Maduro decide continuar usurpando el poder, ello no solo constituiría una violación del orden constitucional, sino que implicaría un desafío ético para quienes se encuentran al frente de legaciones diplomáticas.

Autores como Hans Morgenthau (1973), al analizar la diplomacia desde la perspectiva del realismo político, advierten que los diplomáticos no pueden ser meros ejecutores de las órdenes de un régimen ilegítimo, sino defensores de los intereses de la nación en su sentido más amplio. De continuar Maduro al mando de Venezuela en abierta contradicción con los principios democráticos, mantener la representación de su régimen en el ámbito internacional sería un acto de complicidad con la opresión y el oprobio. Esta reflexión encuentra eco en los postulados de Immanuel Kant, quien en su obra La paz perpetua subrayó que los representantes del Estado deben actuar conforme a principios éticos universales, incluso por encima de los intereses contingentes del gobierno de turno.

El dilema que enfrentan los diplomáticos venezolanos ante este escenario es uno que demanda definiciones claras y un abandono del oportunismo. Como argumenta Michael Walzer (2006), la integridad moral no puede estar supeditada a la conveniencia política. El momento histórico exige tomar posición frente a la disyuntiva entre la lealtad a un régimen autoritario o la fidelidad a los valores de la democracia y la dignidad humana.

La dignidad, concepto fundamental en el derecho internacional, también se convierte en el eje central de esta discusión. Como sostiene Ronald Dworkin (2011), actuar con dignidad implica respetar los principios que confieren valor a la vida humana, entre ellos, la libertad y la igualdad. Representar a un régimen que atenta contra estos principios, como lo hace la dictadura de Maduro, es un acto que socava la dignidad tanto de los diplomáticos como del país al que deberían representar.

Por lo tanto, la diplomacia venezolana enfrenta una encrucijada crucial. Es momento de definiciones claras: o se opta por la complicidad con la opresión, o se asume la responsabilidad histórica de rechazar la representación de un régimen ilegítimo. Este acto de valentía, aunque pueda traer consecuencias inmediatas, se inscribiría en la historia como un testimonio de compromiso con la justicia y la libertad. Como dijo alguna vez Winston Churchill, “no siempre se hace lo correcto porque es fácil, sino porque es necesario”. En este sentido, la dignidad y la diplomacia, lejos de ser conceptos abstractos, se convierten en guías éticas para la acción en un mundo que reclama líderes firmes y coherentes.

Por todo ello, en la actual coyuntura política en Venezuela se hace imprescindible realizar un llamado urgente, tal como lo ha hecho María Corina Machado a los militares y policías, a los funcionarios, en nuestro caso particular a los diplomáticos de carrera que aún se encuentran en la Cancillería, para que se manifiesten de manera institucional frente a un régimen ilegítimo e ilegal que no está en condiciones de mantener una política exterior que refleje los verdaderos intereses de la nación ni de sus habitantes.

Es hora de asumir nuestro compromiso con la Venezuela que aspiramos de democracia y respeto a las libertades fundamentales. Es hora de abandonar los compromisos subalternos en política exterior que solo benefician a la casta dominante corrupta. Es hora de demostrarle al mundo que somos capaces de relacionarnos con la comunidad internacional conforme al derecho, la paz, la seguridad y los valores occidentales que nos han identificado históricamente.

¡Es hora de la patria!

Bibliografía

  • Dworkin, R. (2011). Justice for Hedgehogs. Harvard University Press.
  • Kant, I. (1795). La Paz Perpetua. Alianza Editorial.
  • Morgenthau, H. (1973). Politics Among Nations: The Struggle for Power and Peace. Knopf.
  • Nicolson, H. (1961). Diplomacy. Oxford University Press.
  • Walzer, M. (2006). Just and Unjust Wars: A Moral Argument with Historical Illustrations. Basic Books.

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