China transporta por agua 95% de sus mercancías que se destinan a mercados de todo el mundo. Cabe señalar, en este punto, que China conserva desde 2016 el primer lugar en volumen de exportaciones del planeta con una sexta parte del total de las mismas. Su cuantía en los últimos 5 años ha ido de 2,56 trillones de dólares en 2017 a 3,73 trillones el año pasado.
Con tales montos y volúmenes involucrados, no puede extrañar que la red de puertos de la que este país se ha estado dotando en la escena global sea colosalmente grande y poderosa. De hecho, la influencia comercial china en el mundo tiene como pivote estratégico esencial la presencia que ostenta como operador o propietario en 100 terminales portuarios marítimos en 60 países. En 29 de ellos, las empresas chinas son la únicas que operan.
Dentro de su propósito de asegurarse mercados para sus exportaciones, los puertos han pasado a ser entes vitales para su prosperidad económica. De allí que cuantiosísimos capitales hayan sido dirigidos a dotar al país de infraestructuras portuarias que constituyen eslabones esenciales de sus ventas en los países de destino de sus mercancías. Hay una definida política de integración vertical: “cada vez que sea posible, cada cargamento chino debería transitar terminales y puertos chinos para reforzar así la autonomía logística y el control sobre sus rutas internacionales”, es la consigna.
De esta voracidad Europa puede dar fe: 31 terminales en puertos del continente son dominados por China de los que 7 se encuentran en países de la Unión Europea. Ellos incluyen puertos del calibre de Rotterdam, Hamburgo y Valencia.
No es poca cosa que entre 2016 y 2019 entre China y la Unión hayan acordado cantidad de proyectos de desarrollo conjunto y entre ellos hayan armado la Red de Transporte Transeuropeo TEN-T, un instrumento clave para planificar y desarrollar una infraestructura de transporte coherente y multimodal a lo largo y ancho de la geografía europea. Esta red de mar, aire, tierra es válida no sólo para mercancías sino para las personas y proporciona puestos de trabajo y servicios que facilitan el comercio y apuntalan el crecimiento económico de los europeos.
Algo similar viene ocurriendo en Latinoamérica. Su gravitación como inversionista a través de Cosco y China Merchant Ports en los puertos de Perú y Brasil y su presencia creciente en Argentina, México, Panamá y Chile se ha vuelto llamativa. El caso de África es aún más penetrante. Hay 16 puertos con inversión china en aguas africanas que tienen potencial para usos por barcos de guerra..
El caso es que en la última década y animada de este afán de cubrir con su influencia una gran extensión geográfica, China ha duplicado su influencia en puertos de todo el planeta y para fines de 2023 ha firmado 70 acuerdos marítimos con 66 países y regiones.
La magnitud y potencial de esta vasta presencia tiene inquietas a las autoridades y los expertos en temas de seguridad. No cabe duda que los puertos son sitios claves para recolectar elementos de inteligencia y militares de los países donde operan y es evidente que el gobierno en China tiene jurisdicción más allá de sus fronteras cuando se trata de ordenar la vida de sus empresas públicas o privadas.
En el marco de las tensiones geopolíticas que se han desarrollado entre Pekín y Washington, en Estados Unidos se han prendido las alarmas. Inquieta, con razón, el potencial disruptivo de esta deliberada incursión china en la geografía planetaria.