Capitán América: el primer vengador de Joe Johnston cumple diez años de haber sido estrenada y aún conserva lo mejor de su esencia. Más allá de la historia de uno de los héroes marvelitas es también un recorrido por la forma como Norteamérica se perciba a sí misma. Entre ambas cosas, la película eludió la posibilidad de una mirada superficial a lo patriótico y optó por la sensibilidad. Un logro considerable que marcó la identidad de Steve Rogers a través de toda su travesía en la franquicia.
Capitán América: el primer vengador de Joe Johnston cumple diez años de haber llegado a la pantalla grande. Se trató de un acontecimiento de considerable interés para los amantes del cómic, pero también de un reto para Marvel.
¿Cómo podía el estudio adaptar a un personaje emblema de una nación sin exceder el acento en el patriotismo? ¿En qué forma Steve Rogers de Chris Evans podría convertirse en un símbolo del bien antes un homenaje nacionalista? La línea era muy delgada y Joe Johnston trató de lidiar entre ellas con un mensaje potente. El capitán Rogers sería un hombre bueno, antes que un gran soldado.
La versión del personaje (construido desde esa perspectiva y en especial, bajo esa concepción) era una manera de asumir el bien colectivo. Y aunque parezca una premisa que excede la sencillez del cine de género, en realidad, el Capitán América siempre ha sido un símbolo político.
Desde sus comienzos y gracias a sus portadas en los que golpeaba a nazis en el rostro, el Capitán Rogers ha sido un emblema complejo. Su relevancia política ha evolucionado y de hecho, la reciente serie Falcón y el Soldado de Invierno lo demuestra.
De nuevo, El Capitán América se debate como un símbolo y también una forma de transición hacia algo más potente y profundo. Pero para la ocasión, Marvel tomó la decisión de otra vez, brindar sustancia al tema metafórico. Sam Wilson, un hombre común, afroamericano y sin poderes, tiene el deber de encarnar el bien. Lo hace a regañadientes, pero al final, con plena consciencia de su responsabilidad.
Diez años antes, la película de Joe Johnston tomó decisiones parecidas y también analizó con cuidado cómo crear un personaje universal. Marvel era consciente de que el título El primer vengador no solo era una fórmula publicitaria. También se trataba de una manera de establecer el carácter, el sentido y el futuro de varios de sus héroes. Y lo logró.
El Capitán América y su larga transición
Resulta complicado entender la importancia de Capitán América: el primer vengador luego del largo periplo del personaje por el cine. En especial, luego de la extraordinaria Capitán América: Civil War, considerada casi de manera unánime una de las mejores producciones de Marvel. Pero el universo cinematográfico de Marvel había logrado crear las mejores condiciones para que su personaje se desarrollara de manera elegante, potente y brillante.
De hecho, a la película de Joe Johnston se le considera la mejor narración de origen de la franquicia. Y no solo, por la forma paciente, elaborada y consistente en que el director construyó el personaje. También porque el guion de Christopher Markus y Stephen McFeely hicieron hincapié en el hecho de la necesidad de un símbolo.
Steve Rogers no es solo el portador de un escudo y un emblema. Es el espíritu de una forma de hacer el bien, relacionada con cierto estilo de vida. El comportamiento de Steve, su manera de ver el mundo e incluso, la forma en que comprende el heroísmo es una revisión a la inocencia. También y siguiendo su evolución en los cómics, es un tránsito hacia la forma como Norteamérica se analiza.
Este héroe, nacido para metaforizar la integridad de una época convulsa, es a la vez la primera condición del héroe Marvelita. Con su percepción del bien en estado puro, Steve Rogers que deseaba luchar por lo justo y que, de hecho, lo hizo, es más que un personaje. Es también el reflejo del estado de ánimo del país en que le vio nacer. Toda una mirada cultura de enorme interés que la película refleja con cuidado.
El Capitán América, hacer el bien sin patrioterismo
En una época en la que el Superman de Henry Cavill asesinó en pantalla y Batman es un enigma, El Capitán América de Marvel puede parecer blando. En especial, cuando los discursos entre ambas editoriales no pueden ser más distintos.
El errático y a menudo poco convincente universo cinematográfico expandido de DC ha dado algunos héroes y escenas de ambigüedad escalofriante. Por otro lado, Marvel apenas se atreve a analizar a sus héroes y villanos desde otra perspectiva.
Tal vez por eso, Capitán América: el primer vengador sea un experimento arriesgado. Uno que puso a prueba la capacidad del personaje para transitar del cómic a la pantalla grande en una época cínica. Steve Rogers es un héroe que cree en grandes ideales, con independencia del país en que nació.
Y al menos en la pantalla, está dispuesto a defender el poder del bien, de una forma sincera y casi inocente. La ingenuidad de Steve, en contraposición con las capas y dimensiones de otros tantos personajes del Universo cinematográfico de Marvel, sorprende. Y procede justo de su película de origen, de la forma en que logró mostrar a un símbolo de la heroicidad y no del nacionalismo.
Capitán América, el poder del bien
Steve Rogers tiene un considerable pasado político. En su primera portada se le mostró golpeando a Adolf Hitler en la cara, una inequívoca muestra de sus intenciones y peso argumental. Pero para el cine y en una época en que la imagen de Estados Unidos estaba empañada, el reto fue traducir esa contundencia en algo más.
La respuesta fue convertir a Steve Rogers en un hombre admirable, antes que un paladín del bien. Uno que, además, era capaz de hacerse preguntas y cuestionar acerca del motivo de su lucha. Uno que planteaba algo esencial. La heroicidad del Capitán Rogers no provenía de un suceso de un trauma. Tampoco de algo que pudiera cambiar lo esencial en su personalidad. El guion, subvirtió el orden de las cosas —de símbolo patriótico a mirada a la humildad del bien— y brindó al personaje, el peso suficiente para conmover.
Steve que sabía podía ser utilizado para propaganda, que podía ser un elemento simple y banal, se ganó un lugar en la historia. Y lo hizo al mostrar su enorme capacidad para una honestidad franca, un respeto completo por el deber que le fue encomendado. Steve encarna la idea de nación, pero en particular del fundamento de Norteamérica. Encarna la posibilidad de luchar por los ideales de una forma mucho más amplia y consistente. Quizás el punto más alto de una película que envejece de forma digna.