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May 6, 2025


Diego y el ogro

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Ilustración para El Barón Münchhaussen, por Gustave Doré (1862)

¡A Diego lo despertó ese campanazo que escuchó al ladito suyo! Un campanazo tan grave como la voz de un ogro. Lo extraño es que no había iglesia cercana, ni reloj en torre alguna, ni ogro, ni siquiera tenía un despertador que le anunciara la hora de levantarse. Había estado soñando, seguramente, como solía hacerlo.

Todavía parecía de noche. Abrió la cortina y se dio cuenta que la mañana había amanecido gris y fría. Estaba soñoliento y no tenía muchas ganas de salir. Estaba en ese punto intermedio entre el sueño y la vigilia ¿Estaba soñando todavía o estaba ensoñando? Estaba medio dormido en plena duermevela.

Pero eran tantos los pájaros que cantaban enfrente suyo que se desperezó… y se volvió a embojotar en su cobija que parecía una capa de súper héroe…

… Abría un ojo y se le cerraba el otro. Abría el otro y se le cerraba el primero. A pesar de la oscuridad, del frío y la neblina, se atrevió a abrir la ventana y, tal como lo había hecho su padre cuando tenía su edad, salió volando.

Voló, voló y voló, hasta llegar a un tren anaranjado que le llevó a la playa de su muy temprana infancia. Allí le esperaba, sin montura, un enorme caballo negro como la noche más oscura.

Los dos se hicieron amigos al momento y, volando por sobre la línea del panorama, el caballo le llevó hasta la proa del horizonte, por allá, lejos, hasta la época medieval para resolver el problema que tenían por allá con un terrible ogro verde.

Por supuesto -como Diego es un príncipe- se enfrentó al ogro horrendo que mantenía a la gente en un sopor hipnótico, extraño y horrendo por el que todas y todos andaban medio dormidos, medio lerdos.

Junto con toda su gente, Diego se enfrentó al ogro verde y horrendo en una pelea de espadas y lo venció. ¡Esa fue su mayor victoria!

¡Ahí fue cuando de nuevo sonaron las campanas!

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