La actuación de los organismos internacionales, especialmente la ONU, como defensores de los derechos humanos, es un tema preocupante. Su función es establecer y promover la paz y la justicia, pero es evidente la falta de acciones para enfrentar los peligros que representan los regímenes autoritarios y dictaduras en el mundo. La reciente reunión del Grupo de los 77 (G77), otorgando la presidencia a Cuba, es un claro ejemplo de esta problemática.
El G77 es la mayor organización intergubernamental de países en desarrollo en la ONU, compuesta por 134 naciones del hemisferio sur. Se creó en 1964 para promover los intereses económicos de los países en desarrollo, como contrapeso a las influencias de las superpotencias de la Guerra Fría; pero con el tiempo ha perdido eficacia debido a la diversidad de intereses y tamaños económicos entre sus miembros.
La controversia surge al integrar el «+ China» al grupo, ya que China, sin ser miembro formal participa activamente promoviendo sus intereses, tema preocupante al haber sido acusados por violaciones a los derechos humanos, incluyendo torturas, trabajos forzosos y desapariciones.
La elección de Cuba para presidir el G77 representa un grave atentado, ya que la dictadura cubana también ha sido objeto de numerosas críticas por violaciones sistemáticas de los derechos humanos. La decisión de la ONU de otorgar la presidencia a un país con un oscuro historial y 64 años de dictadura socava la credibilidad del G77 poniendo en duda su compromiso con los derechos humanos y desarrollo sostenible.
La presencia de líderes de otras dictaduras y regímenes autoritarios, como Nicolás Maduro de Venezuela y Daniel Ortega de Nicaragua, plantea serias preocupaciones sobre la legitimación de estos regímenes a nivel internacional. Cabe anotar que, además de China como colaborador, dictaduras como Corea del Norte e Irán, naciones con regímenes híbridos como Bolivia y numerosos países que se pliegan a los dictadores como simpatizantes y colaboradores, también forman parte del G77, poniendo en peligro la democracia. Pero la ausencia de una acción unificada entre los miembros del G77 sugiere que este organismo no está cumpliendo efectivamente su objetivo de promover el desarrollo y los derechos humanos.
Es lamentable ver a líderes de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia y Honduras respaldando esta cumbre, priorizando sus intereses políticos e ideológicos sobre la defensa de los derechos humanos, promocionando una “democracia dirigida” que no es otra cosa que el autoritarismo que intentan legitimar.
En momentos en que Cuba experimenta el recrudecimiento de la represión y persecución de la oposición, la presidencia de Cuba en el G77 envía un mensaje preocupante. La comunidad internacional debería ser coherente en la defensa de los derechos humanos y la democracia, impidiendo que las dictaduras obtengan reconocimiento y legitimación con el aval de organismos internacionales.
La presidencia de Cuba en el G77+China y la participación de líderes de regímenes autoritarios, respaldados por otras naciones en esta cumbre debería encender las alarmas. Pero parece que los organismos internacionales, como la ONU, no son lo suficientemente rigurosos en la promoción de los derechos humanos y la democracia, desvían su atención en temas no prioritarios trayendo como consecuencia que las dictaduras se beneficien como protagonistas en estos foros. Es fundamental que la comunidad internacional se pronuncie exigiendo el respeto de los derechos humanos en el mundo, promoviendo las libertades individuales por encima de cualquier otro tipo de agenda política o ideológica.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú