Desde el principio de los tiempos, el lado perverso de la naturaleza humana ha buscado todo tipo de excusas y pretextos, para cometer diferentes modalidades de abusos contra sus congéneres: sometiendo, esclavizando y expoliando a los demás semejantes y para justificar esas perversiones y atropellos, ha creado taxonomías para imbéciles, tales como son las existentes en la religión, en la política o en la economía, donde los abusadores echan mano de divisiones en dos o más bandos, como lo podemos constatar por la historia, que es la maestra de la vida.
Para no viajar tan lejos en el tiempo en este análisis, comenzaremos a finales del siglo XI, con lo ocurrido en las cruzadas, que fueron guerras religiosas de occidente contra oriente, debido a que los reinos de Europa y el papado estaban arruinados por sus malas artes de querer vivir parasitando a sus súbditos y a sus feligreses, sin trabajar ni producir nada útil—lo cual es una aberración insostenible— y, por tanto, crearon la dicotomía entre cristianos y musulmanes, para justificar invasiones, asesinatos, esclavismo, violaciones y robos, que duraron casi 2 siglos —desde 1095 hasta 1270— afectando a los habitantes del norte de África y del este de Asia y después a otras naciones del Norte de Europa.
Las mismas malas prácticas parasitarias del pasado, usadas otra vez por los reyes de Francia y la nobleza europea, llevaron a la ruina a los franceses y entre los años 1789 y 1799 se produjo en esa nación un movimiento social y político con altos niveles de violencia, sufrimiento, hambruna y muerte, llamado la revolución francesa, donde los ciudadanos representantes a la asamblea nacional se dividieron en dos bandos: los jacobinos que se sentaron a la izquierda del recinto dela asamblea nacional y los girondinos, quienes se sentaron a la derecha y de ahí surge la dicotomía política de izquierda o derecha, que ha sido utilizada hasta la fecha, para dividir y enfrentar a los ciudadanos ingenuos e ignorantes.
La revolución francesa fue un avance para las causas de la libertad a nivel global, pero desde el punto de vista económico fue un fracaso, pues se cometió la aberración de creer que las naciones pueden vivir produciendo dinero en cantidades astronómicas, sin que haya que trabajar ni producir y esta mala práctica produjo inflación, recesión y crisis nacional, que tuvo que ser solucionada por Napoleón Bonaparte, quien para recuperar su nación le hizo la guerra a los vecinos y luego replicó el movimiento de las cruzadas del siglo XI, invadiendo y expoliando de nuevo al medio oriente y al norte de África, siendo que con lo expoliado creó el franco de oro, que fue la herramienta monetaria para convertir a Francia en un imperio, hasta que comenzó la primera guerra mundial; pero luego de ese logro de Napoleón, Francia regresó de nuevo a la monarquía que lo gobernó por algunos años más.
Después de la independencia del territorio conocido como la Gran Colombia, emulando a la división política de la revolución francesa, se crearon en esa nación 2 partidos políticos llamados el conservatismo —los seguidores de las ideas de Bolívar o derecha— y el liberalismo —los seguidores de las ideas de Santander o izquierda— y por medio de la exclusión y el odio promovido entre ciudadanos por los curas y otros manipuladores de oficio, entre 1899 y 1902 se produjo la guerra civil de los mil días, que dejó a la nación con miles de muertos y heridos y además destruida y arruinada; situación que fue aprovechada para que Estados Unidos promoviera la separación de Panamá en 1903, que era una provincia o departamento de Colombia, para poder negociar a conveniencia con un gobierno interino y débil, la toma de la zona territorial donde se construyó el canal de Panamá.
Don Rafael Uribe Uribe, quien fue uno de los líderes liberales de la Guerra Civil de los mil días fue asesinado a hachazos en Bogotá en 1914 —según las malas lenguas, el Tío Sam había financiado al Tío Rafa y también al otro bando, para hacer la guerra civil en Colombia y que así le paga el diablo a quien le sirve (metáfora)—, pero a mediados del siglo pasado, a raíz del asesinato en Bogotá en 1948 de don Jorge Eliécer Gaitán, otro líder político liberal colombiano, se inició una época de gran violencia en ese país, que dio origen a los movimientos guerrilleros que aún subsisten, mientras expresidentes tanto de uno como de otro partido se enriquecen muchísimo con lo que ganan como funcionarios públicos o empresarios y los pobrecillos tienen que esconder sus grandes fortunas en paraísos fiscales, mientras la gente protesta y destruye activos nacionales, manipulada por los politicastros de turno —ver casos de don César Gaviria y don Andrés Pastrana, junto con otros políticos y seudo empresarios, mencionados en los Pandora Papers—.
Entre 1936 y 1939, por causa de divisiones políticas estériles y estúpidas entre izquierda y derecha, el reino de España fue dicotomizado entre republicanos y nacionalistas, de tal manera que, en casi tres años de luchas violentas entre sus ciudadanos, donde se practicaron todo tipo de asesinatos, robos, violaciones y otras atrocidades, con una guerra civil fratricida, el país quedó destruido, arruinado y bajo el mando de un dictador llamado don Francisco Franco, quien gobernó con mano de hierro hasta 1975 y así España perdió no solo a muchos de sus ciudadanos que murieron o fueron exiliados, sino también su libertad y más de 600 toneladas de oro, que fueron enviadas entre gallos y medianoche a Rusia y a Francia.
Con estos ejemplos se ilustra el uso dicotomías estúpidas, como son las religiosas o las políticas, entre izquierda o derecha, para que los ciudadanos se enceguezcan y se enfrenten entre ellos, mientras: corruptos, especuladores y delincuentes financieros se aprovechan de la situación de caos, tratando de imponer pelmazos e incapaces como gobernantes a las naciones y ya es oportuno que los ciudadanos se dejen las tonterías y entiendan que las repúblicas con talantes democráticos necesitan poder escoger y llevar a los gobiernos a verdaderos y capaces estadistas, que sepan asesorarse y rodearse de los mejores ciudadanos con que cuentan las naciones —sin importar el color que les guste o el lado preferido para sentarse a la mesa, pues la ubicación depende de la puerta por donde se entre al recinto (metáfora)— para que se pueda lograr un ambiente nacional de: paz, unidad, bienestar, progreso, trabajo y prosperidad, para todos sin excepciones ni exclusiones, donde la gente pueda: estudiar, trabajar, ahorrar, invertir y producir, sin que haya estafadores que pretendan: manipularlos, esclavizarlos, estafarlos y expoliarlos, con estupideces tales como las dicotomías o divisiones políticas, religiosas, económicas u otras tricotomías o taxonomías para tontos de cualquier índole.