Siempre se ha dicho que “hablando se entiende la gente”. Es un proverbio popular muy a la mano de cualquier vecino que trata de remediar conflictos con algún residente del vecindario. Son múltiples las anécdotas que dan cuenta de esos pleitos; se comienza con el simple reclamo de que “me mojaste la acera de mi casa mientras lavabas tu carro” o hasta el simple reclamo de que “el muchacho de la vecina cruza velozmente con su bicicleta”. Esos típicos zafarranchos pueden terminar en una crisis sangrienta, si no se atienden a tiempo y sobre todo, cuando no se buscan soluciones amigables.
Desde luego que hay casos de casos, por aquello de que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Se entiende esa frase como una manera de evitar generalizaciones, porque debe tenerse bien definido el carácter de ese vecino con el que usted tratará de resolver pacíficamente la querella surgida en el vecindario. Si el residente próximo a su vivienda es un declarado criminal a sangre fría, la solución debe procurarla utilizando otros medios, igual si es público y notorio que ese vecino es el que controla la red que trafica drogas en el barrio o en su urbanización. Para tales efectos existen cuerpos policiales especializados en lidiar con ese tipo de sujetos, que difícilmente un vecino ajeno a esos males podrá manejar, más allá de que tal delincuente, con semejante prontuario, simule querer pactar un desenredo sosegado.
Veamos el caso de Venezuela hundida en los más disímiles conflictos. Ya sabemos la historia de la retahíla de diálogos que terminan frustrados porque la maña del régimen es usar ese mecanismo para “arrastrar los pies” y proseguir cometiendo fechorías. ¿Cómo se resolverá el tema del tráfico de drogas? Porque ese es uno de los más delicados casos para superar, ya que es más que cierto que nuestro territorio está siendo utilizado como base de operaciones de las más importantes transnacionales del narcotráfico internacional.
Otro punto del menú debería ser cómo se van a liberar a los presos políticos y el compromiso del régimen de no seguir apresando, torturando y asesinando a los disidentes. Por ejemplo, acaban de dictarle sentencia al general Ángel Vivas, mediante juicio indebido, piden para él 7 años de cárcel y eso lo hacen en la antesala del fulano diálogo mexicano. Otra inquietud es cómo quedará el compromiso de seguir apoyando la fase de investigación que marcha en la Corte penal Internacional para que concluya estableciendo responsabilidades a los perpetradores de crimines de lesa humanidad, simplemente que eso no es negociable, ¿verdad? Como tampoco se deben desestimar los expedientes que dan cuenta del latrocinio cometido por los capos de la dictadura.
En definitiva, debemos tener claro, muy claro, que una cosa es dialogar para salir de la tiranía y otra acomodarse a sus designios dejando de luchar para que tengamos en nuestro país un verdadero Estado de Derecho, con separación de poderes, en donde la gente pueda votar y elegir, en donde sea normal opinar y no terminar presa como la señora que hizo una parodia con las arepas, ni víctima de expropiaciones, ¡tal como nos ha ocurrido a miles de venezolanos!