OPINIÓN

Día Meteorológico Mundial 2024: reflexiones desde Venezuela

por Sergio Foghin Sergio Foghin

Afiche publicado por la OMM con motivo del Día Meteorológico Mundial 2024, en el que se representa el compromiso de legar a las generaciones futuras un medio ambiente sustentable, por medio de la aplicación de las ciencias meteorológicas y afines, a la reducción del cambio climático y a la mitigación de sus efectos (Fuente: OMM)

El 23 de marzo de 1950 entró en vigor el convenio que dio origen a la Organización Meteorológica Mundial (OMM), agencia especializada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la que Venezuela es miembro fundador.  Para conmemorar esta efeméride, el tema para el año 2024 es: “En primera línea de la acción climática”, en referencia al compromiso de todos los países miembros de la OMM con las acciones necesarias para prevenir y mitigar las consecuencias del calentamiento global, amenaza que puede afectar gravemente y de diferentes formas a toda la biosfera, a la vez que poner en riesgo el futuro mismo de la humanidad.

Los efectos del cambio climático ya son notorios en numerosos países y podrían llegar a ser catastróficos e irreversibles, a menos que se implementen las urgentes acciones recomendadas por organismos como el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC). Tales medidas implican, fundamentalmente, la reducción de las inmisiones de gases de efecto invernadero, aspecto que reviste particular interés para Venezuela, como país exportador de petróleo.4

Conviene precisar que el término “meteoro” es de origen griego y su significado es “que está en el aire”; de este modo, se entiende por meteoro todo fenómeno o proceso que ocurra en la atmósfera, cualquiera sea su origen y naturaleza. Son meteoros, entre otros, el vapor de agua como componente atmosférico, las nubes y las precipitaciones; los rayos y los relámpagos; los arco iris y los halos solares, así como el polvo que se encuentra suspendido en el aire y es arrastrado por los vientos, que también se consideran meteoros. Ciertas magnitudes físicas, como la presión atmosférica y la temperatura del aire, igualmente forman parte de este conjunto de elementos, objeto de estudio de las ciencias atmosféricas.

De estas disciplinas, quizá sea la meteorología sinóptica la rama que resulta más familiar para el común de la gente, por el hecho de que su producto representa un servicio público, cual es el pronóstico meteorológico, información que resulta de gran utilidad para la gestión de riesgos derivados de la dinámica atmosférica, o asociados a ella, como sequías, inundaciones, incendios forestales, estado de la vialidad, brotes de enfermedades de transmisión insectil (malaria, dengue, leishmaniosis), episodios de contaminación del aire, así como también a los efectos de la planificación de actividades al aire libre, etc. Para la mayor parte de estos propósitos, las previsiones meteorológicas deben circunscribirse a escalas locales y actualizarse varias veces al día.

De lo anterior se desprende que son de muy poca utilidad los pronósticos demasiado generales, frecuentemente representados por íconos, tales como solecitos y nubecitas esparcidos sobre grandes espacios territoriales, áreas que, además, suelen presentar acusadas diferencias orográficas regionales, que pueden modificar sensiblemente las condiciones meteorológicas prevalecientes a macroescala. Piénsese, por ejemplo, en el caso de la conurbación conocida como la Gran Caracas, la cual, además de la depresión surcada por el Guaire y sus tributarios, abarca comarcas topográficamente tan disímiles como los Valles de Guatire y Guarenas, Los Altos Mirandinos y el Litoral Central, por lo que, con mucha frecuencia, a la misma hora pueden presentar condiciones meteorológicas contrastantes.

Al respecto, es interesante recordar que ya Alejandro de Humboldt, a principios del siglo XIX, refirió la presencia de dos sistemas de vientos locales, de opuestas direcciones, en el viejo valle de San Francisco, a los que identificó como “el viento de Catia”, que sopla del oeste y “el viento de Petare”, que sopla del este, sin que, hasta el presente, se hayan podido caracterizar científicamente estas corrientes eólicas, por carecerse de los registros climatológicos necesarios.

En Venezuela, la meteorología sinóptica cobra importancia a partir de la llegada al país de Antonio W. Goldbrunner (Munich, 1914 – Maracay, 2005), el seis de junio de 1950, y de su incorporación al Servicio de Meteorología y Comunicaciones de la Fuerza Aérea Venezolana, creado por decreto de fecha 10 de octubre de 1947. Ocho meses más tarde, el citado meteorólogo pronosticó el evento lluvioso extraordinario (frente frío y vaguada) que, a mediados de febrero de 1951, presentó características similares a las condiciones que desencadenaron el desastre de diciembre de 1999, en el Litoral Central y otras regiones venezolanas. Goldbrunner, quien fue Representante Permanente de Venezuela ante la OMM durante el período 1959-1971, dejó una notable obra investigativa y, por muchos años, impartió clases en la Universidad Central de Venezuela y en el Instituto Pedagógico de Caracas.

Otra importante rama de este vasto campo es la agrometeorología, dedicada al estudio de la interacción entre los factores hidrometeorológicos y las actividades agrícolas, entendidas en sentido amplio, que incluyen la agricultura a escala industrial, la horticultura tecnificada, la silvicultura y la ganadería. Los conocimientos aportados por esta disciplina ayudan a combatir eficazmente las plagas agrícolas, al racionalizar el uso de pesticidas y evitar la excesiva contaminación ambiental, reduciendo, además, los costos operativos. Del mismo modo, con el estudio de los balances hídricos locales la agrometeorología permite planificar y optimizar el riego, contribuyendo a la mejor administración del recurso agua.

Dos pioneros de los modernos estudios meteorológicos en Venezuela, Antonio W. Goldbrunner (en el centro de la imagen) y Jesús María Sánchez Carrillo, fotografiados en un congreso de la OMM, efectuado en Ginebra a mediados de mayo de 1955 (Fuente: Archivo personal de A. W. Goldbrunner)

El fundador de los estudios agrometeorológicos en Venezuela fue el ingeniero Jesús María Sánchez Carrillo (San Cristóbal, 1922 – Caracas, 2005), quien obtuvo el grado de meteorólogo en los Estados Unidos de América en 1944 y desempeñó el cargo de Jefe del Servicio de Meteorología Agrícola del Ministerio de Agricultura y Cría, hasta 1986. Durante esos años, también trabajó como investigador en el Fondo Nacional de Investigaciones Agropecuarias. Sánchez Carrillo fue fundador del Departamento de Ingeniería Hidrometeorológica de la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde ejerció la docencia por muchos años. Cabe destacar que, desde 1950 hasta el presente, este Departamento mantiene operativa una estación meteorológica, cuyos registros han permitido generar valiosas estadísticas climatológicas, de más de siete décadas de extensión.

Las estadísticas de precipitación, temperatura, evaporación, dirección y velocidad del viento, etc., son imprescindibles también para la planificación de obras de ingeniería, como embalses, puentes, canales, sistemas de drenaje urbano, edificaciones, etc. Por estas razones, sobre todo en países tropicales, la climatología se considera al menos tan relevante como la meteorología de predicción, de allí que el desarrollo y mantenimiento de las redes de estaciones de observación deben constituir objetivos primordiales de los servicios meteorológicos, al igual que la difusión de los datos registrados, para que estos puedan ser aprovechados para fines docentes, de investigación y de planificación ambiental. Es importante resaltar que países de tan vasta extensión como Australia, Rusia y los Estados Unidos de América, al igual que muchos otros, mantienen en línea, en tiempo real, los principales registros de sus redes de observación meteorológica, a la vez que publican, por los mismos medios, sus series climatológicas históricas.

Vista parcial de la estación meteorológica de la Universidad Central de Venezuela, situada en la colina al lado del cuartel de los Bomberos Universitarios (Fuente: Departamento de Ingeniería Hidrometeorológica, UCV)

Desde los más remotos tiempos, las situaciones atmosféricas han sido objeto de particular atención por parte de los seres humanos, debido a que de ellas ha dependido siempre su subsistencia, al determinar aquéllas las condiciones ambientales básicas de las que dependen las disponibilidades hídricas, la producción de alimentos, los tipos de vivienda y de vestido, así como los riesgos derivados de los fenómenos meteorológicos potencialmente peligrosos. En consecuencia, no es de extrañar que las condiciones meteorológicas y las fuerzas que las gobiernan se encuentren presentes en la mitología de las más antiguas civilizaciones. En este sentido, es interesante recordar el mito de Amalivaca, de los indios tamanacos, en el que se describe un diluvio que exterminó a todos los seres humanos, con excepción de una pareja que logró salvarse refugiándose en una gran roca. El mito de Amalivaca constituye una de las referencias más antiguas a las condiciones de pluviosidad en la cuenca del Orinoco, cuyas crecidas estacionales determinan la inundación de extensas áreas de bosques y sabanas.

A lo largo de su historia, muchas regiones venezolanas han sufrido el embate, en ocasiones con consecuencias catastróficas para su población, de fenómenos meteorológicos como las tormentas y las ondas tropicales, los huracanes, los frentes fríos y las vaguadas en altura. Pero las condiciones climatológicas del territorio venezolano también representan una valiosa fuente de recursos naturales, absolutamente renovables, como son los cursos de agua y los mantos freáticos, alimentados por las precipitaciones, el potencial de energía eólica y de energía solar, así como la variedad de climas presentes a lo largo y ancho del territorio nacional, de gran valor tanto desde el punto de vista turístico como del desarrollo agrícola.

Todos estos aspectos hacen de la meteorología y sus diferentes ramas, disciplinas que reclaman la mayor atención por parte de los organismos relacionados con la educación, la investigación básica y la planificación del uso del espacio, así como con la prevención y mitigación de los desastres socionaturales, aspectos todos estrechamente vinculados con el tema del Día Meteorológico Mundial 2024: “en primera línea de la acción climática”, compromiso que Venezuela, como país miembro de la Organización Meteorológica Mundial, también está en el deber de suscribir.

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