Llegamos al Primero de Mayo, Día del Trabajador, en la peor situación de nuestros trabajadores en toda la historia venezolana. La jornada no se ejecutó para celebrar, se convocó para reclamar la destrucción del salario y la calidad de vida de toda la ciudadanía.
Mientras en buena parte del mundo el espíritu de la celebración es festivo, aquí fue absolutamente reivindicativo.
La dramática situación socio económica de los trabajadores venezolanos, fruto del monumental fracaso del socialismo del siglo XXI, hace que esta fecha tenga un significado especial. Estamos frente a un salto hacia atrás, una regresión absoluta de los derechos básicos de los trabajadores.
Paradójicamente es en el gobierno de quien se autoproclamó como el “presidente obrero” que los trabajadores vieron destruir su salario y sus derechos laborales, hasta el punto de un nuevo esclavismo. En tiempos de la colonia los esclavos por los menos tenían aseguradas las tres comidas diarias, ahora con el salario que paga la revolución no hay forma de cubrir ese requerimiento existencial.
Este Día del Trabajador debemos asumirlo para elevar el nivel de consciencia de todos los ciudadanos respecto de importancia de rescatar la plena vigencia de los derechos humanos en el marco de un estado democrático. Solo de esa forma podremos rescatar desde el derecho a la vida hasta el derecho a la recreación, pasando por el derecho a un salario digno, a la salud, a la educación, a un medio ambiente sano, al de libre asociación de los trabajadores, vale decir el derecho a afiliarse a sindicatos que les representen y adelanten la contratación colectiva. Todos esos derechos desconocidos por la cúpula roja atornillada en el poder.
Por muy fanático que se pueda ser en la defensa de un régimen inepto y corrompido como este, no es posible ocultar la triste verdad que hoy padecemos los ciudadanos, pero muy especialmente los trabajadores del sector público.
En efecto la destrucción de la administración pública, la híper burocratización y el asalto continuado de las finanzas del Estado, han terminado por abolir el salario como el ingreso fundamental de los trabajadores de acuerdo con el artículo 91 de la constitución, que textualmente expresa:
“Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales. Se garantizará el pago de igual salario por igual trabajo y se fijará la participación que debe corresponder a los trabajadores y trabajadoras en el beneficio de la empresa. El salario es inembargable y se pagará periódica y oportunamente en moneda de curso legal, salvo la excepción de la obligación alimentaria, de conformidad con la ley.
El Estado garantizará a los trabajadores y trabajadoras del sector público y del sector privado un salario mínimo vital que será ajustado cada año, tomando como una de las referencias el costo de la canasta básica. La ley establecerá la forma y el procedimiento”
En este Primero de Mayo el país esperaba que Nicolás Maduro anunciara un verdadero ajuste salarial. Que luego del desmantelamiento de la banda de Pdvsa, responsable del robo de más de 20.000 millones de dólares, hubiese detenido la sangría y estuviese en condiciones de elevar el salario mínimo.
Para mayor indignación y frustración de todos los trabajadores, incluidos los que estaban en la marcha gobiernera, Maduro no elevó el salario y apenas hizo un anuncio de un incremento de 13 dólares mensuales a través del bono de alimentación y de un bono denominado de guerra económica.
Una brutal burla a la clase trabajadora venezolana que hoy guardaba la esperanza de un mayor ajuste, y sobre todo de un incremento del salario para que el mismo pudiese tener efecto en las vacaciones, aguinaldos y prestaciones.
Si algún sector del país aún tenía dudas de la incapacidad de Maduro para gobernar, hoy han debido despejarla. Hasta el punto de que en la misma asamblea donde el ocupante de Miraflores hizo el anuncio, se mostró rechazo abierto a esa medida.
Entramos ahora en una nueva etapa de decepción y desesperación de la población. Es imposible para un trabajador vivir con un ingreso mensual de 65 dólares. Mucho más dramática es la situación de los jubilados y pensionados, a quienes no se les paga el bono de alimentación, y cuyo ingreso queda reducido a la ínfima suma de 5 dólares.
Asistimos a una política de exterminio por hambre contra un segmento significativo de la población, la de mayor edad, la que entregó su vida al trabajo, y a la que ahora se le somete a semejante vejación.
A todo ese cuadro socioeconómico debemos agregar la política de hostigamiento y persecución a la que ha sido sometida la dirigencia de los trabajadores. Dirigentes presos injustamente, desconocimiento de los derechos contractuales de los trabajadores hasta el punto de hacer nugatorio el derecho a la contratación colectiva.
Esa es la realidad del mundo del trabajo en este Primero de Mayo. Para cambiar ese cuadro hay que sacar del poder, voto a voto, en la próxima elección presidencial a Nicolás Maduro.
Sin un cambio político será imposible lograr un cambio económico que permita contar con los ingresos suficientes para alcanzar un salario digno, con un respeto a todos los derechos de los trabajadores, como lo ordena la constitución.
En honor, y por los trabajadores venezolanos, libramos esta lucha promotora del cambio en Venezuela.