Un día de elecciones regionales, que tienen su peso grueso institucional, hay que escribir sobre estas. Como es sabido, no se puede promover ninguna candidatura. Queda incitar a votar o no votar. Ya lo hice, en verdad sin muchos clarines, hace un par de semanas: convencido de que llegados adonde habíamos llegado, comprometida la oposición a participar y con invitados honorables como testigos, no tenía sentido abstenerse y renunciar al pedazo del pastel que nos toca, así no sea demasiado parecido al que hemos apetecido tanto, pero tanto, tiempo. Digamos que dije votar, pero sin mayúsculas ni signos de admiración.
Mucho menos me atrevería a hacer cálculos de los resultados, si en unas horas usted los va a conocer en ese momento ritual del republicanismo que es la electrizante lectura de los numeritos, cuando Tibisay –perdón Pedro- se instale en ese púlpito laico, en nombre de un CNE que hizo unas cuantas cosas positivas y dejó de hacer bastantes otras, de su incumbencia directa o no, pero que allí están… baste recordar el robo de los partidos y las inhabilitaciones canallescas.
Y aunque no esperemos grandes sorpresas, sí podemos sopesar algunas interrogantes. Para mí una muy especial, que es como repercuten en el electorado –ya sé que gran cantidad ni se entera- los durísimos golpes que ha recibido, y sigue recibiendo, la dictadura de parte de instituciones internacionales de gran calado: varias instancias de la ONU, la CPI, la OEA, la Unión Europea, que justo en estos días prolonga sus sanciones, etc. O los archivos vivientes abiertos o a punto de abrirse que son el colombiano, el Pollo o la enfermera. Y no tratemos de ser exhaustivos, remitimos a los Pandora Papers que a cada rato ofrendan una joya, para lo cual hay que recomendar esa maravilla del periodismo nacional y global que es Armando.Info que no cesa de sorprendernos. Cuentan también los golpes sucesivos del imperio del norte –el presidente de Venezuela es y seguirá siendo Juan Guaidó, por ejemplo- que mucho debe molestar al otro presidente y, de paso, a algunos líderes de la variopinta oposición, expertos en la medialengua.
Tantos golpes deberían poder leerse en los resultados, sumados por supuesto, al factor permanente, a la inmensa tragedia nacional, que no pormenorizo porque eso lo vivimos casi todos, casi. En pocas palabras, lo que queda del chavismo, con todo y sus triquiñuelas, muchas de las cuales son tales, tan suyas, que seguramente escaparán a los diligentes observadores internacionales.
La otra gran interrogante es la fragmentación de la oposición que va desde los chavistas disfrazados, alacranes, hasta los irreductibles de María Corina, Ledezma. etc. Y que tiene un epicentro muy importante en los cuatro partidos mayores encerrados en la MUD, donde parece haber un sordo combate del cual estas elecciones no nos dirán más, creo, que lo que ya sabemos y que es bastante, de lo mucho que hay que arreglar. La abstención como se sabe es bastante ambigua, por no decir muda. No sabremos si los abstencionistas lo hacen por flojos o irresponsables, antipolíticos, despechados, estratégicamente radicales o porque tienen coronavirus.
En resumen, lo que espero es que haya alguna claridad para que se pudiese comenzar a pensar con prontitud en lo que creo, con muchos otros, podrían ser las elecciones, estas sí con mayúsculas y signos de admiración, las del revocatorio del año próximo, donde se puede jugar a todo o nada, si es que el gobierno –observado desde adentro y desde fuera- respeta esa figura constitucional que ya sabe cómo hacer delincuencialmente para aplastarla. Y lo más probable es que lo intente de nuevo. Nosotros deberíamos tratar de encontrar el antídoto.
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