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Devolver al país el régimen de libertades

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Es inevitable la reiteración: en todo tiempo y lugar las guerras y las revoluciones han estado presentes en el mundo. Los registros históricos están a disposición de aquellos que deseen informarse al respecto. Así pues, lo que ahora experimentamos los venezolanos ya lo han sufrido, con sus variantes, nuestros antepasados. De allí que insistamos en la sabiduría que encierra el Eclesiastés cuando señala que: “No hay nada nuevo bajo el Sol”.

El comportamiento de Nicolás Maduro y quienes lo apoyan no debería entonces asombrarnos. Es importante tener en cuenta que los vientos que hoy soplan en Venezuela tienen su punto de partida en la gestión de gobierno de Hugo Chávez Frías (Julio 28 de 1954 – Marzo 5 de 2013). Fueron nuestros propios compatriotas, muchos de los cuales viven hoy en el exilio, quienes le dieron a Chávez el respaldo necesario que le aseguró ser electo presidente de la República y que después condujo al descalabro económico, político y social que hoy día experimentamos los venezolanos. Pero justo es reconocer que un importante número de esos mismos compatriotas se mantiene firme en su lucha por devolver a nuestro país el régimen de libertades que impone toda democracia verdadera.

Lo cierto es que los errores que cometemos los seres humanos se repiten una y otra vez. Un ejemplo de ello lo encontramos en esos momentos del pasado en que venezolanos de prestigio cuestionaron y denostaron a los diferentes gobernantes del período democrático que arrancó en 1958 con la presidencia de Rómulo Betancourt (13 de febrero de 1959 al 11 de marzo de 1964) y concluyó con la segunda presidencia de Rafael Caldera (2 de febrero de 1994 al 2 de febrero de 1999). Aunque muchos no lo sepan, esos mandatarios no se enriquecieron con el erario público. La prueba de lo anterior es que todos ellos tuvieron una vida modesta. Es evidente que tales ataques fueron errores lamentables. Precisemos a continuación lo últimamente indicado.

Durante mi larga gestión en el Banco Central de Venezuela (BCV) del período democrático tuve el placer y privilegio de interactuar -en virtud de mi cargo en dicho ente estatal- con emblemáticas figuras de los dos grandes partidos de esa época: Acción Democrática y Copei. Mi relación con ambos grupos siempre fue cordial, incluso en esas ocasiones en que mi posición fue contraria a la que uno u otro sector partidista quería. La confianza que los altos funcionarios de AD y Copei tuvieron con el personal ejecutivo del BCV (anterior a la gestión de Chávez Frías) fue absoluta. Mas aún, siempre se tuvo el mayor respeto por la inclinación política de todos los funcionarios de la institución. En otras palabras, en el BCV de esa época jamás se hizo presente  la cacería de brujas. Con la revolución “bonita” las cosas cambiaron de manera significativa.

Habiendo llegado a este punto consideramos que es importante traer a colación lo señalado por Spinoza en su Tratado Político: El ejercicio de un poder absoluto es muy peligroso para el príncipe, muy odioso para los súbditos, y contrario a las leyes, tanto divina como humanas. Lo anterior impone que se siga siempre el camino correcto: esa ruta que asegura que duerman y descansen con tranquilidad todos los que tengan la conciencia en paz.

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