OPINIÓN

Devoción por la Filosofía Científica

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Hans Reichenbach

No es moción fétida y explosiva como gas metano, sólo exigencia de alguien que experimenta [fortísima] la Edad de Trasnocho durante el relámpago que vive. Los seres humanos necesitamos masificar la difusión de conocimientos humanísticos para, exitosos,  deslastrar armas letales en parques, depósitos, galpones o bases militares que impiden sea posible la vida buena: últimas palabras no proceden cuando adventicios de la guerra por la dominación exhiben o arrogan peligrosidad tras pronunciarlas. Lo final en cuanto a pensamiento complejo no existe.

Quiero mirar a los más [aptos] sabios conducir naciones, sus poderes públicos, administrar tesoros y fomentar debates respecto a las siguientes categorías: educación, trabajo, salud, cobijo, atención sanitaria, equidad, fraternidad, oportunidad, ecuanimidad, impostura, ultraje, flagrancia, premio y castigo. Con insobornable probidad, algunos entre nuestros memorables antepasados lograron demostrar que el orden de los conceptos precede [sean apriorísticos, intuitivos o de aprendizaje escolar]. En su libro intitulado La Filosofía Científica, Hans Reichenbach afirma:

-«Todo pensamiento que conduzca hacia satisfactorios resultados está regido por las leyes de la Lógica» (Ob. Cit. p. 224. Fondo de Cultura Económica, 1953).

Las naciones están compelidas a impulsar el conocimiento científico, dar el absurdamente pospuesto y seguro salto de la ignorancia colectivista [cual causa de soberbia universal] hacia óptimas condiciones de existencia material y psíquica. La realidad política-financiera internacional agota nuestra tolerancia crispada por la pútrida castrense de inmisericorde protagonismo y férrea presencia territorial en cada resquicio de nuestra existencia.

La humanidad tiene que reclamar, irrestricta, honestidad y destrezas intelectuales a quienes se postulen ejercer el oficio de capitanes de su evolución. Regia formación científica, porque sólo ella genera infraestructuras,  edificaciones, cibernética, antídotos, medicinas curativas e induce sesudas investigaciones en todas las disciplinas del conocimiento. Mediante inagotables inferencias, el lenguaje científico irrumpe como respuesta a los problemas que enfrentamos para supervivir: -«El que busca la verdad no debe mitigar su impulso entregándose al narcótico de la creencia» (ídem., p. 223).

Diferente que monsergas de origen teológico, el pensamiento científico que procede de ideas abstractas [sin menoscabo del empírico-especulativo] aporta soluciones perceptibles frente a premuras de los seres racionales e instintivos. La vida no puede sostenerse cual merecido castigo de entidades paranormales, de «domus ecclesiae». Efímera o no, transitoria y abundante en conflictos u obstáculos, enoja, divierte, place, se padece o goza, pero es una realidad que desafía la preeminencia del conocimiento científico.

Al hombre intelectualmente perezoso envilece la adversidad y, por ello, utiliza el fácil recurso de la violencia para sustanciarse mediocre pretor vía fuerza bruta.

@jurescritor