Estoy escribiendo estas líneas el Primero de Mayo, fecha universal de lucha por los derechos laborales, y aunque mi intención no es detenerme en este tema, del que solo conozco lo que me toca de cerca -que es bien poco, dicho sea de paso- no puedo dejar pasar la indignación ante la indiferencia del régimen de Maduro hacia el enorme sufrimiento de las masas empobrecidas, que prácticamente carecen de salario, y a las cuales a pesar de las sostenidas, justas y desesperadas protestas de varios meses, se les ofrece cestatickets por un monto de 40 dólares mensuales y 20 dólares por bono de guerra, correspondientes a lo que cínicamente bautizó como un plan de resistencia, repitiendo la solicitud de paciencia y sacrificio a los trabajadores y poniendo como garantía un futuro promisor que sanará la miseria del presente a la que nos ha conducido.
Así es el ejercicio del poder dictatorial, arbitrario, no se rige por normas, ni convenios, ni concertaciones, sino que es a discreción, apoyado en la confianza de tener controlado el soporte que les permite mantener el mando a trocha y mocha, resistiendo incluso pavorosos temporales. Me pregunto como observadora sin más elementos de juicio ¿será que el huracán El Aissami ya dejó de arrasar y uno supone afecta los cimientos del régimen?
Al menos es lo que pareciera querer demostrar Maduro, al exhibir una arrogancia que le permite no sólo burlarse de los trabajadores, sin temer consecuencias en la estabilidad de su régimen. Similar es su conducta soberbia ante los esfuerzos de 20 países que acudieron a la cita del presidente Petro (suspicacias aparte), con la intención de darle un nuevo impulso a una salida negociada a la crisis venezolana.
A pesar de la resolución final en la cual se exhorta a establecer un cronograma electoral que permita la celebración de elecciones libres, transparentes y con plenas garantías para todos los actores venezolanos, así como de las declaraciones de voceros autorizados de Estados Unidos y de la Unión Europea de que el levantamiento des sanciones, uno de los requerimientos gubernamentales recogido también en la resolución, será gradual en la medida en que se vaya dando la normalización democrática en Venezuela. Pero el gobierno de Maduro se burla poniendo cada vez más condiciones, como la desvergonzada solicitud del retiro de las denuncias ante la CPI o la liberación del delincuente Saab.
De persistir estas negativas de avance, estaríamos situados ante un contexto de estancamiento en el cual podrían presentarse distintos escenarios, desde una respuesta al estilo Ortega-Murillo de inhabilitar y perseguir a los candidatos de oposición, hasta simplemente no ceder en los requerimientos electorales exigidos.
Lo que a mi entender corresponde a la oposición venezolana, aparte de seguir confiando y apoyando a la comisión de primaria en su impecable trabajo; es hacer los esfuerzos necesarios para lograr puntos comunes de unidad por encima de las desavenencias y colocar el acento en una estrategia y un compromiso común, que implica tener respuesta para los distintos escenarios posibles en el entendido de que el único camino que se avizora, el electoral, no estará libre de piedras en el camino.