Una piedra de tranca en la situación dantesca en la que estamos sumergidos, en el laberinto inextricable en el que penamos, es la falta de conciencia republicana para enfrentar el monstruo de las mafias criminales alojadas en el poder. Qué decir sobre la falta de visión predominante que coadyuva a la confusión reinante.
Estamos ateridos a la condición de rascabuches (término panameño) que impuso la dupla macabra castro-chavista y para salirnos de este claustro infernal no basta desplegarnos en la dimensión de la realidad propiamente dicha, sino insertarnos en esta otra realidad espiritual que afirma nuestra condición de seres humanos. No basta la visión de una vida unidimensional chapoteando en la realidad material, es mandatorio zambullirnos en los lagos reconfortantes y edificantes de la inmensa e infinita realidad espiritual que nos envuelve, pero estamos ausentes. El olvido y la vuelta de espaldas a esta realidad es la que ha provocado la situación confusa del mundo de hoy y la precaria existencia que arrastramos en la Venezuela de la opresión, desesperanza y el hundimiento en la usurpación.
Volverse a Dios con humildad y afirmarse en los principios y valores republicanos son las potencias que nos permitirán el rescate de la patria perdida. Urge poner el espíritu en alto, elevarnos, para establecer un objetivo común que nos ayude a recuperar la visión de que somos un país.
Vivimos un momento oscuro, el narcorrégimen asoma como logro la pérdida de la idea de que somos un país; trabaja para borrar toda idea y sentimiento de comunidad -lugar común- de la pertenencia de vivir dentro de la nación en donde nacimos, como seres sociales que somos con objetivos comunes.
Ha trabajado nefandamente de la mano de Cuba, para destruir la idea de república y del cuerpo social al que pertenecemos.
Su idea ha sido la destrucción de la sociedad venezolana, la de desarticular toda organización social, empresa, industria, sindicatos, gremios, instituciones educativas y los medios independientes, en fin, los pilares republicanos de una nación, hasta llegar a pretender la eliminación de la identidad nacional.
El régimen oprobioso llegó enfrentándose a las fuerzas espirituales y materiales de la nación, hoy podemos palpar sus logros de ser aún más pobres que Cuba, que Haití y la mayoría de países africanos. Y no hablemos del milagro satánico de la destrucción de Pdvsa, la gallinita de los huevos de oro.
El miedo ante la realidad de que todo se está cayendo delante de nuestros ojos, no debe convertirse en freno sino en motor, sí, para sacar las fuerzas espirituales y morales de nuestras entrañas, para rebelarnos e impedir la disolución de la nación; de rebelarnos y no caer sino más bien salir del pantano moral que nos rodea.
Abramos los ojos de nuestra conciencia espiritual y ciudadana para que derrotemos la ignominia.
De nuestras entrañas brotará la insurgencia hija de la dignidad nacional y junto con la ayuda internacional, reuniremos, Dios mediante, las fuerzas necesarias para el quiebre y la consecución de la ansiada liberación.
Rechazamos de plano la farsa fatal de las elecciones parlamentarias, no creemos en salidas lineales, convencionales y cortoplacistas que terminan hundiéndonos más y convirtiéndonos en cautivos de la desesperanza.
Por allí pululan los mercachifles de siempre acostumbrados no a la competencia sino a las dádivas del Estado, buscando en vuelo gallináceo un negocito más que les dé un respiro.
A estos mercaderes hay que apartarlos, porque son cómplices desde siempre, consistentes, del deletéreo chavismo que destruye la idea de nación, los vínculos sociales y ayuda a impulsar la diáspora.
Contra el virus devastador de la sociedad emergerá de nuestras propias entrañas de nación los líderes que harán realidad la liberación de Venezuela.
Liberen a Maury. ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!