OPINIÓN

Después del covid-19 viene la democracia comunista

por Eduardo Semtei Eduardo Semtei

El gran dilema, que hoy sacude los cimientos de la teoría política moderna, tiene que ver con el manejo de la crisis “ómnibus”,  con su administración por los distintos jefes de gobierno y de Estado. Me refiero a la distancia sideral existente entre lo que se esperaba de sus actuaciones y sus acciones concretas. Aquí la teoría se enemistó para siempre con la práctica. Digo ómnibus pues abarca todas las aristas de la vida. Los 7 rieles principales del tren de la existencia individual y colectiva: trabajo, salud, educación, alimentación, deportes, recreación y vivienda.

Los presidentes, dictadores, parlamentarios, reyes, primeros ministros dejan su sorprendente y triste impronta sin ningún tipo de óbice o vergüenza. Dele que el golpe avisa parece ser su actitud novedosa. Disparan desde la cintura. Han aparecido radicales de derecha y radicales de izquierda. Locos de derecha y locos de izquierda. Panfletarios, parlanchines, moderados, atrevidos, aventureros, comedidos, suicidas, prudentes, pusilánimes, titubeantes, insolentes. Cómicos, payasos, monigotes y marionetas.  ¡Señor del Cielo! Ha aparecido en tu viña todo tipo de animal; de plumas, de pelos y de escamas y hasta de piel lisa como los delfines.

Hay un hecho cierto que todos debemos admitir y es que en tiempos de catástrofes –y el covid-19– es inmensa,  vergataria, la oportunidad para  la toma de decisiones; a la velocidad con que se aprueban y la fuerza con que se obliga a las masas irredentas a su cumplimiento, en el mundo de los gobiernos de fuerza se advierten ventajas y se obtienen mejores réditos; esos son más eficaces y baratones, por lo menos hasta ahora, comparados con los resultados observados y obtenidos en los procesos de consulta entre mayorías y minorías, o entre gobiernos nacionales y subnacionales, o entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo. En todos los anteriores, de pura estirpe y rancia libertad,  existe una especie de vacatio legis entre el instante en que, en una democracia típica y occidental, se toma una decisión y el santiamén  en que se inicia su ejecución plena.

Esa vacatio se mide en fallecidos, costos económicos, problemas sociales, seguridad ciudadana. Y eventualmente en desórdenes, saqueos y anarquía. Mientras que en los regímenes en los que se impone la fuerza que es bruta o se hace la bruta, y que tiene las riendas de poder a su antojo, el lapso que transcurre entre una orden ejecutiva y su puesta en práctica se acerca a cero; en donde hay consultas y controversias el asunto tornase lento. Se ha evidenciado, asimismo, que gobernantes en países de regia reciedumbre y tradición democrática se resisten, como peces atrapados en un anzuelo, a cumplir estrictamente con los protocolos del modo de gobierno de libertades, de equilibrio de poderes, de fuerza de la sociedad civil, de señorío  y poder de la prensa.

Boris Johnson, Bolsonaro, el Charro López Obrador, el húngaro Orbán y el mismísimo Trump no se compadecen para nada con las indicaciones, las recomendaciones, los consejos, la cartilla escrita por sus ministros de sanidad, por sus ministros de seguridad social, por sus ministros de economía, por sus asesores y gabinetes regulares y de emergencia. Y hasta mentadas de madre contra periodistas se han visto en ruedas de prensa. De ello podemos deducir que no solo serán los países de corte dictatorial, autoritario o comunista, los que sacarán provecho político e histórico de la toma instantánea de resoluciones y edictos públicos, sino que los supuestos demócratas también harán valer sus artimañas para hacerse de más poder y deshacerse de más control.

Una nueva coincidencia, parecida, mutatis  mutandis, a la irresponsabilidad gigantesca del gobierno y la oposición venezolana de no acordarse en un plan conjunto de lucha contra un enemigo común, un verdadero y poderoso enemigo invisible. Bienvenida el hambre y la miseria en nombre de la libertad y el futuro. El alud de saqueos, desorden civil, caos y anarquía se acerca, se siente. Quítate del medio, mira que te tumbo, allí vienen Maduro y Guaidó tumbando a todo el mundo. Ambos tipos de  gobierno, ansiosos de hacer costumbre, ley y norma el estilo directo y sin control en la toma de decisiones o en el incumplimiento de las recomendaciones mayoritarias, apuran las modificaciones que hagan falta y cada día avanzan más en el atropello y la violación de los límites que regulan y le ponen cercas al poder público, y quieren, pues, que sus gobiernos sean a su imagen y semejanza. Y al final, en lo que se refiere al resultado corolario de los regímenes comunistas es siempre  el mismo; tragedia y nunca comedia  (una breve nota  que todos saben, pero pocos recuerdan). Contaremos en una cortísima historia cómo terminaron sus vidas los miembros del Comité Central del Partido Comunista que tomaron el poder en la Rusia zarista en 1917 al mando de Vladimir Lenin. Decía Moisés Moleiro, en tono jocoso y enjundioso, mejorando a Funes el Memorioso,   que Stalin publicaba todos los octubres una foto con  los miembros  del Comité Central de los bolcheviques que tomaron el poder, con unos pequeños detalles; unos imperceptibles detalles del daguerrotipo, cada año eran menos: en 1918 eran 21 miembros, en 1919, eran  20 y así sucesivamente, de tal manera que en 1952, último octubre en que vivió el dictador bigotudo, solo quedaron en la foto Stalin, Feliks Dzerzhimsky (jefe de la temida Checa) y Aleksandra Kolontai (la única mujer en el poderoso comité). He aquí su capítulo final. Si algunos nombres se escapan es culpa del calendario y de que la KGB lo borrara para proteger a los inocentes.

Fiodor Sergueiev. Llamado Artion.  Muerto en accidente

General Berzin.  Conocido como Petris Kyuzis. Fusilado

Andrei Bubnov. En un psiquiátrico. Finalmente fusilado

Nicolai Bujarín. Fusilado

Feliks Dzerzhimsky. Sobrevivió. Era el jefe de la temida Checa

Grigori Zinoviev. Fusilado

Lev Kamenev. Fusilado

Aleksandra Kolontoi. Sobrevivió. Única mujer

Nicolai Krestinsky. Fusilado

Vladimir Miliutin. Fusilado

Matuei Muranov. Murió de viejo

León Trotsky. Asesinado

Ivar Smilga. Fusilado

Grigori Sokolnikov. Muerto en la cárcel

Moisei Uritski. Murió en un extraño accidente

Stefan Shaumian. Fusilado

Lenin. Muerto por enfermedad. Dicen que Stalin lo envenenó

Stalin. El jefe de la mortandad

De 18 jefes políticos 13 murieron asesinados, o fusilados, o en la cárcel. 5 tuvieron muertes más o menos normales. Y parodiando a Carlos Andrés Pérez, hay este tipo de muerte y hay de los otros tipos. El peligro que se cierne sobre la humanidad es que ambos tipos de gobiernos sobrevivientes opten cada uno, por su lado, por popularizar un tipo de muerte en particular. Muerte física o muerte política o chacachaca. Escoja. La parca Trumpana y la hoz Staliniana. La mesa está servida, escoja su propio fin en cómodas cuotas.

P.D. 1. Ese cuento hay que repetirlo cada cierto tiempo para evitar que el pensamiento comunista vuele libremente y carcoma por aquí, por allá y por acullá. Un asunto es el socialismo democrático o la democracia socialista y otra cosa es la hoz y el martillo. Además, es divertido recontarlo. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

P.D.2. En el comunismo el partido sustituye y representa al pueblo. El PCUS era la URSS. El PCUS sustituye a la nación. La Dirección Nacional sustituye al partido. El Comité Central sustituye a la Dirección Nacional. El Secretariado del Comité Central sustituye al Comité Central. Y, finalmente, el secretario general del partido sustituye al Secretariado… si no lo creen, pregúntenle a Stalin.

@eduardo_semtei