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¿Pesa la luz?

Uno puede responder como la canción de Miguel Bosé: «Cae, pasa con lo más común; si pesa, cae; cae hasta la luz, por ley». Es decir, si tiene masa, entonces está propenso a los efectos de un campo gravitatorio, interpretación, por cierto, nada romántica pero impregnada de la más dura realidad gravitacional. Ahora bien, entre la poética, el drama y la física que confluyen en la canción, la respuesta a esa pregunta no trivial obliga a considerar la naturaleza de la luz, que, si bien se comporta como onda, también lo hace como partícula. Tomemos este último comportamiento y llamemos a las partículas «fotones».

Los fotones son la medida más pequeña de luz: no tienen masa; por tanto, la luz no tiene masa y no puede pesar nada. Ahora bien, los fotones tienen energía. ¿Cómo pueden los fotones tener energía si no tienen masa?

Aquí es donde aparece el bueno de Albert Einstein para decirnos que la energía es igual a la masa de un cuerpo, multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado (E = MxC2). En realidad, lo que Einstein estaba demostrando era que la energía y la masa pueden ser lo mismo: toda la energía tiene alguna forma de masa. La luz puede no tener masa en reposo: la entidad que describe el peso de un objeto. Sin embargo, debido a la teoría de Einstein (y al hecho de que la luz se comporta como si tuviera masa, en el sentido de que está sujeta a la gravedad), podemos decir que la masa y la energía existen juntas.

Todo político y, particularmente nuestros políticos, exhiben, como la luz, un comportamiento dual: si bien se pueden mover con base en los intereses de un colectivo, también los mueve el interés personal. En todos ellos el ego es el motor que impulsa sus intereses personales. No obstante, como también lo planteó el mismo Einstein, el ego es inversamente proporcional al conocimiento. Dándole una interpretación más filosófica a este último enunciado, uno puede decir que el ego es inversamente proporcional a la sabiduría.

Algún hecho reciente y las consideraciones anteriores me llevan a otra pregunta: ¿cuánto pesa el apoyo de Pablo Medina?

Para responderla, tenemos, necesariamente, que retroceder un poco en el tiempo: al 12 de febrero de 2012, fecha en que se hicieron las elecciones primarias de la Mesa de la Unidad, con el fin de escoger a un candidato para enfrentarlo a Hugo Chávez el 7 de octubre de 2012. En tales elecciones primarias participaron, en orden alfabético, Diego Arria, Henrique Capriles, María Corina Machado, Pablo Medina y Pablo Pérez. Votaron poco más de 3 millones de ciudadanos (el número exacto: 3.079.284) y Pablo Medina obtuvo 14.561 votos. Si usted, amigo lector, divide 14.561 votos entre 3.079.284 votos, obtiene 0,0047; es decir: 0,47%.

Si todavía necesita comparar para decidir si 0,47% es o no significativo, le informo que en las elecciones írritas de mayo de 2018, Javier Bertucci, un pastor evangélico (aunque Wikipedia lo llama «ex pastor»), obtuvo poco más de 1 millón de votos, exactamente 1.015.895. La cifra anterior es la evidencia empírica de que, en una elección en Venezuela, cualquier hijo de vecina puede obtener un número de votos que resulte hasta 70 veces mayor que el de Pablo Medina.

Otra vez, ¿pesa la luz?

Aunque la realidad captada en sus fotos en playas de Miami señalen lo contrario, aquí, en la arena de la verdadera importancia, el pobre de Pablo Medina no tiene ni masa ni peso, razón por la cual su apoyo es perfectamente despreciable.

Seguimos.

 

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