Quisiera en este artículo realizar algunas reflexiones sobre la decepción permanente que he tenido con el liderazgo en mis tres décadas de análisis político y labor de divulgación de este en columnas de opinión. En 1990 regresé a Venezuela de mis estudios de doctorado en Inglaterra, un año antes había discutido en el grupo de reflexión del doctorado de Ciencia Política de Essex sobre el “Caracazo”, primer ensayo de derribo de la democracia por el socialismo del siglo XXI. La mayoría izquierdista en ese grupo fusilaba a CAP por su enérgica respuesta, yo casi solitariamente lo defendía. A partir de ese momento ese ha sido mi karma: defender la democracia casi que solitariamente ante el apabullamiento de una opinión seducida por los cantos de sirena del izquierdismo autocrático y la desidia suicida del liderazgo democrático.

Frente al golpe de 1992 no tuve ni un atisbo de duda: ese era un crimen leonino de una camarilla militar que quería sin ambages defenestrar el régimen democrático, CAP lo enfrentó con energía, pero no tuvo el respaldo del liderazgo democrático que se entregó a la euforia de quienes por enfrentarlo hicieron la apología de los traidores a la patria encabezados por Chávez, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha se unieron a la voz de Caldera de excusar la vejación de los golpistas al pueblo al quitarle la libertad con la excusa de que “la democracia no puede existir si los pueblos no comen” , pues ahora en Venezuela no hay democracia y el pueblo no  come, esa es la consecuencia de esa desidia del liderazgo a no enfrentar a los enemigos de la democracia; Caldera le otorgó un sobreseimiento al comandante Chávez, permitiéndole así actuar en política, previamente se había defenestrado a CAP, así se inició con la “revolución de los náufragos” el camino de la servidumbre que hoy vive Venezuela. En síntesis, la desidia del liderazgo democrático para enfrentar a los enemigos de la democracia, llevó a la debacle del país bajo el socialismo del siglo XXI.

Llego a Colombia atraído por el éxito de la seguridad democrática de Uribe en 2005, y poco a poco comienzo a ver los signos de esa misma desidia de liderazgo democrático para enfrentar a los enemigos del régimen de libertad, el orden y el progreso. Se comenzó con la interrogante de cómo perdió Uribe la oportunidad de con tiempo designar un sucesor que hubiese continuado su extraordinaria labor, y en una “encrucijada del alma” terminó designando a Santos, de quien si se hubiese realizado una exhaustiva investigación tipo “opposition research” se hubiese recordado su intención de haber armado mediante golpe de estado un régimen con los narcos y las FARC, lo cual terminó haciendo traicionando a Uribe.

El gobierno de Santos con su engaño de paz, creó un relato comprado casi unánimemente por la opinión pública que llevó al golpe de estado con el cual se instaló la dictadura del farcsantismo, de nuevo hay la presencia de la desidia del liderazgo en la defensa de la democracia, toda la dirigencia política, académica, sindical, empresarial, gremial, de medios etcétera compró el discurso de la paz, se hizo un desiderátum de esta, pero el pueblo no se dejó engañar y votó en el plebiscito del 2016 contra  esta traición a la democracia entregándole el país a las FARC, los partidos políticos con la excepción del Centro Democrático se opusieron al golpe de estado disfrazado de legalismo con el cual se incorporó el macabro acuerdo santos-Timochenko al hilo constitucional, desconociendo la voluntad el soberano popular en plebiscito, se instaló así el cogobierno del establishment con el narcoterrorismo que perdura hasta hoy.

Pues el pueblo de nuevo sabiamente se expresó contra la dictadura del farcsantismo y eligió a Duque quien prometió reformar el acuerdo y quitarle la elegibilidad y la impunidad al narcoterrorismo. Las veleidades de Duque, expresadas desde su inicio al apoyar el engaño izquierdista de la consulta anticorrupción, pasando por el cumplimiento al pie de la letra del acuerdo de entrega del país a las Farc, continuando con  su debilidad en enfrentar la intentona golpista a través de  terrorismo urbano disfrazado de paro social, juntado a la desidia de los partidos en no conformar un frente único anti socialismo del siglo XXI que hubiese impedido el triunfo de Petro, llevo a que se repitiese en Colombia la experiencia venezolana: la estrategia del Foro de Sao Paulo para hacer  llegar por la vía electoral a quienes quieren desde adentro destruir la democracia y entronizar la dictadura del socialismo del siglo XXI.

Acá esto se está haciendo más fácil, pues si en Venezuela Chávez al menos tuvo desde el principio la oposición de los partidos y la sociedad civil, en Colombia estos se están entregando al autócrata Petro facilitándole la instalación de la dictadura. En el congreso los partidos del establishment le están aprobando las reformas que Petro necesita para instalar el SSXXI en el poder: la tributaria, que le da los recursos para impulsar un populismo demagógico que se gane inicialmente al pueblo, antes de pauperizarlo para hacerlo dependiente del estado y así sumiso al régimen dictatorial; el Plan  Nacional de Desarrollo, que instala las bases del estado socialista; las de la paz, que le permiten negociar con el narcoterrorismo las prebendas que les darán a estos para hacerlos copartícipes del régimen y las reformas del sistema social (salud, laboral, pensiones) que estatizan las columnas del régimen de asistencia social para así hacer dependiente el país del régimen.

Los partidos colaboran con este plan macabro de Petro y si Santos tuvo la oposición del Centro Democrático a la entrega del país a las Farc, ahora este colabora con la implantación del PetroELNismo, con su participación en las mesas de diálogo en las cuales se terminará de entregar el país al narcoterrorismo. Todavía se está a tiempo de que se conforme la resistencia democrática a la dictadura del socialismo del siglo XXI que se está implantando, de esta y el honor militar que impida la definitiva perpetuación del petrismo depende la democracia colombiana.


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