OPINIÓN

Desesperanza y espiral inflacionaria en una economía desbordada

por Pedro Adolfo Morales Vera Pedro Adolfo Morales Vera

 

La situación económica en Venezuela se ha convertido en una montaña rusa impredecible, en la que la constante escalada de precios deja a los ciudadanos atrapados en un ciclo aparentemente interminable. En lugar de estabilidad, el país enfrenta una inflación feroz que convierte cualquier compra diaria en un desafío desgastante. La inestabilidad del dólar, tanto en su versión oficial como en el mercado paralelo, sigue impulsando precios de bienes esenciales, que aumentan sin ningún tipo de regulación efectiva.

La creciente brecha entre el dólar oficial y el paralelo, la mayor registrada en el año, impacta a todos los niveles. Con una diferencia de hasta 25% entre ambos tipos de cambio, esta disparidad ha distorsionado profundamente el comercio y el manejo de las finanzas personales en Venezuela, justo cuando el país se aproxima a la época navideña. La falta de divisas en el mercado oficial ha hecho que muchos se vean obligados a buscar opciones en el mercado “negro,” donde pueden hacer rendir mejor su dinero. Esta dualidad permite que algunos maximicen sus recursos al convertir sus dólares en bolívares en el paralelo para luego comprar bienes al precio del tipo de cambio oficial, obteniendo así hasta un 20% más en sus transacciones. Sin embargo, para la mayoría de los ciudadanos y los comerciantes, este sistema representa una trampa ineludible de descontrol e incertidumbre.

El problema se agrava con los costos y restricciones impuestas a los comerciantes, quienes además de lidiar con la inestabilidad cambiaria, enfrentan el peso de las “vacunas,” cobros extraoficiales que algunos organismos fiscales imponen bajo amenaza. Esto obliga a los comerciantes a incrementar los precios para cubrir estos gastos, haciendo que el costo de productos como la harina de maíz suba sin cesar y se vuelva inaccesible para gran parte de la población. En ausencia de una regulación que detenga estos abusos, los precios son ajustados por cada comerciante a su discreción, dependiendo del día y del movimiento del dólar, alimentando así una economía sin frenos y un comercio sin reglas.

Además, la estrategia del gobierno para intervenir en el mercado cambiario mediante la inyección de petrodólares ha sido insuficiente y criticada por expertos, quienes apuntan que estas intervenciones “sucias” apenas estabilizan el mercado de manera temporal. A medida que los petrodólares de Venezuela siguen sobrevaluando artificialmente el tipo de cambio, el comercio formal pierde competitividad, afectando a las empresas nacionales que deben asumir el costo de un dólar “anclado” que no refleja la realidad de la economía. Esta política ha mostrado sus límites, reflejándose en la creciente brecha entre el dólar paralelo y el oficial que sofoca a los empresarios y afecta la reposición de inventarios, obligándolos a una constante lucha por sobrevivir en un mercado fragmentado y contradictorio.

Para el venezolano promedio, la vida diaria se ha convertido en un acto de resistencia, donde cada nueva alza de precios implica un sacrificio adicional. Sin políticas efectivas que pongan freno a la especulación y la corrupción endémica, la economía venezolana sigue su curso hacia una espiral de incertidumbre y precariedad, donde cada esfuerzo por mantener el poder adquisitivo parece quedar en vano frente a un sistema desbordado por intereses contradictorios y la inacción gubernamental.


Pedro Adolfo Morales Vera es economista, jurista, criminólogo y politólogo.