Hoy, al sumergirme en un profundo examen introspectivo, busco ser completamente honesto conmigo mismo. En esta época navideña, marcada por la reflexión y la renovación, encuentro una oportunidad invaluable para confrontar mis deseos y las pruebas que estos traen consigo. He llegado a comprender que no se trata de anhelar lo que aún no tengo; en cambio, es fundamental valorar las bendiciones y los dones que ya poseo. A través de ellos, puedo cumplir el propósito de vida que la divinidad me ha encomendado. Sin embargo, debo recordar que cada deseo y cada bendición conllevan un viaje repleto de desafíos que ponen a prueba nuestra fe colectiva. Además, hay un deber inherente de utilizar con sabiduría y generosidad todo lo que se nos ha otorgado.
Reflexionando sobre la historia de Salomón, quien al pedir sabiduría también recibió riquezas inmensas, me doy cuenta de que la verdadera prosperidad no es un simple regalo; es un compromiso profundo que conlleva la responsabilidad de cuidar y compartir esos recursos. Al igual que un árbol que da sombra y frutos, la prosperidad florece cuando se cultiva con integridad, pero si se descuida, puede convertirse en una carga pesada. Debo preguntarme: ¿Cómo puedo asegurarme de que mis bendiciones se traduzcan en luz y apoyo para quienes lo necesitan?
La Navidad me invita a aceptar mis sombras y vulnerabilidades. Reconocer que cada miedo y cada inseguridad forman parte de mi historia es liberador y me permite crecer. La vida de Job, quien mantuvo su fe y restauró su prosperidad con sabiduría, me inspira a ver mis desafíos como oportunidades para aprender. Al enfrentar cada emoción sin temor, me fortalezco y me permito ser un ser humano en constante evolución.
Considerando la frase de Jesús en Lucas 12:48, «a quien mucho se le da, mucho será exigido», entiendo que esta verdad resuena en mi vida. La prosperidad no es solo un beneficio; es una oportunidad para demostrar integridad y responsabilidad. Al pedir prosperidad, no anhelo solo la abundancia para mí, sino que debo estar dispuesto a renunciar a ella si es necesario, para cumplir un propósito mayor. Esta dualidad me lleva a preguntarme: ¿Cómo puedo asegurarme de que mis deseos no se conviertan en cadenas que me impidan avanzar?
La historia del joven rico en Mateo 19:21 refleja esta lucha interna. A pesar de seguir todos los mandamientos, su apego a la riqueza se convirtió en un obstáculo para su crecimiento espiritual. Me pregunto: ¿Estoy también yo atado a mis posesiones, dejando que esta carga impida mi progreso? La prosperidad, aunque deseada, puede revelar los deseos ocultos de mi corazón, tal como lo hizo con Acán en el Libro de Josué, donde la codicia trajo destrucción no solo a él, sino a toda su comunidad.
En este tiempo de reflexión navideña, elijo aceptar que la prosperidad trae consigo la prueba de la integridad. Es un viaje que exige madurez y sabiduría. La alegría inicial de recibir abundancia puede rápidamente transformarse en la presión de administrar lo que se tiene. Este desafío, aunque difícil, es una oportunidad para crecer y aprender a ser generoso. Hoy, me permito sentir la tensión que viene con esta responsabilidad. Reconocer que cada bendición puede ser un llamado a servir es liberador.
Así que, mientras me embarco en este viaje hacia la prosperidad, me regalo la oportunidad de ser auténtico y la valentía de ser generoso. Al abrazar mis deseos de abundancia, también elijo cultivar un corazón que sabe compartir. Como un río que fluye y da vida a su alrededor, debo aprender a no retener lo que tengo, sino a distribuirlo con alegría.
La Navidad es un momento para reconectar con mi esencia y recordar que cada emoción me acerca a una comprensión más profunda de mi ser y de los que me rodean. Quiero ser como un río que fluye, compartiendo mis recursos y bendiciones, nutriendo a quienes están a mi alrededor y viviendo con la responsabilidad que implica tener. En esta Navidad, elijo recordar que cada desafío que enfrento puede convertirse en una oportunidad para aprender, y que cada deseo que tengo puede acercarme un poco más a ser la fuente de bendiciones que estoy llamado a ser.
A medida que reflexionamos sobre la verdadera prosperidad, entendemos que no solo se trata de alcanzar metas personales, sino de construir comunidades unidas y solidarias. En este camino hacia el crecimiento y la generosidad, la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET) se erige como un faro de esperanza y un ejemplo de lo que se puede lograr cuando se trabaja en conjunto por un propósito mayor. En esta Navidad de su cincuentenario, honramos su legado y su compromiso con la formación de calidad, el desarrollo de habilidades y el empoderamiento de las nuevas generaciones. Así, desde la UNET y para la UNET, compartimos esta declamación que encapsula el espíritu de unidad, dedicación y amor que ha caracterizado a esta institución a lo largo de su historia. La declamación está disponible en el documento audiovisual anexo o puede ser vista en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=eFa2PAdY3G0
Bendita UNET, semilla de esperanza
En la tierra tachirense, hermosa y cordial, surge la UNET, un sueño celestial. Visionarios, unidos con anhelo sin par, forjaron una universidad en este lugar. Proveniente de diversos ámbitos, de noble proceder, donde la agricultura, la industria y la educación comienzan a florecer. Compartiendo un anhelo en busca del saber, la formación de calidad se convierte en un legado a proteger, bendecida por el Santo Cristo y la Virgen de la Consolación, la UNET se levanta con amor y pasión.
Cuna de esperanza en esta bendita región, brinda oportunidades con gran dedicación. Al son de Chucho Corrales, nuestra canción, recordamos los orígenes con tremenda emoción. La UNET crece sin perder su visión, en la tierra tachirense, un legado en acción…
Y así, en este espíritu de unidad, esperanza y prosperidad, queremos desearles: ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo 2025! Que cada prueba que enfrentemos se convierta en una oportunidad para crecer, y que cada deseo que tengamos nos acerque un poco más a la realización de nuestro propósito.
¡Al final, el Inmaculado Corazón de la Virgen María triunfará!
Pedro Morales. Economista ULA. Profesor Titular ULA-UNET. Proyecto educativo: “Salve María Auxiliadora, economía de la salvación y de la felicidad verdadera”. Postulante a Rector de la Universidad Nacional Experimental del Táchira. (UNET) [email protected] / WhatsApp +58 416 8735028
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