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Desde la ergástula, crónicas de la indolencia

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Foto C. Ramírez

“Tenemos el pasado detrás de nosotros, el porvenir delante. No se ve el pasado. Es curioso, porque no tenemos los ojos en la espalda”

Ionesco

Siempre se supuso el talante antidemocrático del régimen que se sentó cómodamente sobre las bayonetas, pues las mismas perdieron sus afilados extremos y se trocaron en cómoda poltrona en procura de intereses crematísticos. Entonces ese germen de la despersonalización hacia el contrario al poder se fue fortaleciendo hasta lograr que en ese mismo giro de la lengua, el ser humano perdiera su esencia y con ella su capacidad de ser considerado igual, de ser tratado con dignidad; justo en esta inflexión se dio paso a la laxitud para atropellar la dignidad de aquellos que eran considerados distintos al ser humano y por ende receptores de toda suerte de vejámenes, primero de carácter lingüístico y luego en lo estrictamente práctico.

El gran triunfo de esta hegemonía usurpadora del poder, reside en la despersonalización de sus contrarios, en la rigidez de la lengua en la  escinción al ser humano de su posibilidad de argumentar con claridad, para luego pensar de manera certera, todo ello ha devenido pobreza del espíritu y destrucción de los hábitos modeladores del carácter, convirtiendo en virtuoso aquello que es absolutamente reprochable, las prisiones, mazmorras y ergástulas, no se evidencian desde el plano netamente físico o tangible, son la resulta de un proceso alevoso de deshumanización de la población, una distopía que ha trascurrido de lo totalitario hacia lo lúdico, sin perder el cariz absolutamente cruel, brutal e incompatible con la esencia humana, desde el poder han logrado instalar un sistema generador de pobreza en el alma y en el espíritu, una pobreza que nos imposibilita para actuar de manera coherente con el drama que atravesamos como sociedad, la lengua ha sido desmontada, haciendo potable la construcción de relatos dicotómicos que coexisten con el horror.

El mensaje deforme de la revolución de todos los fracasos, se ha inyectado a la sociedad desde el discurso, así como lo estudió Viktor Klemperer autor de La lengua del III Reich, en su obra este filólogo alamán pudo advertir lo inminentemente grave del mensaje de Adolph Hitler y además corroboró con horrido protagonismo como la lengua era cada vez más acotada, rigidizada, robotizada y por ende escindida de significación a los fines y medios de hacerla capaz de argumentar que el atropello, las tropelías y el homicidio planificado eran políticas de estado plausibles, necesarias y por ende irreprochables, de esta manera la lengua del III Reich, se tornó en un giro lingüístico válido, todo totalitarismo goza de un imperio de su lengua o de una “lingua tertii imperii”, el chavismo no sería la excepción de la norma, aunque existen atolondrados que fuera de este horror establecen que no hay rango de comparación entre la Alemania nazi y el horror chavista, esas interpretaciones cambiarían de estar viviendo y padeciendo esta sumatoria de horrores, así como el éxodo desordenado de millones de connacionales que escapan de este país prisión.

Desde la ergástula, se ve la vida transcurrir, se coexiste con la levedad del ser, la cual puede ser insoportable a lo Milá Kundera, pero no solo existen ergástulas del pensamiento, las cuales son en sí mismas terribles, las hay también en frío concreto, en gris plomo de barrotes e incluso en recónditos lugares de la capital de este esquizoide país, desde esos sitios infernales se atropella la dignidad, se tortura, se hace sufrir al prójimo, en esos resquicios de la malignidad impera el garrote que no es vil, sino que se transmite por la señal abierta de la televisión nacional, para amedrentar, amenazar e inmovilizar de miedo a una nación cautiva, el miedo es el menos libre de todos los sentimientos, pues inmoviliza, cercena, amputa y postra la acción humana, el miedo no es libre es en realidad una imposición para hacernos cada vez menos independientes y más pobres en las tres dimensiones que venimos desarrollando en cada entrega, entonces somos pobres de lenguaje, de espíritu y de materialidad.

El último informe de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas da cuenta de la existencia de al menos diecisiete centros de tortura en el país, diecisiete círculos infernales, es decir con esa cuenta le sumamos diez círculos al infierno del Dante, en esos acotados espacios, en los cuales viven las Greas, esas viejas hórridas, que compartían un ojo y un diente, se producen toda suerte de malignidades desde las torturas físicas y psicológicas, hasta los actos más lascivos en materia de violencia sexual, volviendo a las Greas, allí solo compartiendo un único ojo: Dino: El horror, Enio: Destructora de Ciudades y Pefredo, La alarma, son capaces de soportar el vaho a maldad, la violencia sin fin y la perversión humana, Pefredo la alarma debe sentirse dichosa con una sociedad que camina sobre estas ergástulas, que transita enfrente de ellas y que sigue el transcurso de sus vidas vacuas de sobrevivencia mientras una minoría vive las mieses de sus himeneos con el poder, creyendo ingenuamente que no serán víctimas de la misma hoja de la guillotina que decapitó a Robespierre, nadie está a salvo del apetito de Saturno, de su sed de sangre y de su apetencia por el poder, pulsión que lo hace engullir a sus vástagos para conservar el trono que ocupa.

Estas ergástulas de la posmodernidad, son relativas, liquidas y laxas, coexisten con esta sociedad de simulación, esa misma que es indolente frente a la crueldad, a las formas pervertidas y desde luego a la improvisación, son diecisiete sitios de tortura, diecisiete infiernos tangibles de hormigón y acero, en ellas sufren martirios indecibles quienes se oponen al régimen del horror, pero también están prestas para seguir recibiendo cautivos, secuestrados, víctimas, son un émulo del engendro de Pasifae, la violencia hecha espacio físico, la violencia laxificada, la violencia en el lenguaje, esas son nuestras rejas, nuestros muros y esta asfixia que se materializa en la falta de libertad.

Los venezolanos, somos huérfanos ontológicos, escindidos de identidad, expoliados del ser, en este nuestro drama medra la técnica convertida en ciencia, la conjunción de ambas en nuestra triste realidad es del opuesto negativo a la buena gobernanza, lo verdaderamente grave no es el triunfo de la barbarie, sino la barbarie que aflora en medio de la civilización que cada vez más se aproxima a un espectáculo bufo, al concurso del payaso que también es dictador y en el se yuxtapone lo lúdico y lo cruel en un palmo de pensamiento desde la ergástula que nos imponemos a diario, para hacer nimio al horror, concurre la obra de Norman Manea, los ídolos de esta sociedad rota subyacen, en imágenes de una caricatura, en la cual se representa al presidente, acompañado de un gobernador que parece querer ser recordado por su fijación  con un personaje de la ficción de Bram Stoker.

Acudimos, pues, al desmontaje de la razón, al triunfo de la posverdad y desde luego a la pobreza de la lengua, manteniendo como telón de fondo el desarrollo del teatro de la crueldad al mejor estilo de Antonin de Artaud, el reto al menos es denunciar, no caer en la emboscada del lenguaje charlatán de este régimen ominoso que pretende hacer laxo y nimio, lo que es absolutamente escandaloso, en estos momentos en los cuales la tiranía nos pretende ignorar la academia libre y real, sin poses acomodaticias es la mejor respuesta.

Finalmente la ergástula se encuentra siempre abierta hambrienta de víctimas, en sus acotados espacios no hay cabida para la justicia, pero como resultado de una legislación abyecta se puede caer en sus garras, en este país no hay leyes, sino un manejo o dominio de la ratio técnica sobre la razón y la ciencia, nadie se encuentra a salvo ni tan siquiera aquellos que acuden al banquete del anarquista coronado, toda la cotidianidad discurre cual aceite viscoso entre la maquinaria para dominar y pisotear a la libertad y la dignidad, ante esta realidad no cabe la indolencia, pues sobre las bases de la anestesia colectiva, de la nimiedad y la laxitud medra la construcción inconsciente de este drama colectivo, que diariamente expele a 50.000 desdichados hacia el Tapón del Darién, que es una extrapolación del horror, la desesperación y el drama de muchos, la magnitud de la catástrofe venezolana se convierte en un contorno kafkiano, en el cual todos corremos el riesgo de amanecer trocados en blatodeos.

A modo de advertencia, dejo para el lector la interpretación clara de una realidad que coexiste con todos nosotros y es la tangible existencia de centros de tortura en el país, bien bajo nuestros pies, bien en cualquier casa o establecimiento de cotidiano andar, sobre este nuevo informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el régimen calla, los medios convencionales guardan silencio obediente, pero tal paroxismo no detiene en nada el desarrollo de este horror, vivimos tiempos mustios, complejos y hórridos en todos los ámbitos y desde luego en medio de todo medra la ausencia de libertad y de Estado de Derecho.

¿Se habrá encarnado el Mal sólo en mensajeros tan mezquinos y ridículos? ¿Acaso el grandioso emblema del infierno sólo se manifiesta en esos estúpidos, aunque terribles, pantomimos balbucientes?

Norman Manea

 

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