Todos hemos sido sorprendidos por la reciente medida de la saliente administración Biden de dar luz verde a Ucrania en la utilización de misiles de largo alcance contra territorio ruso. No es difícil concluir que esa medida fue consultada previamente al presidente electo Donald Trump durante su reciente reunión en la Casa Blanca con el presidente saliente Biden. ¿Sobre qué otra materia han podido hablar durante las dos horas en que los dos políticos estuvieron reunidos a puertas cerradas? El silencio de Donald Trump sobre esta sorpresiva medida del presidente saliente lo dice todo.
Previamente, Biden había saludado a Trump en una tradicional y breve ceremonia en la que el primero ratificó la seguridad de una transición democrática, ordenada y pacífica. Una clara lección para el propio Trump, pero también para algunos aprendices de dictadores en nuestra región, para que entiendan la importancia del respeto a las reglas del juego democrático.
La medida de Biden de ceder las referidas armas a Ucrania calza perfectamente con lo expresado por Trump durante la reciente contienda electoral: su disposición a contribuir a una paz negociada entre el Kremlin y Kiev, con el necesario alto al fuego y el inicio de unas negociaciones para el consecuente retiro de las tropas rusas del territorio ucraniano, algo que ahora se hace más urgente ante la intervención de tropas norcoreanas en el conflicto, por lo cual Trump tendría entonces una formidable arma de negociación en sus manos: el fin del uso de los misiles de largo alcance por parte de Kiev y, como contrapartida, la salida de tropas rusas de zonas estratégicas ucranianas; así como la posible retención, por parte del Kremlin, de zonas tomadas por los rusos en 2014. Esto último será difícil de aceptar por parte de las autoridades civiles y militares ucranianas. No será un camino exento de exhibición de caras alargadas en ambos lados de la mesa de negociaciones. Es tiempo de detener tantas muertes y destrucción en esa zona del mundo.
A la nueva administración de Trump le esperan otros formidables retos para contribuir con la paz y seguridad internacionales: la guerra israelí contra objetivos terroristas auspiciados por el régimen iraní, claros responsables de infames crímenes y destrucción en territorio israelí, ha significado cruentos daños colaterales a la población palestina. Miles de ciudadanos civiles inocentes han perdido la vida, sus propiedades destruidas y una larga lista de penurias les fuerzan a ir a refugios donde no hay garantías de sobrevivencia. Es imperativo buscar una solución a ese doloroso conflicto.
Capítulo aparte es la ofensiva política de amedrentamiento de parte de China contra Taiwan y su voracidad de ampliar sus aguas territoriales en perjuicio de sus vecinos Japón, Taiwan y Filipinas, entre otros.
En nuestra región la futura administración de Donald Trump cuenta con otro reto: la urgente necesidad de apoyar a las fuerzas democráticas en Venezuela frente a las intenciones del régimen de Maduro de permanecer en el poder, pese a la clara victoria electoral del 28 de julio pasado del embajador Edmundo González, un comprobado demócrata. Washington cuenta con suficiente información de los negocios sucios del régimen de Maduro, su activa participación en el tráfico de drogas y la presencia, en suelo venezolano, de miembros armados del terrorismo internacional, sufragados, de nuevo, por el fundamentalismo de Irán.
Menuda tarea tendrán en sus manos la nueva administración de Donald Trump y sus asesores. Desde estas líneas les deseamos el mayor éxito en la búsqueda de la paz y el equilibrio entre las naciones del mundo.
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