Los pueblos sí se equivocan y lo hacen frecuentemente. Por ejemplo: estoy convencido de que el más reciente yerro -histórico, vamos a llamarlo así- del pueblo venezolano fue la elección de Chávez en 1998 y el apoyo mayoritario que se le dio por muchos años a un régimen político y económico, autocrático y estatista, que ha sido tal vez el más destructivo de toda nuestra historia.
Pero la democracia es eso, el derecho del pueblo soberano incluso a cometer errores. Por eso hago votos porque María Corina Machado sea rehabilitada y si es decisión del pueblo votar por ella, pues que lo haga. Es mi opinión que el caos y la ingobernabilidad que se desatarían sobre el país, con una AN, un TSJ, un fiscal, 20 gobernaciones, más de 200 alcaldías, una Fuerza Armada y unas policías chavistas enfrentados al Poder Ejecutivo, serían de tales magnitudes, que al final podríamos estar incluso peor que hoy… pero que Venezuela decida.
Sin embargo, aunque nada puede descartarse, lo más probable es que Machado no sea rehabilitada. Difícil que los capitostes de un régimen autoritario de partido-Estado, quienes, poseídos de una supuesta naturaleza “revolucionaria”, actúan sin escrúpulo democrático alguno, permitan que quien les ha prometido persecución y cárcel alcance la primera magistratura. Es por ello que para este año que comienza la primera tarea de la oposición es prepararse para el hecho de que a Machado le sea ratificada su inhabilitación por el TSJ. Es “criminal” que el liderazgo de la PUD y del G3 no lo haga, a causa de su consuetudinaria debilidad de carácter ante las minorías extremistas (con el debido respeto hacia los innúmeros amigos que poseo allí). ¿Hasta cuándo su pusilanimidad va a costarle más sacrificio al noble pueblo de Venezuela?
Recordemos el golpe militar del 11A, el necio paro petrolero, la estúpida abstención de 2005, las sangrientas protestas callejeras de 2014 y 2017, la babiecada del dizque “interinato” de 2019, las mal llamadas “sanciones” y el penoso tutelaje gringo sobre la oposición: a todo eso se llegó a causa del apocamiento y de la cortedad de ese liderazgo frente a los faits accomplis del oposicionismo extremista. Lo cual condujo a la derrota, y a cárcel, tortura, exilio y muerte de tantos, y al atornillamiento del chavismo en el poder por 25 años. Al contrario, cuando la moderación se impuso al extremismo, de 2006 a 2015, la oposición conoció una década de victorias en que incrementó notablemente su capacidad de hegemonía. Ganó en 2007, en 2008, en 2009, en 2010 y en 2015. Hasta ponerse a las puertas del poder. Luego “botó la bola”, como se dice.
¿Alcanzaremos a percibir el enorme y sombrío peligro que amenaza a la patria? Digámoslo sin sutilezas: a causa del “todo o nada” de quienes siempre buscan el máximo, podemos perder el mínimo posible y el régimen autoritario puede extender su perniciosa dominación por muchos, muchos años más. Confieso que escribo estas palabras con desazón, angustia y amargura. ¡Ya está bueno de cometer una y otra vez los mismos errores!
Por mi parte, quisiera creer que cuando Machado dijo en su declaración de fin de año que “si reprimen o tocan a uno, habrá otro para reforzarlo”, es porque está anunciando la búsqueda de un sustituto. Ojalá mi percepción sea cierta. Ruego a todo el liderazgo de una u otra oposición sacudirse el chantaje extremista y pasar a consensuar entre todos un candidato que pueda ganar. Insistir tercamente en una candidatura sin destino no tiene sentido. El personalismo y el mesianismo de algunos pueden hacernos perder una irrepetible oportunidad de cambio en 2024.
Ese cambio político está al alcance de la mano, a condición de que las diferentes oposiciones se dispongan a consensuar un nombre que tenga tres características principales, a saber:
- Primera, que unifique al 80% de las dos oposiciones, la que está en la PUD y la que está más allá de ella.
- Segunda, que proponga el cambio profundo pero viable y posibleque Venezuela reclama.
- Tercera, que sea una individualidad a la que reconocerle la victoria electoral y entregarle el gobierno sea para el PSUV menos costoso que no hacerlo. Cuyas características personales y políticas no les facilite su inhabilitación. Alguien a quien no les sea dado esquivar, que les haga fatal, inevadible, la entrega del gobierno.
Esto sólo será posible si la Venezuela democrática que es inmensa mayoría -en las filas de la sociedad democrática y en el campo del gobierno- internaliza que para salir del desbarrancadero en que nos encontramos como nación requerimos perdón mutuo, reconciliación y un gobierno de unidad nacional en el que nadie sea excluido.
Otros pueblos lograron transitar democráticamente, en paz y con éxito, de dictaduras o regímenes autoritarios a democracias plenas. ¿Por qué no nosotros? Aprestémonos a cumplir la gran tarea de hacer de Venezuela la patria buena que todos queremos. Yo no tengo la menor duda: los venezolanos podemos. Entonces, que así sea.