OPINIÓN

¡Derrumbar los muros de Berlín!

por Luis González Del Castillo Luis González Del Castillo

Bajo el ejercicio del derecho, y a la vez de la responsabilidad, de escribir desde mi libertad de conciencia, saludo con amor profundo a todos mis hermanas y hermanos que actualmente sufren la ominosa prisión en las cárceles del tiránico narcorrégimen castrocomunista, opresor de nuestra amada patria venezolana. Gracias a El Nacional les dedico este artículo.

Este sábado 9 de noviembre se cumplen 30 años desde aquel día maravilloso en que los berlineses acudieron a la trascendental cita con la libertad. ¡Tantos años de humillación, de muerte y desolación! La ocupación nazi de Europa, toda la inimaginable pesadilla de maldad del hombre contra el hombre, en acción genocida contra sus hermanos europeos; en especial contra nuestra hermana nación judía. Todo se comenzó a derrumbar con la sola pregunta que el periodista italiano Riccardo Ehrman planteara en aquella rueda de prensa a las autoridades de la Alemania del Este. Ehrman preguntó en  rueda de prensa del gobierno de la RDA cuándo se iban a autorizar viajes al exterior. El funcionario responsable alemán, Günter Shabowski, respondió: “Inmediatamente”. Ello desató la reacción popular que derrumbó el muro.

Luego del liberador desembarco en Normandía el 6 junio de 1944, con el cual “se derrumbaba 45 años antes la defensa denominada el “Muro Atlántico” que Hitler había ordenado construir a lo largo de costas mediterráneas hasta Noruega, para protegerse de ataques aliados como, por ejemplo, los de Saint-Nazaire en 1942.

La libertad del nuevo mundo se comenzaría a ver amenazada, sin duda pensamos, de no haberse tomado la determinación de enfrentar finalmente, mediante la histórica alianza, tal desafío. Tres líderes de sus respectivas naciones, británica, estadounidense y soviética, en aquellos años decisivos de la humanidad, tuvieron en Roosevelt, Churchill y Stalin la adecuada respuesta. Las potencias bélicas que constituían la Alemania nazi de Hitler, y luego solo contra Estados Unidos la agresión nipona en Pearl Harbor, nos dan nítida imagen a la distancia de lo que estaba en juego.

La lección hoy es clara. A cada solución de acomodo le surgirían otras situaciones. Se desencadenarían luego nuevos escenarios. Nuevos desafíos exigirían otros sacrificios. Las contradicciones de sistemas, ideologías e intereses en disputa. La liberación de Europa llevó a la necesaria toma de Alemania. Desde la óptica de la acción militar aliada que derrotaría a Hitler, se impondría la lógica de una división del control político de la misma, a través de la partición desde su capital Berlín, de todo el territorio de Alemania; partiéndolo en en dos países; y como sabemos, en dos sistemas políticos-económicos.

De las barricadas con alambradas y piedra en aquellos plomeros momentos se pasó a la construcción del muro divisorio y el establecimiento de la llamada guerra fría. Fue el experimento en tamaño real en un pueblo laborioso y capaz, como es el pueblo alemán a determinar la inutilidad del comunismo como sistema que hace ya treinta años hemos debido concluir no es funcional, a los fines de una vida sana, civilizada, y digna para el hombre libre.

Desde el inmortal recuerdo histórico de nuestros ancestros con el compatriota venezolano Generalísimo Francisco de Miranda, como el más grande entre los grandes; desde su grado obtenido en Pensacola, coronel del lado de la revolución de independencia del Ejército de Estados Unidos; desde su grado otorgado como coronel de los ejércitos de su majestad Catalina de Rusia y del obtenido en batalla de general de la Revolución francesa, saludamos al pueblo alemán, a la vez que pedimos a ese nuestro viejo continente de la Europa libertaria que sensibilice sus conciencias para que nos auxilien en derrumbar los muros que nos quedan por tumbar en nuestra América para construir un mejor mundo para las nuevas generaciones que así lo claman y merecen.

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