El domingo 28 de julio la atención de América Latina se detuvo en Venezuela. Hasta esa noche, gobiernos, organismos internacionales y expertos electorales y de derechos humanos de distintos países y perfiles, apostaron a que el gobierno de Nicolás Maduro respetaría su compromiso de entregar las actas donde queda registrada la votación en los más de 15.000 centros de votación de todo el país. A casi 2 meses de una elección presidencial en nuestro país solo emerge la erosión de la democracia, la violencia selectiva y la crisis humanitaria.
El madurismo, como todo gobierno autoritario, desprecia a la Justicia desde sus orígenes, y toma una anti-postura en la comprensión para que haya una democracia plena tiene que haber también legitimidad de ejercicio, que significa gobernar con ciertos límites, respetando la multiplicidad de opiniones que existen en una sociedad. Después de los comicios nacionales se revela el rechazo global a las aspiraciones continuistas de Maduro ha sido casi unánime, salvo notables excepciones. Entre los países que han validado incondicionalmente los resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral y la proclamación de Maduro.
Evidentemente, a los presidentes con tendencias autoritarias no les gusta el sistema de división de poderes y la existencia de otros poderes independientes. Como estrategia, el gobierno de Maduro para avanzar en su ilógica tiene su Asamblea Nacional como un traje a la medida para legitimar lo inconstitucional, además activas amenazas políticas, estas germinan en un tipo de violencias visibles e invisibles, muy difícil de ver a simple vista, ya que son las propias estructuras psíquicas de las personas las que las hacen frágiles.
Lo que no razona o no quiere razonar Maduro, que lo graves está en que la mayoría de los venezolanos ya no creen en sus discursos y menos que la compleja crisis país es causada por una «guerra económica» apoyada por empresarios apátridas, recibiendo órdenes del imperio norteamericano.
Es una verdad, los gobiernos del comandante Chávez y Maduro trasfiguraron la vida normal de la gente, modificación ha puesto muchos venezolanos en niveles muy vulnerables y miseria. El presidente sigue perdiendo popularidad, se perdió la magia revolucionaria que los atornillo durante 24 años en Miraflores, en la dinámica del desgaste del poder emergió el desamor hacia un proyecto político que ilusiono, pero no concreto los sueños de los que aspiraban un mejor país, es casi imposible llegar al final de una gestión con una opinión nacional en contra, el tiempo se le agotó a la Socialismo del siglo XXI, sólo queda el delirio de mantener una revolución, pero a la fuerza.
Los casi 8 millones de venezolanos que han escapado de la pobreza y la inseguridad de su país han provocado una crisis migratoria que afecta desde Estados Unidos hasta Chile. Y si Maduro decide permanecer en el poder recurriendo a la fuerza, lo que viene es un proceso de desestabilización que afectará a toda la región. Lo primero será una nueva ola de inmigración masiva. La misma Acnur acaba de entregar la última cifra de ese éxodo masivo: entre el 29 de julio (día después de elecciones) y el 5 agosto, la migración hacia Brasil se incrementó siete veces en una semana: de 50 personas diarias a 353.
hernándezhercon@gmail.com
Síguenos en X: @Hercon44 / @Herconsultores
IG: @hercon44