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“Der Stern von Afrika”

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El teniente Hans-Joachim Marseille fue el oficial de la Luftwaffe que logró el mayor número de victorias ante los Aliados occidentales (158 derribos). Es cierto que en la lista de ases de la Segunda Guerra Mundial se encuentra en la posición número 29, y algunos dirán que muy lejos de las 352 victorias de Erich Hartman. Pero todos los que le preceden obtuvieron buena parte de esas cifras en el Frente ruso; donde los  pilotos no podían competir contra los alemanes por las ventajas que estos poseían en formación, experiencia y prestaciones de sus aeronaves. Marseille luchaba contra verdaderos pares. Y en caso que exista alguna duda, nadie más ha logrado en la historia de la aviación 17 derribos en un solo día.

El Afrikakorps, hasta la derrota en la Batalla de Alam El Halfa (del 30 de agosto al 5 de septiembre de 1942) que explicamos la semana pasada, había vivido su mejor momento. Todo parecía indicar, desde la captura de Tobruk el 20 de junio, que nada lo detendría hasta lograr el control del Canal de Suez. Los británicos en El Cairo ya habían comenzado a hacer las maletas tal como relata en parte sir Winston Churchill. La exitosa campaña se logró no solo por las destrezas del general (mariscal, desde junio) sino también por la superioridad aérea. A principios de 1942 se había incrementado el número de aviones en todo el Frente Mediterráneo y africano hasta llegar a más de 600 por parte de la Luftwaffe y un número similar de la Regia Aeronáutica. Fue el único momento que tuvieron superioridad numérica frente a la Desert Air Force, pero no duró mucho y no pudieron evitar que la isla de Malta fuera abastecida en agosto con la “Operación Pedestal”; aunque a un costo altísimo para los Aliados: de 14 mercantes solo llegaron 5, lo cual fue suficiente para seguir destruyendo la logística del Eje.

A pesar de mi temprana pasión por los aviones y la Segunda Guerra Mundial; no fue hasta la lectura del fascinante libro de Cajus Bekker (1964): La Luftwaffe, basado en los diarios e informes militares del ejército aéreo del Tercer Reich; que conocí a la “Estrella de África” o “14 amarillo”. De todas las historias que nos relata es la que más me conmovió por su terrible conclusión llena de significado. La guerra es la época en que los jóvenes viven una aventura que al mismo tiempo es sacrificio y tragedia. En tan solo 4 años Marseille logró su sueño: volar y probarse a sí mismo. Había nacido en Berlín el 13 de diciembre de 1919 en el seno de una familia de antepasados hugonotes (por eso su apellido francés) y tradición militar (su padre llegó al grado de general y estaría en la Batalla de Stalingrado). Al graduarse en bachillerato a los 17 años su vocación era clara: ser piloto de caza.

Desde su ingreso a la Luftwaffe en la Luftkriegs schule (escuela de vuelo) demostró un irrespeto por la disciplina militar y un estilo de volar que era catalogado por sus instructores cómo altamente peligroso. Dicho período se describe muy bien en la única película que se filmado sobre su vida: Der Stern von Afrika/ La estrella de África (1957) del director alemán Alfred Widenmann (dicho cineasta fue un documentalista de la propaganda nazi en la Segunda Guerra Mundial relativa a la juventud, pero que pudo hacer la transición al período democrático y ser un reconocido hombre de cine). “Joachen”, debido a su conducta no se pudo graduar como oficial por lo que se mantendría en el escalafón de alférez, aunque posteriormente en la Jagdfliegerschule (escuela de pilotos de caza) lograría una calificación de sobresaliente y más adelante los ascenderían a teniente. Su primera experiencia de combate sería en agosto de 1940 en la Batalla de Inglaterra, pero su gloría llegaría en África con la Jagdgeschwader 27 (JG 27) (alas o unidades de combate).

El filme de Widenmann conserva lo que el director había aprendido durante el nazismo: cómo hacer de una persona con ciertas virtudes un gran mito que sirviera de ejemplo e inspiración para las mayorías. Pero le da un nuevo contenido: antes era ejemplo de la juventud “aria” (de naturaleza superior y por ello es un as) que se sacrifica por el Reich; ahora es un joven que ama volar, lucha por su país pero de manera caballeresca (evita asesinar en lo posible), no es racista (le gusta el jazz y la rumba, y tiene amistad con un negro surafricano (Mathías), e incluso dan a entender que podía desertar ante la sospecha de la “solución final”) y no es mujeriego (se enamora y se casa) ¿El mito de Marseille se fundamenta en hechos?

Al ser tan famoso se conservan testimonios de personas que lo trataron;  junto a su correspondencia, diversos informes militares (en ambos bandos) y abundante material gráfico. Todo esto ha permitido que se escriban varias biografías, libros referentes a la Luftwaffe en general y documentales. Nosotros consultamos la de Colin D. Heaton, 2012, The Star of Africa: The Story of Hans Marseille; entre otros. Se afirma que nunca disparaba a la cabina y en su primer derribo le escribió a su madre: “Sigo pensando en cómo se deberá sentir la madre de este joven cuando reciba la noticia de la muerte de su hijo. Y yo soy el culpable de esta muerte. En lugar de estar feliz por mi primera victoria estoy triste” (carta del 24 de agosto de 1940). Se preocupó porque los pilotos enemigos derribados o con aeronaves dañadas fueran rescatados, informaba de los capturados heridos al bando contrario dejando caer paquetes con cartas en los aeródromos en medio de los disparos antiaéreos. En una reunión con Adolf Hitler tocó en el piano una pieza de jazz que hizo molestar al Führer y cuando el mariscal Albert Kesselring (comandante de la Luftflotte II) le preguntó por qué había “un negro” en su tienda, Marseille le respondió: “Es un buen hombre y es mi mejor amigo”. Lo relativo al conocimiento de la “solución final” hasta ahora no hay pruebas, y nunca se casó.

¿Y por qué fue llamado la “Estrella de África”? Al llegar como apoyo aéreo al Afrikakorps en abril de 1941, se dedicó sin descanso a ser un excelente piloto. A su personalidad audaz le agregó ahora la disciplina. Se cuenta que al volver de las misiones no dejaba de practicar diversas maniobras de caza, simulacros de dogfight con sus kamaraden, sin dejar ninguna posición por examinar en el potencial de las mismas para centrar al enemigo en el visor de puntería. De manera que no seguía exclusivamente lo aprendido, sino que disparaba “en viraje, incluso en tonel o invertido (…); rompiendo las formaciones, usando pequeñas ráfagas al conocer con precisión la distancia y tiempo adecuados” (Cajus Bekker). Todo ello rendiría fruto a partir de septiembre de ese año cuando derribó en un solo día cinco aviones. En abril del 42 llegó a los 48 derribos y recibió la Cruz de Caballero; y para junio al lograr la centena se le dio un permiso para viajar a Alemania, Austria e Italia donde será condecorado de nuevo. En septiembre volverá completando su cifra total de victorias en un mes que lo dejó profundamente agotado, incluyendo el primer día que logró el récord que lo mantiene invicto hasta el presente.

El 30 de septiembre al regresar de otra salida su motor falló perdiendo la visibilidad. Al verse obligado a saltar en paracaídas sus compañeros vieron con horror como nunca abrió. Las investigaciones, testimonios e historiadores llegan a la conclusión que al saltar la cola le dio un golpe en el pecho. En el lugar que cayó en Egipto hay una pequeña pirámide conmemorativa y en Berlín reposan sus restos con una palabra: “Invicto”. No puedo finalizar sin agradecer a mi querido amigo Emilio Useche por regalarme el libro de José Márquez Periano, 2018, Águilas de la Luftwaffe; texto que nos ha aportado fascinantes anécdotas y datos. La semana que viene retomamos la serie sobre la Batalla de Stalingrado. Ojalá no pase mucho tiempo sin que se haga una película que supere las terribles escenas de combate del filme de 1957. Y los dejo con las palabras de Cajus Bekker: “Parecía imposible que tras una carrera tan brillante y gloriosa aquella vida de aviador pudiera extinguirse así, de repente y no durante un combate, sino de una manera tan ridícula, en un accidente. Marseille, vencedor 158 veces estaba muerto. La estrella de África acababa de apagarse”.

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