Quizá el primero que acudió al deporte como palanca efectiva para la promoción de sus políticas fue el maligno por siempre Adolf Hitler. Así preparó sus Olimpíadas en 1936, para glorificar la “raza aria”. Así puso a su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, de encargado de su organización y a su vez, este le encargó a la gran cineasta Leni Rifenstahl que filmara este grandioso espectáculo. Se ha difundido ad nauseam que el triunfo de Jesse Owens humilló a Hitler cuando esto no fue verdad. La Alemania nazi ganó 90 medallas frente a Estados Unidos, que quedó en segundo lugar con 56 medallas, y hasta la fascista Italia de aquel entonces, recibió 22 medallas y terminó en cuarto lugar. Cabe destacar que la URSS no participó.
También el Führer se emocionó cuando Max Schmeling le arrebató el título mundial de los pesos pesados al inolvidable Joe Louis, tratando otra vez de promover su tesis de la raza aria, solo que después le ganaría en la revancha el boxeador de ébano al alemán. Sea como fuere, años después Max Schmeling recibió la representación de la Coca-Cola en Alemania, y enriquecido así, ayudó económicamente al entonces empobrecido Joe Louis y hasta le pagó su entierro. Hoy por hoy, el alemán también está considerado en la lista de los 100 mejores boxeadores de todos los tiempos.
Un perfecto antecedente de lo importante que fue el deporte en la URSS es que sería el primer país del mundo en establecer un Ministerio de Deportes, con la creación del Comisariado Supremo de la Cultura Física en 1923. Y en los Juegos Olímpicos de 1952, que tuvieron lugar en Helsinki, Finlandia, participaron por primera vez deportistas del bloque soviético. Sus éxitos asombraron a todo el mundo: lograron 71 medallas, 5 menos que Estados Unidos, pese a que estos contaban con muchos más medios y experiencia competitiva.
Otro país que ha hecho del deporte su andadura política y propagandística es Cuba: desde 1959 han gastado muchos recursos humanos en la formación de verdaderos campeones en beisbol, boxeo, judo masculino, tae kwon do, etc Y en los Juegos Panamericanos han quedado en segundo lugar generalmente, después de Estados Unidos. Con ello venden al exterior la experiencia de entrenadores y la propaganda el comunismo como un buen “sistema” que brinda hasta campeones deportivos.
Ahora bien, otro caso extraordinario fue la Alemania Oriental, bajo el régimen comunista. A punta de drogas y mucho dopaje con productos hechos por los laboratorios de este país, lograron tener un superequipo de campeonas en natación. Al caer el muro de Berlín se conocieron una cantidad de casos trágicos de mujeres “masculinizadas” a punto de hormonas y otras sustancias.
Por último, nos queda el caso triste de Diego Armando Maradona, quien quedó en la órbita de Fidel Castro y Hugo Chávez, prestando su nombre a estas dictaduras. Este gran futbolista enalteció a su país en un Mundial, pero luego a punta de excesos de cocaína y alcohol quedó hecho una piltrafa. ¿Puede este personaje ser tomado como ejemplo para una juventud deportista y estudiosa? El pueblo argentino, acostumbrado a nombres internacionales como el de Carlos Gardel, Juan Manuel Fangio, el papa Francisco, agregó al altar de la adoración de las masas al “pibe” del Boca Junior. Con su sepelio, políticos populistas como Alberto Fernández y empresarios del deporte como Mauricio Macri disfrutan de publicidad gratuita delante de un pueblo sufrido y acongojado, que a falta de pan acepta humildemente este circo permanente o cuasi permanente. Así podría el alma de Maradona canturrear la parte final de este tango: “Los favores recibidos creo habértelos pagado y si alguna cuenta chica se me ha quedado, en la cuenta del otario que tenés se la cargás”. El otario puede ser el político como Fidel Castro o el magnate del fútbol como Mauricio Macri. Siempre a la caza de alguien que se preste a su propaganda.
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