La dictadura se precia de que hasta los menos ilustrados saben qué es y que una mayoría rechaza ante la democracia, pero cuando esta última se embochincha apoyan la primera. En el mundo de la lingüística se la considera sustantivo y adjetivo. De lo que sí no hay dudas es de que existen, como lo revela “el análisis de la humanidad”.
No es exagerado considerarla “un bicharraco” vendedor de un falso bienestar, que aprovechan los dictadores para enriquecerse y morar satisfechos. Ofrece el paraíso del proletariado, alcanzando lo contrario. Se le compara con la “criatura bíblica del caos y la maldad y uno de los 4 pilares del infierno”. Es tan extraña, que a pesar de ser dañina, pareciera eterna.
No es exagerado manifestar, por tanto, que así como se habla de “democratización” ha de hacerse con “la dictadurización”, como en el foro Defensa de la democracia en las Américas del Interamerican Institute for Democracy, clausurado por el presidente del Ecuador, Lenin Moreno, quien lograra, en el acertado criterio de Osvaldo Hurtado, también, primer magistrado, el regreso de Quito de “la dictadura correista” a la democracia. Se reclamó el determinante esfuerzo para revertir “la tendencia antidemocrática latinoamericana”, lo cual pasa para Hurtado por “la creación de una ciudadanía con formación para la democracia, partidos y dirigencia política”. Luis Almagro denunció que las dictaduras resultan del fracaso del Estado, evidencia de lo cual es “el sistema bolivariano” de Castro y Chávez. Presume libertad, acceso al poder y su ejercicio conforme al Estado de Derecho. No existe con perseguidos, presos y exiliados. Ha de distinguirse la «política» de la «delincuencia organizada», convertida en actor político, empeño reiterado de Carlos Sánchez Berzaín, fundador del Interamerican. Sin dudas, un aporte para reiterar que la derrota de los sistemas autoritarios es únicamente posible mediante democracias estables, dispuestas al logro de sus propio fines. Estar atentos, sin dejarse dominar por la abulia y la indiferencia frente a otros regímenes, cualquiera sea su tipología.
A “los exiliados de los dictadores” que abandonan sus países refugiándose en otros, debería calificárseles como “desterrados”. Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica, distinguió “gente expulsada y la que se escapa” ante economías insuficientes. A algunos les es permitido vivir y a otros les es vedado, como los congelados en las estepas rusas o asesinados en masa.
El proceso de “dictadurización y de democracias nominales” se nutre del “populismo”, que para Macri inocula el reino de la conformidad. Los dictadores venden falsamente “el bienestar social”, cuando las democracias han defraudado esa meta, deviniendo en regímenes políticos débiles. El populismo de Santos, para Pastrana, dejó su huella con el denominado “Acuerdo de Paz” con el narcotráfico que tiene en jaque a Colombia. Una evidencia más de que “el paraíso del proletariado”, tesis central de las políticas populistas, es “una falacia”.
En el foro el anhelo por la democracia fue palmario. “Prevalecerá en el hemisferio (Tomas Regalado)”, debiéndose atender “la desestabilización democrática (Héctor Schamis)”. “Cuba es la actual Macedonia (Carlos A. Montaner)” y conjuntamente con “el castrochavismo” ha producido la mayor emigración (Enrique Aristequieta)”. “El régimen democrático demanda el respeto a las minorías (Luis Galeano)”. Casto Ocando, Hugo Acha y Mailbort Pettit, revelando el lavado de dinero entre los propios estados. Para ellos el sostén de las dictaduras de hoy.
Las preocupaciones encuentran su justificación en lo que transcurre. The Media titula que “mientras Colombia arde los colombianos enfrentan el reto de sus vidas, la gestión de Biden tipificada por situaciones bélicas y diplomáticas, ciberataques, cifras alarmantes de desempleo y oleadas migratorias, Trump consuma su dominio sobre el Partido Republicano, Maduro está dispuesto a reunirse con Guaidó y para Diosdado Cabello los principios revolucionarios no se negocian, Bolivia con seis meses de un gobierno fragmentado y para José Gregorio Martínez (PanAmpost) todavía se cuestionan las elecciones en Estados Unidos. En criterio de Asdrúbal Aguiar el autobús de “la circunvalación dictatorial latinoamericana” es el Foro de Sao Paulo y Fidel Castro y Lula da Silva los patriarcas del marxismo criollo, quienes adhirieron a la Venezuela petrolera como eje dinerario para sus proyectos. Desde otro ángulo el juicio a la democracia conlleva, también, a la distinción entre lo qué “un gobierno democrático debería ser y lo que en la realidad es, no resultando, consecuencialmente, saludable para su aceptación popular el abismo entre el ideal democrático y la democracia realizada”. Así se le entendió a Hurtado y Almagro.
A “la democracia ideal”, pareciera no haber dudas de que termina midiéndosele por lo que logra, camino para calificarle como “real”, cuestionándose por sus preocupantes inexactitudes, fuentes de “regímenes opuestos”. Es lo que en el fondo afirmó Sebastian Piñera, con ocasión del “terremoto político” resultado de recientes elecciones para una asamblea constituyente y un texto constitucional nuevo, dizque para responder a los desafíos actuales y a los anhelos -sobre todo en materia de justicia social – de gran parte de la sociedad chilena. Ha de advertirse que se trata de un procedimiento tradicionalmente usado, precisamente, para oxigenar, mediante nuevas ofertas, la equivalencia entre democracia ideal y real. El resultado, efímero.
El país sureño con fama de estabilidad política y económica, de repente explotó en sus propias calles para quejarse ante un régimen electo mediante las rendijas constitucionales formales, pero, tal vez, tragando grueso, pues elegía por segunda vez a quién ya había gobernado. Suele decirse, en efecto, que la reelección presidencial es el peor enemigo de la democracia, tanto de la real como de la ideal. Miremos, asimismo, al Perú, debatiéndose entre dos males, razón para que Mario Vargas Llosa ha expresado que la hija de Alberto Fujimori representa la opción menos dañina. Por lo que, por argumento a contrario, ambos candidatos son pésimos. La explicación pareciera encontrarse en la ausencia de la ciudadanía para “la democracia real”.
Una interrogante, incómoda de formular, pero mucho más responderla:
¿Democracia, dictadura o algo distinto?
Quizas, un análisis pertinente sea el de la “posdemocracia”.
@LuisBGuerra