Golpeando con sus espadas de reglamento el piso de mármol del Senado chileno, hace un siglo, jóvenes militares profesionales no partidistas protestaron por el intento legislativo de suprimirles sus adquiridos derechos sociales y económicos. Desde entonces “ruido de sables” significa descontento militar en todo sistema o régimen de gobierno.
A partir de su independencia Venezuela padeció dictaduras netas y presidencias militarizadas, lo que instauró el pavor a denunciarlas y se volvió rutina ocultar, marginar o posponer atención primaria a ese factor sustancial de la nación en acciones y reacciones políticas. Varios intentos de golpe fueron detenidos con dificultad durante el lapso de los cuarenta años democráticos.
Entre sus numerosas víctimas clandestinas y exiliadas destacó la sabiduría y práctica del estadista Rómulo Betancourt a lo largo de su biografía privada y pública. Siempre lo asumió como problema básico a resolver para forjar una estable república civil. De allí su tan polémico “disparen primero y averigüen después”, su fórmula para anular sin dudas la primera amenaza injerencista del castrismo cubano a través de la guerrilla rural y citadina en la década de los sesenta con militantes criollos, devotos de su revolución comunista.
Al regresar de su voluntario retiro europeo pospresidencial siguió reclamando a su propio partido Acción Democrática por sus descuidos y errores por no defender a tiempo postulados constitucionales sobre la materia, concentrados en reyertas personalistas de candidaturas electorales.
1977, Poliedro de Caracas. Homenaje multitudinario de mujeres. Agradece y declara: “Está en marcha una conspiración subterránea que a veces aflora a la superficie, no para desestabilizar al gobierno, sino para minar las bases de sustentación del sistema democrático”.
Días después aclaró y extendió su advertencia formal a esta servidora para el libro de entrevistas La Venedemocracia (3ª edición 2008, Ediciones B, Caracas): «Hay quienes no quieren reformar o mejorar esta democracia, prefieren que sea cada vez más imperfecta porque les da dividendos políticos. Esos sectores fidelistas resaltan fallas sin admitir logros. Se trata de una conspiración con brotes guerrilleros y terroristas. Y ninguno de esos grupos de la izquierda legalizada, esa que ahora concurre a elecciones democráticas, ha condenado públicamente las acciones de esta banda de forajidos perturbadores del orden público y enemigos de la democracia. ¿Por qué, ah?” Y concluye: ”…eso de revolución es un cliché, nosotros somos orgullosamente reformistas”.
En esa larga entrevista, entre y sobre líneas analíticas, está presente su convicción del constante peligro militarista hoy convertido en usurpador régimen totalitario nacido en los cuarteles chavistas, donde ahora repica un ruido de sables que se tornan cada día más audibles y visibles, como lo viene reportando con sus nombres propios y desde la clandestinidad la perseguida periodista Sebastiana Barráez.
Y con claridad responsable se atrevió a señalarlo como verdad inocultable la activista por los derechos humanos y profesora de militares por muchos años Rocío San Miguel, pecado imperdonable para el generalato que sostiene al narcoestado madurista.
Una historia que merece ser contada y apoyada ya sin temor en alta voz cuando el justo reclamo por el retorno democrático atraviesa las celdas de torturados castrenses respetuosos de las leyes que les otorgan derechos, pero también deberes constitucionales.
Un sonido que rebasa murmullos y chismes resuena fuerte con notas de tono libertario.
El resto son maniobras politiqueras, electoralistas, mediante acuerdos donde sus firmas no valen un céntimo. Repetidas para distraer y prolongar el dominio de la represión normal en China, Irán, Rusia, Norcorea, Cuba, Nicaragua y están por salir del closet muchos más, sobre todo en este continente. Si se les permite.
No se pacta con quien busca sacar del mapamundi al adversario convertido en enemigo a liquidar. Equivale a negociar con Hitler, Stalin, Mao, ayatolá Jomeini, Putin, herederos y socios.
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