A los mandatarios con tendencias autoritarias no les gusta el sistema de división de poderes y la existencia de otros poderes independientes. Como estrategia, el gobierno de Maduro para avanzar en su ilógica de afianzarse en el poder tiene su Asamblea Nacional como su traje a la medida para legitimar lo inconstitucional, además este poder puede ser utilizado para las amenazas políticas germina en un tipo de violencias visibles e invisibles, muy difícil de ver a simple vista, ya que son las propias estructuras psíquicas de las personas las que las hacen frágiles.
Hugo Chávez concebía una revolución sin límites de tiempo. En una de sus frases más emblemáticas afirmó: “Cada día, el mundo deposita más esperanzas en la Revolución Bolivariana. No podemos defraudar al mundo. El éxito de nuestra revolución podría influir en el futuro y la supervivencia de este planeta”. Tras un cuarto de siglo del chavismo en el poder, los indicadores reflejan el fracaso de su modelo. La población venezolana anhela 85% un cambio político.
Durante casi un cuarto de siglo, Venezuela ha estado en algún momento en un proceso continuo de autocratización. Los venezolanos pasaron de haber sido la excepción en Latinoamérica por la duración y estabilidad de su democracia, a ser categorizados como un caso de estudio por la profunda y continua reversión autocrática que ha llevado adelante el régimen chavista. Aunque Venezuela no ha podido recuperar su anhelada democracia, la sociedad venezolana se mantiene tercamente resistiendo y luchando por recuperar su libertad.
Evidentemente, en nuestro país, existe una violencia estratégica, el régimen es supra, amenaza, por encima del derecho y de las leyes, siempre apuntalado en la violencia estratégica. La agresión al adversario ya es práctica gubernamental común: los vejámenes a los dirigentes políticos detenidos en varios estados del país por protestar por una mejor calidad de vida contra el régimen de Maduro, la tortura psicológica hacia los presos político, las diversas violaciones a los derechos humanos, las continuas amenazas despidos a empleados públicos por sospecha de “infidelidad” electoral hacia el Socialismo Siglo XXI, la negación – juegos de hambre – de los CLAP a los que no apoyan el proyecto revolucionario, bonos con el carnet de la patria, todo un verdadero chantaje, en otras palabras es un instrumento que pretende recompensar la lealtad del 15,0% de la población que aún se mantiene estoicamente con Maduro.
Lo que no razona o no quiere razonar Maduro es que lo grave está en que la mayoría de venezolanos ya no cree en su discurso y menos que la compleja crisis país es causada por una «guerra económica» apoyada por empresarios apátridas, recibiendo órdenes del imperio norteamericano. Nuestro análisis integral revela que 70,5% de los entrevistados no cree en la guerra económica y sanciones como un argumento para comprender y soportar la aguda crisis económica y social. Es decir, Maduro inventó una “guerra económica” potenciada por las sanciones que ya parece hasta sospechosa, incluso en su propio capital político.
En síntesis, ¿cuál es la realidad de la revolución bolivariana? La unidad chavista está fracturada, existe un divorcio afectivo entre sus jerarcas. El “madurismo” que emerge es perdedor, fracasado y con fama de ineficiente, corrupto y fatigado. Estamos viendo un proyecto revolucionario en decadencia, ya es un proceso del pesado, con un líder preso en su propio laberinto. El año 2024 será el momento de las elecciones presidenciales, año para pensar en reconstrucción del país… devolvamos la democracia a Venezuela. El repudio popular hacia Maduro supera el 80% y, en estas condiciones, la única manera que el gobierno tiene para seguir detentando el poder nacional es interrumpir el proceso electoral que va ganando María Corina Machado.
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