OPINIÓN

Democracia, monarquía, feudalismo

por Eugenio Fouz Eugenio Fouz

«Courage is what it takes to stand up and speak, it’s also what it takes to sit down and listen». (WINSTON CHURCHILL)

Yo antes era un tío tranquilo, pacífico. No me enfadaba casi nunca. Ahora la gente me dice que he cambiado, que cuando hablo estoy irritable, como enfadado con el mundo. Sigo siendo yo, pero lo que me pasa es que soy un yo herido. Me han engañado. Cuando uno es engañado y se siente víctima de una estafa no puede permanecer sereno. Yo, desde luego, no puedo. Hace unos años en nuestro país hablábamos de cualquier tema sin llegar a la descalificación ni al odio. Hoy por hoy, hay temas que mejor no tocar porque nadie quiere enfadarse ni crear malestar. Y yo no entiendo esto ¿Por qué no vamos a hablar? ¿Cómo hemos llegado a este extremo ridículo? 

 

Es cierto que los tertulianos no se sentían ofendidos por todo. Hablábamos libremente. Nadie te negaba el saludo después de una conversación, a pesar de que a veces levantábamos la voz. El asunto político es lo que me ronda ahora mismo por la cabeza.  Y ya le advierto, querido lector, que lo que sigue a continuación no va a resultar agradable. Los hombres, algunos de nosotros, contamos con principios y creemos en ciertos valores morales. Decidimos apoyar una ideología acorde con estos principios que cuidan de la mayoría de los españoles y no excluyen a las minorías.  

 

Muchos ciudadanos españoles que votamos el 23 de julio del año 2023 a un partido mayoritario de izquierdas nos sentimos estafados por el incumplimiento de palabra del presidente Sánchez y su giro interesado favorable a partidos independentistas de Cataluña. Yo no descartaba un pacto con los partidos conservadores del país, puesto que si algo caracteriza al pueblo español es la coexistencia de las dos Españas. El caso es que el incumplimiento de palabra y programa político-estoy siendo elegante al no utilizar los términos ‘fraude’ o ‘mentira’- del actual presidente de gobierno dejó en un destino incierto a quienes creímos en su honestidad. 

 

El partido socialista ha perdido toda credibilidad al mantener en la cabeza a este presidente que no sabe o aparenta no saber qué quiere. El descalabro ocasionado al partido por su ‘líder’ ya es lo de menos porque habrá otros partidos que defiendan ideologías progresistas, y con todo, la alternancia política en democracia corrige errores y puede resultar sana. El daño ocasionado al país, esto sí que es grave. La gente ha pasado del debate a la tertulia partidista, de la exposición de ideas en libertad a la opinión sincronizada de la voz del partido en el poder. Es curioso observar cómo quienes predican contra el fango son los auténticos reyes del fango.

Aquí no se trata del Emperador caminando sobre la pasarela con su Traje Nuevo*, sino también -como en el caso de los abusones- del público agradecido que aplaude y dice sí a todo. 

Un hombre de quien se aparta la gente decente no es un hombre bueno. 

Un presidente de gobierno que se mofa de un adversario político en el parlamento no es un buen presidente. Vamos, yo no quiero a un presidente así. Y lo que es peor, no es buena persona. 

No es de fiar un presidente que se aferra al sillón a cualquier precio. 

Un presidente que reparte dinero, mucho dinero, a determinados medios de comunicación con la excusa de contener los bulos de otros medios que, casualmente no están en su cuerda. Un tirano pretende controlar todos los poderes, incluido el cuarto poder, es decir, el poder de la prensa, la radio, la televisión y las redes sociales. Piense, por ejemplo, en el apagón forzoso de la red social @X en Venezuela tras las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 impuesto por Nicolás Maduro.  

Un presidente que no dice la verdad ni en Lugo ni en Alpedrete es un presidente de juguete. Un presidente que gobierna sin mayoría gracias a los pactos con los grupos más insolidarios de nuestro país no es un buen presidente. Un presidente que dice hablar en nombre de todos los españoles a sabiendas de que miente no es un presidente legítimo. 

Un presidente que prometió no olvidar a los catalanes que hablan español en Cataluña y los olvida, es un hombre sin palabra. Parece mentira que hoy aún haya que defender el uso de la lengua española en España. 

Un presidente no es de fiar cuando presume de haber logrado un clima de convivencia y concordia en todo el territorio nacional y establece un trato diferenciado a Cataluña -otra vez- denominado unas veces ‘financiación singular’ y otras ‘concierto económico’ según  le convenga. 

Un presidente no es bueno si su esposa está siendo investigada por presuntos delitos de tráfico de influencias y esta no colabora con la justicia para aclarar su presunta inocencia. 

No es de fiar un presidente que se querella contra el juez que le cita a declarar. Por supuesto, el mismo presidente que dijo aquella frase grandilocuente en el Congreso de los Diputados el 24 de abril de 2024: “En un día como hoy y después de las noticias que he conocido, a pesar de todo, sigo creyendo en la Justicia de mi país, en su autonomía y en su independencia» es el mismo hombre que tampoco colabora con la justicia. Apuntaba certero un internauta: “Sánchez se ha acogido a su derecho de no declarar y parecer tonto en vez de hablar y demostrarlo” (@profsecundario, 30.07.2024).

No es buen presidente el señor Pedro Sánchez que dedicó cinco días para reflexionar y publicó una carta a los españoles para emocionarnos (Carta a la ciudadanía, 24.abril.2024) y decidir finalmente no librarnos de su presencia ni de su presidencia. 

No es de fiar un presidente que trata de enseñar a los ciudadanos a comportarse con corrección dando ejemplo de lo que no debe hacerse al estilo de Homer Simpson (solo que Homer es un dibujo animado).

Un presidente que no da razones, no explica nada en el Congreso de los Diputados, y se ríe e insulta mientras los suyos aplauden ufanos llenos de regocijo no es un buen presidente. 

No es de fiar un presidente que se atreve a escribir una segunda epístola a los ciudadanos (Nueva carta a la ciudadanía, 4.junio.2024) y no aportar nada. 

Un presidente que toquetea la ley, un presidente que no asume la separación de poderes, un presidente que inspira desconfianza dondequiera que va no puede ser buen presidente. 

Un presidente que no se posiciona de inmediato ante la situación clara de fraude electoral en Venezuela, espera a ver qué pasa y qué dicen los otros mandatarios europeos es un presidente que no representa los valores de la justicia ni la democracia. Pedro Sánchez es un presidente que no refleja el sentir de los españoles.

Un presidente que parece desconocer la literatura orwelliana* no merece el respeto de nadie que haya ido a la escuela. 

Un presidente que decide por su cuenta y riesgo viajar a un país africano para comprometer el territorio nacional, el empleo y la seguridad de los españoles con la llegada masiva de inmigrantes regulares o irregulares a nuestro país no es un buen presidente. 

No encuentro diferencias entre la democracia encarnada en un presidente que actúa arbitrariamente (sin contar con el pueblo ni el parlamento), la monarquía y el feudalismo.


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Hans Christian Andersen, El traje nuevo del emperador

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George Orwell, Rebelión en la granja