Mucha molestia ha causado entre los sectores democráticos venezolanos la asistencia de Delcy Rodríguez a la III Cumbre de la Unión Europea y la Celac realizada en Bruselas los días 17 y 18 de julio. El desconcierto no proviene del hecho de que haya sido invitado el gobierno dictatorial de Venezuela, al igual que los de Cuba y Nicaragua, ya que estos  forman parte de la Celac (tema aparte), sino del hecho de que la UE no permitía desde 2018 la entrada de la vicepresidente Rodríguez en suelo europeo por estar incluida en una lista de funcionarios sancionados por colaborar en la represión de la oposición y ser responsables de violaciones de derechos humanos en Venezuela.

Pues bien, a pesar de dichas sanciones, así como de la resolución aprobada pocos días antes por el Parlamento europeo por 495 votos a favor, 25 en contra y 43 abstenciones en la que se pronunció contra la inhabilitación de opositores políticos en Venezuela y por el establecimiento de las condiciones necesarias para garantizar unas elecciones justas, libres, inclusivas y transparentes, para devolverle el ejercicio democrático. Además, precisó que la próxima cumbre entre la UE y la Celac sería una oportunidad para defender en Venezuela el perdido Estado de Derecho. Declaración que por cierto y sin sorpresa, enardeció a Jorge Rodríguez, quien entre insultos hacia la UE aseguró que no serán invitados como observadores electorales.

No desconozco que la diplomacia se ajusta al decir de Lord Palmerston de que los países no tienen amigos sino intereses, tampoco que reglamentariamente la UE puede hacer excepciones en las sanciones  cuando se trata de la asistencia a una cumbre. Trato también de encontrar justificación a  esta excepción para favorecer el encuentro  al margen de la Cumbre entre la citada representante del gobierno y Gerardo Blyde por la oposición, promovido por los presidentes de Francia, Brasil, Colombia y Argentina. Por cierto, este eventual diálogo no parece muy prometedor si tenemos en cuenta que días después se utilizó a una diputada oficialista para proponer, emulando a la dictadura nicaragüense, una modificación de la Constitución que permita despojar de la nacionalidad a opositores y el cínico y desalmado halago de Maduro del Helicoide, siniestra cárcel para presos políticos, como una referencia moral, por solo mencionar las últimas desfachateces.

Una vez aceptada su participación, la vicepresidente Rodríguez, fue recibida de acuerdo al protocolo por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michele, la presidenta de la Comisión europea Ursula Von der Leyen y Pedro Sánchez, en su carácter de presidente del Consejo rotatorio de la UE, quien, protocolo aparte, mostró gran euforia en la bienvenida a la invitada.

La Cumbre UE-Celac, tenía cerca de una década que no se realizaba, y seguramente esta convocatoria se ajusta al interés mostrado por la Unión Europea  en retomar una relación privilegiada con América Latina, cuyo mercado ha venido siendo acaparado por China.  La  declaración final contiene 41 puntos, que como era de esperarse, no pasó de saludos a la bandera. Uno de los temas centrales fue el de las energías renovables y los relativos al cambio climático y  temas ambientales en general.

En lo que respecta a la condena a Rusia por la guerra en Ucrania sobre la que había gran expectativa- a pesar de que no era tema central en esta reunión- debido al compromiso de la UE en contra de la invasión rusa y  por las diferentes posiciones de los países latinoamericanos,  no  pasó de ser una declaración de principios a favor de la paz, con una referencia a la posición de los países europeos en distintos foros y en particular en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aún así,  Nicaragua no la firmó.

Los puntos 7 y 8 de la declaración,  están dedicados  a reafirmar el compromiso con  los derechos humanos, incluidas las elecciones libres y limpias,  la libertad de prensa, que se contradicen por cierto  con lo afirmado  y el punto 6 se refiere a fomentar la cooperación y las relaciones amistosas entre nuestros pueblos, con independencia de las diferencias entre nuestros sistemas políticos. Contradicciones que parecen ser el signo de  esta ambigua relación. En cuanto a Delcy la pasó de lo más bien, a pesar de sus sanciones.


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