OPINIÓN

Delación hasta el final

por William Anseume William Anseume

ministerio de Defensa

Sin ambages: lo ocurrido fue una delación. Como muchas otras otorgadas sin freno en nuestra historia reciente. Quedará precisar, si acaso esto algún día se posibilita, si la delación fue inmotivada, medianamente motivada o muy motivada.

Si hubiera sido inmotivada, partiríamos de una inmensa ingenuidad impropia de la curtimbre de alguien viejo, experimentado, al menos que esté atravesando por problemas de otra índole, también propios de la edad, del desentrenamiento, del acabamiento. Como diría un amigo acerca de estos procesos, que un médico le señaló el camino cercano a la decrepitud. Nada de esto parece. Aunque, lo que sí parece es que no vamos a tener pronto certeza de nada más allá que lo ocurrido. Al menos que se desencadene otro tipo de hechos, como por ejemplo que le devuelvan la pelota con una nueva delación que lo envuelva.

Si hubiera sido medianamente motivada, constituiría un acto de irresponsabilidad no solamente del agente productor de la delación, sino también de quien lo indujo a la misma, posiblemente pensando en un mayor rédito político escandaloso. Una entrega mutua en busca de beneficios que terminaran de encumbrar en la colectividad a la figura estelar del pasajero momento. De ser así, como un juego, no salió nada bien. Y de ser cierto algún tipo de compromiso con personas de uniforme blanco y/o verde oliva, se produjo entonces la delación doble contra ellos. Mucho peor. Además, prestarse para un servilismo inútil no parece muy verosímil en la película. Todo es posible en esta batahola política actual, donde a veces reina la desconfianza, con o sin razón. Por la carencia de compromiso y de entrega vital.

Ahora, si fue muy motivada, nada increíble, sería el más aborrecible acto de traición a la figura que confió y a quienes confiaron en ella las acciones y sus vidas. Despreciable actitud sería, cavadora de sepulturas. Nada más digo al respecto de esta posibilidad espeluznante.

Las consecuencias no resultan muy mensurables tampoco. Pero vendrán. Ténganlo como un hecho cierto. Hay muchos elementos previos que así lo permiten vislumbrar. No sólo muy recientes. Aunque también. Y a estos últimos voy. La designación del nuevo CNE es marcadora contra quienes están políticamente inhabilitados. No les van a permitir inscribirse. El mensaje es rudo al respecto. Movieron para eso la pieza más decidora. No habrá marcha sobre Miraflores, como proponen  pendejos, que modifique el planteamiento esbozado así. Por lo tanto, se hace indispensable trazar estrategias resolutivas claras de este asunto. Sin complacedera de caprichos de los tristemente afectados. El 11 de agosto, recién llegado el otro de Cuba, hubo planteamientos directos sobre las elecciones, en términos militares. Crudos. Relacionados con conspiración precisamente, aludiendo a un informe de inteligencia. Para rematar esta misma semana, hace apenas días, quien funge de ministro de la Defensa indicó en su mensaje el compromiso, según él total, de la Fuerza Armada con Maduro y contra los levantiscos.

No estamos para seguir en mundos de fantasías a lo Barbie infantil, mezclada con baba demencial. Cuánto quisieramos estar en otros procesos de la historia, pero nos tocó éste y se hace preciso enfrentarlo del modo más inteligente posible, en unidad, como otros episodios pasados. Jugar con flatulencias risibles disparadas al astro lunar cuando estamos en mercurio y una serie de planetas más retrogradando, resulta inútil, como un caprichito irrelevante, burlesco. Se requiere seriedad. Es momento de presionar con elecciones, de manera unitaria, con quienes sí podrán participar, y esto es pragmatismo puro y duro, levantando todos la mano por lo mismo, aunque en algo discordemos.

Las consecuencias serán lamentables, nuevamente, para todos. Jugar con soldaditos de plomo, caprichosamente, así sea retórica vacua busca votos, lesiona hondamente. Seriedad y responsabilidad. El país no anda para juegos.