«La lucha por el poder de mando es el público sonido de los próceres impresos»
(Inferí a Juan Calzadilla, me entrevistaba para el Diario de Caracas, 1987)
Sucedió en los tiempos cuando Kublai Khan ejercía funciones como último emperador de un grupo étnico con intensa movilidad social – comercial en Mongolia (1)
El trueque, con diversidad de alimentos, objetos y servicios, pujaba comercialmente. La compensación mutua con alimentos, productos de consumo masivo o uso doméstico no excluía pagos con metales que maravillaban: oro, plata, perlas, diamantes.
Khan propulsó la institucionalidad de cuanto hoy definimos dinero. Los mongoles iniciaron los cálculos o valores de cambio mediante el peso de los metales atractivos. En Mongolia se utilizaron, de modo progresivo, monedas y billetes. Un ejemplo importante es el «Chao» de la Dinastía Yuan de Kublai Kahn. Fue, sin dudas, el primer billete con su respectivo respaldo en monedas [oro y plata] descrito por quienes relataban los viajes de Marco Polo, quien arrogaba haber sido consejero del emperador.
Un misterio obstruye nuestros esfuerzos por comprender quiénes [por qué y sus fundamentos inteligibles o lícitos] decidieron cuánto valía una moneda según su peso. Son desconocidos los fundamentos respecto al por qué un específico billete mereció fiabilidad en ámbitos de la mercadería. Nunca se develará, pero intuyo que no fue sesudez concebir el poder adquisitivo de ambos instrumentos (el papel, en prácticas de compra – venta, indáguelo, Dinastía Yuan, fue impreso sobre madera, año 1287).
Indiscutible la aceptación de los billetes durante diversas eras, entre los cuales los «Zhongtong» y «Zhiyuan» (reinado de Kublai Khan, 18 de diciembre de 1271 a 18 de febrero de 1294. Todos con respaldo en plata)
«[…] En Europa, los primeros billetes aparecieron en Suecia en 1661, impresos por el cambista Johan Palmstruch, quien los entregaba como recibos a quienes depositaban oro o plata en el Banco de Estocolmo. En España, los billetes llegaron en 1780 durante el reinado de Carlos III y su uso se popularizó rápidamente debido a que eran mucho más cómodos de llevar que las monedas. El cheque, por su parte, surgió en la práctica bancaria de Inglaterra en el s. XVIII, pero su regulación legal no llegó hasta el siglo XIX. Allá dictaron la primera Ley de Cheques, 1852, seguida por Francia en 1865 […]» (2)
Por causa de sus nefastas cualidades, considero, discutiblemente, claro, una tragedia la irrupción de las «tarjetas de crédito» (1914). Es letal su poder para impulsar endeudamientos y ulteriores embargos de bienes e inmuebles. En la Universidad de los Andes –Venezuela– donde trabajé casi treinta años, recuerdo que algunas empresas bancarias internacionales nos enviaban, sin previa solicitud, tarjetas de créditos a las cuales no se les fijaban límites para el pago de consumos (décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX).
Fue terrible la experiencia que tuvimos usándolas, nos convertimos en deudores sempiternos y algunos perdieron sus viviendas. En corredores de facultades, la mayoría de las conversaciones relataban cómo la ruina castigó, discrecionalmente, a los incautos o temerarios. La sociedad venezolana del siglo XX fue fácil presa del extravagante consumo en materia de «recreación» – «divertimento». Los límites a nuestras tarjetas de crédito los fijaban, de forma abrupta o súbita, sin previas advertencias, anónimos fiscales bancarios. Estábamos vistos en la plenitud del capitalismo salvaje que casi nadie cuestionaba. La ilusión de la vida buena fue tragicomedia.
NOTAS
- https://www.principal.cl/informate/blog/actualidad/del-trueque-al-ahorro
- https://historyofinformation.com/detail.php?id=4828
albertjure2009@gmail.com
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