“Si uno echa una rápida mirada a la sensibilidad que domina las modernas concepciones sobre la justicia puede dividirlas en dos: a) la sensibilidad conservadora, para la que lo justo es lo que es de cada cual y hacer justicia es garantizar lo propio. Es el talante individualista o liberal para el que la vida en común nada tiene que ver con repartir sino en garantizar la diferencia. Y b), la sensibilidad progresista que reconoce un derecho innato de todo hombre a tener un lugar digno bajo el sol. Ese derecho de cada cual a tener lo mínimo para vivir conlleva una obligación en los demás a contribuir en que eso sea posible. Es la sensibilidad del liberalismo social, del socialismo liberal, de la socialdemocracia y, de una manera general, de la tradición republicana. Reyes Mate (Responsabilidad y libertad. ¿Somos acaso responsables de lo que no hemos hecho? Madrid 1997)
El 30 de enero de 2005, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, presentó ante sus pares y otros prominentes del mundo, en el V Foro Social Mundial en Porto Alegre, la tesis del llamado socialismo del siglo XXI, lo cual tuvo una importante repercusión y difusión, constituyéndose para nosotros los venezolanos en el parámetro de la planificación estratégica del país y la línea pretendida de gobierno de la política económica y social.
Se recoge temáticamente, bastante bien pienso, en una cita que transcribo de seguidas, donde el asunto se muestra en su perspectiva más sencilla, pero invocando a su teórico más reciente, el alemán Heinz Dieterich, pues sabemos y lo resonamos antes, que en el origen están los trabajos del ruso A.V. Buzgalin y su texto El socialismo del siglo XXI (160 pp., Guanabo, Cuba, enero 20, 2000).
“El modelo de Estado socialista del socialismo del siglo XXI es un socialismo revolucionario que bebe directamente de la filosofía y la economía marxista, y que se sustenta en cuatro ejes: el desarrollismo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y las organizaciones de base. Dieterich, en su obra Socialismo del siglo XXI, se funda en la visión de Karl Marx sobre la dinámica social y la lucha de clases. Dieterich profundiza la teoría marxista y la actualiza en el mundo de hoy, incorporando los avances del conocimiento, las experiencias de los intentos socialistas, develando sus limitaciones, entregando propuestas concretas tanto en la economía política como en la participación democrática de la ciudadanía para construir una sociedad libre de explotación. Resumiendo, el socialismo del siglo XXI supone que es necesario un reforzamiento radical del poder estatal democráticamente controlado por la sociedad para avanzar en el desarrollo”. Negrillas nuestras (Guanakolandias Blog 2023).
El blog referente agrega y por estimarlo conveniente lo adicionamos: “En el marco de la revolución bolivariana, Chávez ha señalado que para llegar a este socialismo habrá una etapa de transición que denomina Democracia Revolucionaria. Hugo Chávez expresó: ‘Hemos asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo y contribuir a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la igualdad’ en un discurso a mediados de 2006. Además, este socialismo no está predefinido. Más bien, dijo Chávez: ‘Debemos transformar el modo de capital y avanzar hacia un nuevo socialismo que se debe construir cada día”. (Obra citada)
Y acota el texto analizado, en una explicación de complejidades insoslayables: “Para contribuir a la búsqueda de dichos criterios, propone releer la historia de la economía política, porque en su opinión algunos de ellos no logran hacerse manifiestos por confusiones conceptuales en esa disciplina: la primera, ocurrida a lo largo de los doscientos últimos años, identificó al capitalismo con el liberalismo; la segunda, ocurrida en este siglo, identificó al socialismo con el estatismo. Su tesis es que el camino más expedito para alcanzar la sociedad más justa a la que todos anhelamos se consigue con una alianza entre el socialismo y el liberalismo, una vez que el socialismo haya dejado a un lado al estatismo y el liberalismo haya dejado a un lado al capitalismo’.
Propone lo que denomina una economía de valores fundado en el valor del trabajo que implica un producto o servicio y no en las leyes de la oferta y la demanda. Este valor del trabajo se mediría sencillamente por el tiempo de trabajo que precisa un determinado producto o servicio;[4] además de los valores agregados a dicho trabajo, es decir, el tiempo de trabajo que se usó para producir las herramientas o servicios que se emplean en el trabajo mismo, lo cual a su vez lleva a un ciclo complejo de tiempos de trabajo sumados recíprocamente. Para solucionar el problema práctico que implica la teoría de la Economía de valores, Dieterich sugiere usar la Rosa de Peters.
Para Dieterich, el modelo de mercado ha puesto su atención principalmente en los alcances de la ganancia y la propiedad, desvirtuando completamente el sentido de la economía. En este sentido, el modelo responde a lo que denomina “crematística”, una perversión de la economía donde el acento está puesto en la ganancia. Según él, la economía política no debe operar como la forma en que unos pocos se hacen ricos, sino con un criterio de productividad.
En este sentido, el precio, como principio operativo y cibernético de la economía, determina dónde invertir, por cuánto trabajar, cuánto y qué comprar, cuánto y cuándo ahorrar y es, por lo tanto, la hebra ordenadora del sistema.
Para que el mercado funcione eficientemente debería existir el suficiente poder adquisitivo para comprar, una formación libre del precio, un mercado que no sea monopólico y un Estado de derecho eficiente y no corrupto”.
Hemos reproducido párrafos completos del ensayo de base sobre el socialismo del siglo XXI, con el que hemos trabajado, por estimarlo adecuado, siendo que en las conceptualizaciones se aprecian elementos específicos que nos pareció mejor traer desde el mismo razonamiento.
La segunda etapa del giro que confirma la orientación fascista del difunto, su movimiento, sus epígonos y demás miembros de la comparsa, del “fascio”, a mayor precisión; se cumple con el debate que se abre en el país sobre la proposición de Chávez y el socialismo del siglo XXI, que escenifica un proceso deliberativo y decisorio entre los soberanos conciudadanos, al convertirlo Chávez, arrogante, seguro de sí, dominador, en una propuesta de reforma constitucional que se lleva a votación aquel 2 de diciembre de 2007 y que, recordemos, es negada y encaja dolorosamente en el hoy difunto una derrota fundamental.
El fascista no se permitiría respetar el veredicto popular y, como en otras ocasiones, simuló acatar, pero no aceptar, el resultado de la consulta al pueblo soberano. Su declaración fue: «Esta propuesta [de reforma constitucional] no está muerta, sigue viva y yo no la retiro» (El País, 03/12/2007).
Luego de leer la información advertí que Chávez, de ser un demócrata o acaso un líder decente con una definición personal ética mínima, renunciaría y se iría, pero tampoco se fueron y no se irán, a pesar de todos los pesares, Hitler, Stalin, Fidel, Putin, Xi Jinping, el líder norcoreano Kim Jong-un y esa joya viviente, ese adalid, ese otro seguidor y epígono a su manera de Chávez, Daniel Ortega.
En franco desconocimiento de la soberanía, se aceleran reformas legislativas y el discurso, como si se hubiera más bien aprobado la reforma constitucional, transita como antes y entre medidas y anuncios, transcurrimos buscando, instrumentando, probando lo que puede acercarnos al modelo socialista, pero, debo decir, lo que lograron, hasta la fecha, el difunto y su imitador fue un cataclísmico desastre; la revolución de todos los fracasos.
Del modelo socialista comentado, muy pero muy poco puede mencionarse como conquista o logro; salvo una estatización insolente, mórbida, contumaz, inepta e irresponsable que nos ha vuelto a todos míseros, con la sola excepción de los usufructuarios de la nueva plutocracia de los denominados enchufados y otros desalmados parásitos que se ciñen como el guatepajarito al árbol del Estado.
Quizá, en algún lector, todavía puede haber un resquicio de duda y en tal sentido le pediría, respetuosamente, revisar el contenido de lo que la írrita Asamblea Nacional Constituyente electa en 2017, violando la Constitución y la ley, denominó y sancionó como Ley Constitucional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, publicada en la Gaceta Oficial Nº 6.508 extraordinario del 30 de enero de 2020 y que reproduciré en su artículo Nº 1 así: “Artículo 1. La presente Ley Constitucional, en reconocimiento de la realidad histórica de la institución militar bolivariana con génesis en el antiimperialismo fundamentado por la resistencia demostrada por nuestros aborígenes, la hazaña revolucionaria independentista de nuestros Libertadores, el carácter antioligárquico de la gesta de la Federación y el mandato constitucional que instituye la doctrina bolivariana como fuente inspiradora de los valores éticos y morales, tiene como objeto establecer los principios y las disposiciones que rigen la organización, funcionamiento, integración y administración de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, dentro del marco de la corresponsabilidad entre el Estado y el pueblo, como fundamento de la seguridad de la nación consecuente con los fines supremos de preservar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la República. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana es la institución que en forma permanente garantiza la defensa militar del Estado”.
El discurso y la gesticulación socialista no nos confunde ya; no cubre el auténtico rostro del chavomadurismo, populista, militarista, ideologizado, autoritario, ineficaz y corrupto. Por eso es útil descubrirlo ante todos; son lo que son, fascistas y lo demás, incluida la capa con el antifaz socialista, no llega a disfrazarlos.
@nchittylaroche