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Del Príncipe de Maquiavelo al Padrino de Mario Puzo y Alberto Mayol

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A propósito de un homenaje al doctor Carlos Canache Mata, promovido por AGRUPA y la Fundación «Luis Oropeza Vásquez» de Barquisimeto, a cargo del académico Ramón Escovar León, dijimos unas palabras con una subjetiva interrogante: «Nicolás Maquiavelo, ¿apóstol de la política venezolana?», respondiéndonos a la vez ¿a qué se debía la misma si veníamos a hablar de la decencia política en Carlos Canache Mata? Pues bien, a que con motivo de cumplirse en 2013 los cinco siglos de la aparición de El Príncipe, el intelectual merideño Simón Alberto Consalvi escribiría acerca de lo que consideraba que ese tratado político “desde entonces ocupa la imaginación de los hombres de poder y de ambición, y de historiadores y científicos políticos». En su análisis, Consalvi recuerda cómo, acompañado de Simón Rodríguez, el joven Simón Bolívar estuvo en Florencia y, al parecer, allá leyó El Príncipe en 1805. Según O’Leary, Bolívar “no compartía en absoluto la admiración que suele atribuirse a este escritor”. ¿Tenía Bolívar, en verdad, prejuicios contra el autor de El Príncipe? O’Leary refirió esta anécdota: «Estando en Cartagena, poco antes de su muerte, me visitó Bolívar un día, y viendo sobre mi mesa un tomo de una nueva edición de las obras de Maquiavelo, observó que en vez de leerlas, podría emplear mejor el tiempo. Desde su salida de Europa, hacía 25 años, no había vuelto a leer ni una línea de los escritos de Maquiavelo”.

Ahora, ¿a qué se debe este título, si vamos hablar de la decencia política del político y médico Carlos Canache Mata? Resulta que, a juicio del filósofo Federico Scheler, la degradación de la política empezó al abrirse la edad moderna desde que los gobiernos menospreciaron el criterio religioso, desde que el Estado llegó a ser prácticamente ateo y desde que la ley dejó de ser una ordenación de la razón para trocarse en una simple fórmula utilitaria… El Príncipe nos muestra con cinismo y perversidad «cómo los hombres somos naturalmente ingratos, mudables, embusteros, codiciosos, a extremos que olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”.

En aquel marco observamos nosotros, cuadran, el Marqués de Casa León, Francisco de Paula Santander, los Guzmanes en el siglo XIX, nunca un Cecilio Acosta o Fermín Toro, pero más feligreses ha tenido el “apóstol” Maquiavelo, en nuestro tiempo, no por haberle leído, sino por antonomasia ha sido, en las postrimerías del siglo XX y en lo que va del XXI, cuando todo indica una “desconexión” del político con la política, como ciencia y arte, vista con el cinismo y perversidad de Maquiavelo.

No es de dudar que muchos contemporáneos de Canache Mata leyeran a Maquiavelo, pero en sus luchas y aspiraciones no tomaron su receta, conscientes de su antítesis democrática, porque El Príncipe de Maquiavelo es el autócrata, dictadorzuelo, caudillo. Canache Mata, no fraguó su vocación de servicio público como muchos más, de sus contemporáneos, según se desprende de centenares de artículos publicados en distintos diarios del país, exponiendo sus ideas doctrinarias y programáticas que dieron vida al partido Acción Democrática, siendo Carlos Canache Mata un guardián de aquella modesta filosofía y un solo artículo suyo, aparecido en el diario El Nacional (julio 7 de 1988), «El poder y los políticos», lo corroboran…

¿Para qué el poder? No enaltece alcanzar el poder para lucirlo como juguete sofisticado en las manos sin saber –por ignorancia– qué hacer con él. Degradaría escalar la cumbre gubernamental para después disfrutarla como ocasión precisa para enriquecimiento ilícito. Avergonzaría acceder a los máximos niveles decisorios de la administración pública para luego olvidar el compromiso ideológico- partidista y la oferta de transformar la sociedad a fin de que sea más igualitaria y justa…».

Al respecto, el rescate de nuestra democracia pasa por la credibilidad de sus políticos y organizaciones partidarias para lo cual es rica la bibliografía política venezolana y todo debe comenzar con la revisión de toda la legislación electoral y el financiamiento político entre otras exigencias, dado que hoy la política está reflejada en el marco de “la delincuencia organizada” con los ingredientes de corrupciones y narcotráfico, vista en la novela de Mario Puzo El Padrino.

Resulta que ahora no es el maquiavelismo quien se impone para hacer política, sino el ensayo de Alberto Mayol “50 leyes del poder en El Padrino”, para quien: “La historia de El Padrino también es la historia del debilitamiento de la política”…“Tal como la droga destruyó las estructuras de la mafia tradicional, porque sencillamente salió de la lógica de la protección y la extorsión, y entró en una lógica de mercado -a tal punto que las mafias se llaman carteles-. Por otro lado, en el mundo de la política el equivalente en capacidad de licuefacción de las dinámicas sociales al interior del mundo de la política es la llegada del mundo financiero, el arribo del dinero construido financieramente, donde el poder político es una gran herramienta para poder emitir dinero privado, sin necesidad de pasar por mecanismos reales de agregación de valor”.

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