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Del pánico, la proyección y la mentira

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91 adolescentes han sido detenidos en Venezuela en la última semana en el contexto de las protestas contra los resultados de las elecciones

Foto: Henry Chirinos / EFE

Presa del pánico, y de su implícita desesperación, Maduro apela a los atajos que solo los torpes toman en vano para tratar de impedir su inevitable final. Subestima el peso específico de la rebelión popular que con nuestros votos expresamos casi 8 millones de venezolanos en nuestra lucha por el rescate de nuestra soberanía, la paz y la libertad que nos consagra la Constitución frente a un régimen que contraría los valores, principios y garantías democráticas, y que menoscaba nuestros derechos humanos (CRBV, obligat). Así, por esos vericuetos transita dejando tras de sí tierra arrasada por su violencia, postrando a un país martirizado con sus excesos e infames mentiras. Huye hacia adelante profiriendo amenazas para darse agonizantes denuedos, jugándose la última carta de la consolidación de un descomunal fraude para perpetuarse de facto.

En ese contexto, como quien de noche silba pasando un camposanto para darse un coraje que no tiene, se muestra envalentonado y energúmeno al pretender hacernos la vida de cuadritos a esos millones de venezolanos que decidimos tomar la vía electoral para salir del régimen forajido que él personifica. Por despropósitos como ese Venezuela pasó del desengaño a la indignación, al no más. Nunca antes se vivió con tanta crueldad, persecución, pobreza y presos políticos, con especial énfasis en la población más desamparada y en nuestros jóvenes. Nunca antes otros 8 millones de venezolanos, por su jodida situación, se vieron aventados a un masivo y obligado exilio.

Sus arrestos, propios de un Noriega cualquiera, dejan claro en qué bando milita el odio y en cuáles manos está Venezuela. Ya no hay dudas de que en el país rige una dictadura, que como tal tiene por naturaleza carácter sistémico. Los cinco poderes que conforman el Poder Público Nacional actúan como un teamwork, amalgamados para preservar inconstitucionalmente la perversa hegemonía de un régimen antidemocrático. Concertados como están estos poderes, su autonomía y separación no existen y darle crédito a su falsa institucionalidad es concederle valor a la mentira. Se orquestaron para hacerse  del poder con un fraude y el apoyo de la cúpula militar. Todo esto los deslegitima para que sigan ostentando el poder. Ayer Miguel Henrique puso el dedo en la llaga cuando expresó sin tapujos: «Hay que ser muy claros y firmes, si cae se deberían desmontar todos esos poderes. Comenzar todo desde cero porque lo que vendría no es una transición electoral normal, sino las consecuencia de este golpe de Estado que dio Maduro y que como ha sucedido en otras naciones que salieron de dictaduras cívico militares obliga a rehacerlo todo». Constitucionalmente no pueden seguir ejerciendo el poder, salvo que lo mantengan a la fuerza.

En su paranoia, la pentarquía gobernante recurre a la proyección y la mentira como un mecanismo de defensa para atribuirle a quienes se le oponen sus propias miserias. Así, se nos hace responsables de todo cuanto a ellos les es imputable: somos proimperialistas, cuando ellos le han entregado nuestra soberanía a Cuba y Rusia; somos los responsables del deterioro del país, cuando han gobernado durante 25 años y despilfarrado las arcas públicas a manos llenas sin resolver las necesidades más básicas de los venezolanos; somos los violentos cuando ellos han hecho cotidianas la represión y la persecución, incluyendo el último “baño de sangre”; que los golpistas son los del Centro Carter y no ellos; en fin, para resumirlo con lo más reciente y evidente, que “ganó” Maduro y “perdió” Edmundo -quien le dio una pela- y para este propósito se serviría de su tsj para proyectar ante el país  y el mundo una “verdad jurídica” -que no verdadera- mediante un pronunciamiento judicial que substraería la problemática del contexto que le corresponde por ley e imponerlo a cualquier costo, incluso de vidas humanas. Le estarían dando una apariencia distinta que solaparía una salida de facto.

Para colmo, en su desesperado afán, la farsa se torna vil y monstruosa cuando amenazan, inducen y obligan a mentir a sus propios miembros de mesa y testigos que tienen en sus manos las mismas actas que posee la oposición y a quienes les consta que en sus respectivas mesas Edmundo ganó por paliza. Igual lo testificó el Plan República. Muchos, desengañados, ya están de este lado.

¿En serio creen que podrán seguir haciéndonos la vida de cuadritos, poniéndole una camisa de fuerza a cada uno de los 8 millones que votamos por la paz, la democracia y la libertad?

I: @vabolivar

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