El mundo permanece impávido ante el terrible agravamiento de las condiciones de subsistencia de la nación venezolana; dentro y fuera de su territorio. Acciones sistemáticas de gobiernos de la región están aplicando una política de expulsión de nuestros hermanos desde sus países. Sean madres con niños que caminaron cientos de kilómetros, sea en avión o en botes precarios en los que llegaron, desechan mujeres y hombres con familias hacia un caos de sobrevivencia o muerte. A tan trágico dilema los regresan, de algo que ya no es vida. Los condenan a un territorio secuestrado por la tiranía. Tomado por la criminalidad internacional y el bandidaje, a las que algunos mandatarios y políticos escogieron interpretar como oportunidad de lucro personal, y ventaja para intereses sectoriales de sus países. Total, es un problema ajeno, piensan. Lo que fue una vez una “tierra de gracia”, en aquel buen tiempo que significó la «Casa Tricolor» que recibía a todos, hoy Caracas refleja el paroxismo de andar bajo las sombras de la narcoesclavitud a plena luz de la transmisión de las informaciones y el conocimiento por las tecnologías de redes sociales.
Ahora, en estos tortuosos tiempos, no parecemos contar con el apoyo internacional necesario. Ni de la que constituía para el año de 1777 parte del territorio de la Capitanía General de Venezuela, frente a nuestras costas orientales del Caribe, hoy isla-país Trinidad y Tobago, ni del bañado por el atlántico Chile de Andrés Bello. Olvidaron sus gobiernos que lo más importante en la existencia humana es el «amor al prójimo como así mismo». Las razones humanitarias nos obligan a todos, universalmente, al deber de protección que tenemos hacia la dignidad de la raza humana.
Antes que despierte más el aberrante chauvinismo en la región, donde surgen tentaciones fáciles de solución de desprecio hacia quienes están llegando a incomodar, sus prácticas xenófobas hacia nuestro pueblo se han ido convirtiendo en parte del discurso de algunos, por ejemplo, el de una mujer de Panamá, por no mencionar su nombre, sin concepto claro de lo que es tener conciencia de sí misma y conocer la historia. No saberse parte de nuestro sueño más allá de la “Gran Colombia”, cuando esa Panamá fue liberada del monstruo Noriega por la acción salvadora de los Estados Unidos de América. De allí que no nos debería quedar duda alguna de habernos llegado la urgencia definitiva de nuestra organización internacional, y de acciones de cooperación para ejecutar la liberación venezolana.
Del Nicolás Maduro al Nicolás Chauvín se pueden señalar claras enseñanzas y precisar oportunas reflexiones. El nombre chauvinismo o chovinismo, se dio al derivarlo del exacerbado proceder del patriota francés Nicolás Chauvin, personaje histórico condecorado en las guerras napoleónicas. Surge públicamente de la comedia estrenada en 1831 “La cocarde tricolor”, que en castellano se traduce a “La escarapela tricolor”. Es la puesta en escena de la distorsión de lo que sería una adecuada valoración que se puede, y se debe tener por el propio amor al país o región de la cual se procede, a la creencia de ser portador de una condición especial de nación de raza superior. También el despreciar las raíces culturales de otros, al negarse a respetar con exacerbado patrioterismo deformante la esencia de la dignidad con que se ama lo propio, para amar al prójimo y sus particulares expresiones, dentro del respeto a las diversidades mutuas, entre los que se respetan igualmente.
La idea que se promueve ahora, bajo el subyacente criterio de que se está en una condición nacional de supremacía, se actúa y se pertenece desde una suerte de nación superior, o se podrá preservar el bienestar e identidad nacional amenazada por una fuerza social invasora, lo que validaría el humillar a los nacionales de procedencias como la colombiana o la venezolana. Al expulsarlos de manera inhumana como política de control migratorio, tristemente nos dejan ese sabor de desprecio e incomprensión hacia lo que es la indispensable integración de nuestros pueblos para andar juntos una salida regional ante la real amenaza del socialismo del siglo XXI» .
Surtiendo un muy pernicioso efecto, que sabemos se ha acostumbrado exaltar en situaciones de conflictos, guerras, con los consecuentes desplazamientos migratorios forzados que provoca, se pretende justificar bajo el “tratamiento soberano” de una país y de sus fronteras hacia la dignidad de personas de naciones vecinas de sudamérica que estamos bajo emergencia. Acá no se trata de una situación secular de migración por búsqueda gregaria de mejores oportunidades de calidad de vida. Acá se trata de “desplazamiento forzado”, lo reiteramos y subrayamos, de una población en riesgo comprobado hacia zonas de salvación.
Si continuamos aceptando la amenaza y realidad de exterminio a que Nicolás Maduro ha sometido a la nación venezolana, terminaremos aceptando el triunfo de la corporación mafiosa que integran aquellos que con su patoterismo del siglo XXI han impuesto la agenda populista como trampa de subyugación de nuestra región.
@gonzalezdelcas
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